Barcelona: Algunas notas sobre el desalojo de Can Vies y lo que siguió

El lunes, 26 de mayo de 2014, las fuerzas policiales desalojaron el CSOA Can Vies y demolieron parte del edificio, que estaba ubicado en la calle Jocs Florals, 40-42 del barrio de Sants. El espacio que estaba funcionando desde hace 17 años era un punto de encuentro y de desarrollo de actividades por varios colectivos e iniciativas. Por supuesto, Can Vies siempre ha estado ligado al independetismo catalán, y en particular a su corriente no integrada en partidos políticos. En el barrio de Sants en general se ha dado la paradoja de un «anarquismo» tolerante e incluso afín en algunos casos al asco patriótico, un fenomeno aparecido también en otras realidades geográficas los últimos años, algo contra lo que se debe hablar alto y claro, antes de que sea muy tarde.

Para contextualizar un poco el desalojo hay que decir que esto era algo que venía siendo anunciado desde hacía tiempo. La empresa de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB) es la propietaria y hace tiempo que andaba detrás de ello. A pesar de los distintos procesos judiciales que esta casa ha superado desde hace años, otro plan urbanístico más sirvió de excusa para destruir dicho espacio. Los meses previos se venía anunciando y ya se habían hecho varios actos de apoyo.

Tras el desalojo, inmediatamente se congregaron personas para expresar su rabia. Durante toda la mañana y la tarde se cortó la calle Sants (importante eje comercial en Barcelona) y a las 8 de la tarde empezó una manifestación. El barrio estaba totalmente tomado por la policía que controlaba accesos a la Estación de Sants. Allí se dieron forcejeos con la poli con sus habituales abusos de autoridad. Tras varias cargas posteriores la gente se dispersó y se atacó una furgoneta de la TV autonómica catalana (TV3). La policía tomó militarmente el barrio y atacó con las furgonetas la sede de un periódico izquerdista (La Directa) y una tienda cooperativa de gente relacionada con los movimientos sociales del barrio.

El martes otra manifestación por la tarde terminó con destrucción del mobiliario urbano y el incendio de la excavadora que había destruido parcialmente una parte de Can Vies. Se convocó un escrache contra el regidor del distrito de Sants, Jordi Martí, que se vio obligado a modificar su agenda, igual que ocurrió al día siguiente. Esa noche los disturbios continuaron y se ampliaron a otros barrios y ciudades de Catalunya.

El miércoles 28 se convocaron varias concentraciones en diversos puntos de la ciudad que tenían que converger en Sants a las 20:30. Allí se juntó mucha gente que se dirigía a la sede del distrito de Sants custodiada por los uniformados. Ahí empezaron de nuevo los disturbios atacando bancos, formando barricadas y atacando a la policía. Durante varias horas hubo cargas, gases lacrimógenos y pelotazos bajo la mirada vigilante del helicóptero policial que sobrevolaba el barrio con su foco dirigido a las calles y casas del barrio.

Durante los días posteriores se sucedieron los disturbios dirigiéndose sobretodo a sedes del partido político gobernante en la ciudad (CIU). En diversos lugares de la ciudad y otros puntos de la geografía catalana se dieron varios actos vandálicos, barricadas y ataques a bancos. Hasta entonces había más de 70 detenidxs, uno de los cuales entró en prisión preventiva con el único justificante de la «alarma social» generada; esa que mass-media, políticos y maderos se encargan de generar. Actualmente el encarcelado está puesto en libertad provisional. También hubo decenas de heridos de diversa gravedad.

Por supuesto, los disturbios trás el desalojo no fueron bien vistos por todxs en el barrio y la ciudad en lo general, sino que hubo también asociaciones vecinales y sociales opuestas a los enfrentamientos que se pusieron mediadores con el ayuntamiento para que no hubiese más conflicto. Aunque la asamblea de Can Vies no se presentó a la negociación con el ayuntamiento y con los mediadores, hay que decir que entró en el juego periodístico, dando una rueda de prensa el 30 de mayo, como también aceptó la oferta del ayuntamiento a ayudar con bomberos y servicios municipales en las tareas de limpieza de las ruinas. A los 4-5 días las protestas cedieron y dieron paso al inicio de las tareas de la limpieza y la apuesta de reconstrucción del espacio.

Más alla de la glorificación de las barricadas, el fuego y los enfrentamientos con las fuerzas represivas, lxs anarquistas tenemos que reflexionar un poco sobre lo que se llama «apoyo total e incondicional» en casos como este. ¿Porque no se habla, y por encima de todo porque no se actúa en contra de los patriotas (de todo pelaje)? Esta es una pregunta que quizás suena completamente fuera del contexto de la ciudad, pero es esto exactamente lo que debería ponernos en alerta. El enemigo de nuestro enemigo no es necesariamente nuestro amigo, y cuando se trata de situaciones similares, donde bajo el manto de «la lucha por el barrio» o de la «revuelta popular» se acepta todo, las cosas se hacen aun más peligrosas si no se trazan lineas claras. La opinión que dice que a los indepes se los tolera o que hay que mancharnos entre la muchedumbre porque esta es una coyuntura conflictiva, solo facilita la castración de nuestro discurso y su asimilación por el enemigo.

Si hablamos de gentrificación hablamos en realidad del control sobre los territorios. Entre los que dirán que las autoridades actuales a nivel local y nacional no se legitiman a decidir sobre el futuro de este u otro barrio hay también los que creen en la soberania nacional, es decir en el supuesto derecho ancenstral de propiedad sobre la tierra. El patriotismo puede presentarse también con una cara anticapitalista o incluso antiestatista, pero esto no le hace menos asqueroso que cualquier otro tipo de nacionalismo. A nosotrxs anarquistas apátridas nos toca revelar el abismo que nos separa de los nacionalistas, sean estos de derecha o de izquierda.

Hay que dormir siempre con un ojo abierto.