NUESTRAS LUCHAS NO TIENEN PATRIA
Mientras formemos parte de esta lucha, no solo nos posicionamos en contra de la destrucción medioambiental, si también del Estado y sus Patrones, tanto locales como foráneos. No importa el país de origen, pues sus intenciones son los beneficios y no «el desarrollo de la región» ni «el interés nacional».
En un período en el que la supervivencia diaria se convierte en una lucha y en el que cada vez más sectores de la sociedad se emprobrecen, los intereses de los poderosos se bautizan como nacionales, a la destrucción se le llama desarrollo y la amenaza de la fasciszación de la sociedad se está convirtiendo en una realidad.
Lo que está en juego en nuestra lucha contra las minas de oro no es si estarán bajo control griego o canadiense o si están bajo control estatal, sino su mera existencia. En este aspecto, defender «el bosque, el agua y nuestras vidas» no está relacionado con ningún sentimiento de «deber patriótico». Porque, al igual que los beneficios de la patronal, la dignidad de aquellxs que resisten no conoce fronteras.
De hecho, ni si quiera se nos planteó poner nuestras esperanzas en el Consejo de Estado, su papel como parte del Estado no es bloquear, sino facilitar las funciones del sistema capitalista. Además, hasta la Constitución es clara. Cuando se trata de la economía nacional y, por tanto, de rentabilidad, el medio ambiente y nuestras vidas son secundarios.
Esta lucha, como cualquier otra , debería confíar en nuestras propias fuerzas y no esperar por un deus ex machina que nos salve. Nos entendemos como parte de las luchas que se dan por todo el mundo contra la opresión de nuestras vidas y el medio ambiente.