El 25 de julio se llevó a cabo en la ciudad de Santiago una marcha por la despenalización del aborto. Chile es uno de los países del mundo que penalizan el aborto en cualquier caso. Como consecuencia, hay mujeres en cana por haber abortado y hay mujeres que mueren por abortar de manera clandestina.
La marcha estaba convocada para las 19:00 en Plaza Italia y la Intendencia Metropolitana decidió, a las 18:00, denegar la autorización que había otorgado para el recorrido en la Alameda por el lado norte hacia paseo Bulnes. Por esta razón, lxs pacxs empujaron a algunxs individuxs a lo largo del camino, tratando de liberar las vías de la Alameda norte. Cortaron el camino a la altura del Paseo Ahumada. Ahí se quedó la marcha y, en un momento lxs pacxs empezaron a liberar las vías para que las micros y los autos pudieran pasar. Empujaron de manera violenta a lxs manifestantes que intentaban bloquear la Alameda y que gritaban consignas pro aborto y algunas consignas contra lxs pacxs, pero también consignas para seguir el camino por la Alameda.
Después de un fuerte empujón, ya todxs se dieron cuenta que no servía de nada y decidieron irse por Paseo Ahumada hacia la Catedral, en la Plaza de Armas. Llegando a la plaza, de manera espontánea lxs manifestantes entraron en la Catedral mientras se realizaba una misa. Silbando y gritando consignas (entre otras, «saquen sus rosarios de nuestros ovarios») trataron de cubrir el sonido del micrófono de los religiosos. Se rayaron algunas consignas dentro de la Catedral y tiraron al suelo algunos bancos de madera, incluso se sacaron algunos fuera de la catedral. En este momento lxs pacxs empezaron a atacar a la gente frente a la catedral, el guanaco (carro blindado lanzaguas) tiró agua y se llevaron detenidxs (no está confirmado el número de detenciones). Mientras tanto, la gente que estaba saliendo de la catedral intentaba correr hacia las calles de alrededor pues el ambiente se estaba llenando de pacxs en moto, con algunos guanacos, zorrillos (vehículo blindados lanzagases) y lecheras. Ya era tiempo de despedirse y, así, se acabaron estos pequeños enfrentamientos, cada unx regresando a casa por su lado contentxs, al menos, de haber logrado perturbar la misa, como un pequeño y simbólico ataque rechazando a la religión.