Escucha, yo vengo a cantar por aquellos que cayeron; no digo nombres ni señas; solo digo compañeros… Y canto a los otros, a los que están vivos, y ponen la mira sobre el enemigo…
A lxs amigxs y compañerxs, conocidos y desconocidos que abrazan las ideas anarquistas, a lxs que mantienen la cabeza alta en las prisiones y a lxs que mantienen viva la lucha en la calle. Una breve reflexión acerca de la lucha anarquista en el Estado español.
Estamos en un momento político y social curioso. Por un lado ETA deja las armas. GRAPO está aparentemente desarticulado y el fundamentalismo islámico viene perdiendo presencia mediática en esta parte del globo. Paralelamente la crisis social aparejada a la supuesta crisis económica (y decimos supuesta porque el capitalismo es en sí mismo una crisis constante y porque para lxs de abajo es el estado perpetuo en el que nos encontramos) parece recrudecerse. Nuevos brotes de protesta e incluso de disturbio arrecian por diversos lugares y ámbitos sociales de la geografía peninsular y el Estado se va quedando sin un enemigo interno a quien cargar las culpas, dado que hacerlo sobre el «pueblo», en favor del cual todo el mundo dice obrar, no parece lo más apropiado. Surge con ímpetu el fantasma anarquista, como un diablo interior a quien culpar de todos los desbordamientos de las protestas, de todos los recrudecimientos de las luchas. Para desactivarlas el Estado no puede permitirse el lujo de reprimir crudamente a la población ni de insinuar siquiera que ésta tiene algo que ver. Por eso ha de aislar y calumniar todo conato de rebelión, para hacerla antipática al común de los mortales, no vaya a ser que estos episodios y ejemplos se contagien. Así pues desde hace ya algún tiempo el coco al que enfrentarse, quien lleva a la pobre gente por la senda de la violencia y la sinrazón, y encima pone bombas y quema iglesias, son los anarquistas (lo cual tampoco es mentira). Un éter, algo sin un cuerpo definido pero al que se intenta estructurar lo suficiente como para que pueda ser catalogado en sí mismo como banda terrorista pero no tanto como para que en su seno quepa cualquier atisbo rebelde.
Se ha podido apreciar durante el último año la recurrente aparición en la prensa de artículos que hacen referencia al auge de la actividad violenta anarquista en la península. De como ha aumentado la potencia y la frecuencia de los ataques, de como se financian desde aquí entornos anarquistas del extranjero y de como vienen compañeros anarquistas italianos y griegos a instruir a los autóctonos en el arte de la guerra social, por poner algunos ejemplos. Los informes públicos de los maderos van en la misma dirección advirtiendo del peligro potencial que estan adquiriendo las luchas anarquistas ubicándolas en una de sus principales preocupaciones. Y aunque suelen decir innumerables aberraciones , con el ánimo de criminalizar y reprimir, cierto es que con todo nuestro orgullo ambicionamos ser su peor amenaza. Eso si, por méritos propios. Ya conocemos el lenguaje del Poder. Sus dedos acusadores nos señalan y no somos inocentes. No queremos ser inocentes. Somos anarquistas . Y con nuestro anarquismo a cuestas queremos inspirar pasión, solidaridad y revuelta.
El gran triunfo de las ideas anarquistas se logra comprender cuando vemos que éstas nunca se han extinguido pese a todos los esfuerzos de todos los Estados, su represión, el encarcelamiento, aislamiento y hostigamiento de tantos compañeros a lo largo y ancho del globo. Allí donde se busque, allí están los compañeros anarquistas, el componente agitativo, las acciones y todos los resultados concretos de la lucha contra el Poder se encuentran presentes siempre, firmes e intransigentes. El error de los aparatos represivos consiste en creer que una orden judicial, las retorcidas investigaciones policiales, el enjaulamiento de algunos o de muchos, los montajes -que es su justicia sino un enorme montaje absurdo-, las idioteces de la prensa buscando mantener su negocio de la mentira, servirán para derrotar la idea y el combate por la libertad, unos caminos de lucha, el sentido de nuestras vidas, cuando nunca nos hemos sentido esclavos. Es la idea misma de los anarquistas lo que nunca podrán recuperar ni chantajear. No es posible acabar con todo ésto. La molestia que representamos para el Poder consiste precisamente en esta cuestión. Allí donde se busque, lo decimos una vez más, está presente la mano tendida del compañero, la solidaridad viva, la complicidad contra este mundo asqueroso, opresivo, carcelero, la certeza de que nuestro potencial es inagotable. No admitimos autoridad alguna, no recibimos órdenes de ningún tipo, el mercenario juez, el mercenario policía , el mercenario periodista mañana será sustituído por otro, no posee más que la orden de mantener esta falsa paz social , ese es su trabajo, son seres podridos que reafirman este sistema podrido, ahí están, siempre intentando cumplir con su deber. No nos quejamos, sabemos como funciona todo esto. No es entonces compatible con nuestro accionar, el victimismo que reclama menos mano dura, eso lo dejamos para quien confía en los amos, para los que se acomodan en los pequeños espacios que sede la democracia a la protesta en su necesidad de consenso. No somos disidentes, para serlo antes deberíamos haber adherido o apoyado al Sistema, cuestionamos de raíz todo lo que compone cada aspecto de este mísero mundo, un camino difícil y arduo pero satisfactorio y sobre todo un camino que nadie nos arrebatará. Desde aquel año de 1906 en el que el anarquista Mateo Morral regalaba un ramo de flores con nitrobencina a la comitiva monárquica española hasta hoy, las cosas han cambiado pero aún seguimos en pie. Nos solidarizamos con la compañera Sol, encerrada en las cárceles del Estado chileno, recordamos con amor ácrata a Gabriel Pombo da Silva, Marco Camenish, no olvidamos jamás a lxs compañerxs caídxs en acción Mauricio Morales, Lambros Foundas y Sebastián Overluij, ni tampoco a lxs encausadxs y perseguidxs, y por supuesto, estas palabras y la continuidad de la lucha van también por vosotras Mónica Caballero y Francisco Solar.
Salud y Anarquía.