Del 14 al 18 de junio del 2015 tendrá lugar el XII congreso mundial de psiquiatría biológica en Atenas. El congreso se organiza por la Federación Mundial de Sociedades de Psiquiatría Biológica (WFSBP), y se llevará a cabo en las instalaciones del lujoso Centro Internacional de Conferencias Megaron (esquina de la avenida Vasilissis Sofias con la calle Kokkali).
El presente texto busca ser un aporte contra el mundo carcelario de la psiquiatría y aquellos que lo sustentan. Es un gesto mínimo de memoria y solidaridad con todas las personas que han sido excluidas, encarceladas, torturadas y asesinadas por medio de los sistemas de control y vigilancia de la mente y del alma, como también un llamado a hacer frente a los avances de las ciencias de la represión. Puesto que es la historia a lo que conviene volver siempre para entender dónde estamos y a dónde vamos, vale la pena hacer una breve reseña.
La psiquiatría revela su papel de control social desde su mismo origen como disciplina médica que se orienta a la gestión de los problemas sociales en un momento en que se constituía la democracia moderna tal y como la entendemos hoy. El hito del Gran Encierro del siglo XVII, ordenado por instancias jurídicas y no médicas, marca el inicio de las condiciones necesarias para el desarrollo de la psiquiatría. También de la medicina moderna, por cierto.
La historia muestra el papel de represor que la psiquiatría ha sustentado por medio de algunos ejemplos más o menos conocidos. El ‘morbus democraticus’ usado contra los rebeldes de la Comuna de París, la drapetomanía aplicada a lxs esclavxs negrxs que trataban de escapar de los amos en el siglo XIX, la homosexualidad retirada del funesto manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) en 1973/4 después de la acción política de algunxs, la esquizofrenia usada contra los críticos en países ‘comunistas’ o el ‘gen rojo’ del fascista Vallejo Nágera para catalogar a los enemigos del Estado español allá por la Guerra Civil española. En la actualidad, diagnósticos psiquiátricos como el trastorno por déficit de atención, el trastorno de personalidad antisocial, la fobia social, entre otros, y el uso que se hace de éstos, sirven para condenar determinadas conductas como socialmente proscritas por inadaptadas o poco productivas. Tras un velo de pretendida objetividad científica y ateoricidad ideológica, se encubre la represión por diversos medios. Porque ‘la ciencia está subsumida en el Capital y lo ha estado durante todo su ciclo histórico’ (Cuadernos de Negación nº8). Su práctica pone en juego la desvalorización de formas de vida diferentes a las promocionadas por los Estados y el Capital, el ajuste de esas vidas a los rendimientos exigidos por el Capital y la exclusión de los inadaptados a la Máquina. A esos restos se les ofrece la salvación farmacológica. A los que aún no han sido diagnosticados se les da un aviso, y pertenecerán al grupo a controlar para obtener valor de ese mismo proceso de control (análisis de prevención de riesgos, seguimientos poblacionales de salud…), y de paso prevenir y determinar en una dirección concreta las contingencias no previstas.
En este congreso se hablará de fármacos que pretenden aportar un rendimiento extra para poder rendir más en el plano productivo (desde anfetaminas hasta mejoradores cognitivos). Otros fármacos serán para hacer más transitable un modo de vida determinado, excluyendo otras formas menos adaptadas y que entorpecen el ciclo de producción-consumo. Habrá tests genéticos preventivos para situarnos en la posición de paciente antes incluso de haber sido diagnosticados. También nos hablarán de nuevos avances en fármacos para la ‘epidemia’ de autismos (ahora ampliado mediante el concepto de ‘espectro autista’), un diagnóstico que se eleva a la par que las inversiones privadas y estatales en el desarrollo de esos fármacos.
La psiquiatría biológica es una punta de lanza de la represión, además de valorización. No es la única en lo que se refiere a salud mental (no olvidamos esos programas psicoeducativos que por mor de cuidarnos en base a un diagnóstico, limitan nuestras experiencias y condicionan nuestras decisiones). Su papel es el de expropiarnos nuestra experiencia y hacernos seres débiles incapaces de manejar nuestras propias vidas sin la necesidad de un experto que modifique nuestra interioridad y reduzca nuestra singularidad. Su poder incluye un discurso ampliamente promocionado por los medios de comunicación masivos y que contribuye a la modificación de leyes y normas que incluyen internamientos forzados, tratamientos involuntarios ambulatorios, seguimientos judiciales, normativización de las vidas. No hay opción de no entrar en ese juego. El hecho de que exista la psiquiatría, y el poder con el que cuenta, siempre nos va a hacer posicionarnos. Lo queramos o no, no se puede huir de lo que implica su actividad. La posibilidad de que alguien nos interne o nos trate contra nuestra voluntad o nos etiquete y dé un trato de diferencia ante una situación de crisis emocional o intelectual o perceptiva o del tipo mental que sea, existe. Y lo que decidamos ante esta situación siempre incluye su existencia y su posibilidad.
Por eso, la autoridad impuesta bajo el discurso de la Ciencia, nosotrxs la combatimos. Las líneas de fuga que atraviesan ese discurso pretendidamente homogéneo, nosotrxs las haremos crecer. Sabemos bien que no todos los que trabajan en este campo lo hacen igual. Sabemos que hay gente crítica que elabora un discurso y una práctica distinta a la exigida por los organismos de poder. Pero ese discurso y esa práctica deben ser radicalmente antagonistas con ese poder para no entregarse o rebajarse en los momentos en que éste se ve obligado a relajar su control por situaciones históricas concretas. Cuando demasiada gente empieza a sentir más y más el control y a ser consciente del papel opresor del Estado/Capital y sus medios, y toma cartas en sus asuntos y radicaliza sus acciones, es cuando el poder da un margen mayor para prácticas alternativas/antagonistas. Lo hace para seguir manteniendo bajo su discurso la acción, aunque sea recuperando discursos alternativos/críticos/antagonistas y haciéndoles perder su fuerza y radicalidad integrándolos en su propio discurso. Las recetas de la izquierda las conocemos bien por los hechos. Esa homogeneidad forzada es ficticia, y se impone por la fuerza del control con todo el abanico de medios de formación de masas. Esos medios abarcan desde las instituciones en red encargadas de la formación académica o de la asistencia pública a la salud mental, a las subjetividades incluidas en su seno y reducidas a su rol, pasando por la prensa o los ‘expertos’ en el tema idolatrados aquí y allá (este congreso dará algunas buenas muestras). Esas líneas de fuga tendrán que agrietar la imagen espectacular que tratan de imponer y que niega, encubre y oculta la realidad de la psiquiatría: que el Estado y el Capital (a través de empresas varias) forman especialistas sobre las bases de un discurso mítico (el de la Ciencia y el Progreso) para engrasar el funcionamiento de una sociedad que chirría por todos lados y, al mismo tiempo, obtener beneficios del mismo malfuncionamiento que genera.
Por eso, lxs que vemos esa más que rentable mentira, y odiamos a sus defensores y beneficiarios, tenemos en nuestro punto de mira a esos que se lucran con ese discurso reduccionista e interesado. Para ellos ninguna piedad, tengan conciencia o no de lo que hacen. Psiquiatras ineptos que sólo viven para comprar más cosas y experiencias encapsuladas y no se han parado un minuto a pensar qué implica lo que hacen cada día, psiquiatras que venden panaceas que saben que no sirven para nada y siguen aprovechándose de la fragilidad de la subjetividad en una época llena de amenazas, laboratorios que promocionan mierdas que saben que hagan lo que hagan se venden por los medios del marketing, jefes de instituciones públicas que organizan el sistema de asistencia sanitaria para seguir reproduciendo la mierda que, ellos sí, conocen de primera mano y les interesa seguir manteniendo para su propio provecho (éxito, lucro, carrera profesional). Todos valen lo mismo en la calle. Sus vidas no valen más que las de lxs que encierran con drogas y pautas.
en griego