El día viernes 23 de Marzo acudimos a la Universidad de Santiago de Chile con el objetivo de abandonar bombas de ruido en distintos puntos de sus patios a modo de acción y propaganda previa al Día del Joven Combatiente, trayendo así a la memoria a Eduardo y Rafael Vergara Toledo, Norma Vergara Cáceres, Jhonny Cariqueo y Javier Recabarren.
Durante el tiempo en el que estuvimos dentro del recinto nos hicimos parte de la dinámica del lugar como estudiantes de la universidad, contexto dentro del que dos compañeras nos distanciamos del grupo y fuimos protagonistas de un episodio que salió de toda planificación.
Alejadas del sector donde los estudiantes se agrupaban, nos encontramos caminando solas por una de las calles laterales del recinto, donde dos bastardos nos comienzan a seguir a corta distancia con clara intención de acosarnos sexualmente. Previstas de la situación, escaneamos rápidamente el lugar, reconociendo que estábamos solas y que nos encontrábamos en desigualdad de fuerza con ellos, pues eran considerablemente más grandes que nosotras y en apariencia físicamente más fuertes.
Lejos de paralizarnos acordamos en rápida resolución afrontar la situación con las herramientas que disponíamos mientras nos intentábamos acercar al resto de nuestrxs compañerxs. En respuesta al acoso comenzamos una discusión verbal con los sujetos, hasta que logramos perderlos para ir en busca de nuestrxs cómplices, al encontrarlxs, explicamos brevemente la situación y de inmediato se plegaron a nuestra propuesta de ir a buscarlos para “cobrar”.
En un breve transcurso de búsqueda dimos con ellos, quienes al percatarse intentaron alejarse nuevamente, por lo que tuvimos que replantear la situación y buscarlos en un nuevo espacio. Finalmente la búsqueda dio resultado y resolvimos atacarlos. Con uso de gas pimienta, botellas, puños y patadas se desató una pelea, donde los estudiantes que se encontraban en el sector preguntaban qué estaba pasando, y eran “informados” rápidamente de lo ocurrido, de forma que se entendiera el motivo y evitar su defensa; en ese contexto hubo quienes se sumaron y otros que intentaron entorpecer la pelea, sin embargo los agresores lograron irse a rastras.
Si bien la situación escapó de lo planificado, logramos sacar en limpio varios aspectos. En primer lugar la capacidad de autodefensa debe siempre ser realista, evaluar de forma adecuada el contexto puede variar mucho el resultado, tener la mente fría es imprescindible, aunque cuesta bastante en vista de las circunstancias. En segundo lugar, la capacidad de respuesta grupal también fue fundamental, la complicidad determinó en gran medida que hayamos podido concretar el ataque. Como tercer lugar está la reflexión a un espectro más allá de la coyuntura del problema como tal, yace en la necesidad de accionar de forma directa, sin mediar tanto en otros medios de respuesta, sin intermediarios y dejando las excusas de lado, aunque dar el paso de la confrontación con alguien no es fácil (sobre todo cuando no se está preparado para ello), cabe plantear el ejercicio, y hacernos cargo de resolver nuestros propios conflictos.
La necesidad de escribir este texto es para plantear la reflexión colectiva e individual sobre esta posibilidad desde una manera práctica, pues en la teoría existen millones de razones por las cuales actuamos así, sin embargo, creemos que un planteamiento que no siempre está presente en las respuestas a este tipo de episodios es la capacidad de aplicar la acción directa. Atacar las conductas patriarcales tiene múltiples aristas, y la menos recurrente de ellas es la respuesta violenta antes agresiones violentas (es cosa de ver el panorama actual en la sociedad), porque si te acosan no es momento de discutir, es momento de reaccionar.