El feminismo vino a destruir nuestras vidas… o a (re) (de) construirlas, en el más sincero y radical gesto nihilista.
Claro y evidente ha sido el último tiempo la seguidilla de publicaciones de acoso/abuso/violación/, violencia patriarcal en general que han salido a la luz. Y ya lo sabemos, no porque ahora aumentaron, si no que lisa y llanamente las compañeras se apiñaron, despertaron y están hablando. La violencia ha sido sistemática y hoy estamos en revolución. Revolución feminista, claro está, rompiendo de paso todas las lógicas políticas masculinas, proliferando espacios separatistas, generando resistencia y un abierto llamado a los hombrescis en su mayoría, a hacerse cargo de la posición de privilegio que tenemos.
Nos hemos encontrado en diferentes espacios y tiempos, hemos confluido discusiones, tenemos un posicionamiento político, pero la violencia machista no brilla por su ausencia en ningún sitio. Está en todos lados, incluso en espacios antiautoritarios. El poco interés que los compañeros han tenido respecto a la violencia de género es vergonzoso. Parece que siempre será más entretenido participar y alardear, alimentando el ego, del enfrentamiento callejero. Y claro, allí hay adrenalina, hay mucho parche y verborrea antisistémica en la boca de los cabros. Pero es más difícil mirarse para adentro. Reconocer que somos el enemigo que nunca quisimos ser. Darnos cuenta. ¿Qué pasa después?.
Darse cuenta está bien pero no es suficiente. Hacerse responsable es el gesto más sincero que podemos efectuar desde nuestra posición de agresores, entendiendo y atendiendo que hemos violentado. Muchas veces sin notarlo, muchas veces bajo las drogas, muchas veces involuntariamente. Parece ser que si entendemos la sociedad de control como lo hizo Deleuze o Foucault, los dispositivos son los principales culpables. Pero eso nos expía de responsabilidad. Desechamos la noción romántica del individuo, y atendemos a su individuación, al proceso dentro de la maquinaria. En la escuela, la familia, la sociedad en general nos infectamos de múltiples nociones que configuran al Ser machista. Luego de pasados 14-15 años de tu vida(si es que no antes), podemos claramente, abstrayendo la minoría de edad, afirmar que un varón construido como hombre es un sujeto violento. O potencialmente así. Compartimos el diagnóstico de los dispositivos, pero eso no es suficiente para eximirnos de culpa.
Ahora, la avalancha de denuncias que han repletado las redes sociales y las tomas feministas, han logrado producir un sentir colectivomasculino de miedo. Es una sensación primaria, ya que es la amenaza que sentimos, el susto al exilio social, ya que es sabido que la lógica de las funas es esa: extirpar al violento del espacio, pero poco y nada se hace con él. Y bueno, poco y nada se puede hacer en esos casos, ya que la mayoría de cabros no está ni ahí con responsabilizarse.
Creo que hay que actuar con cautela, con tranquilidad. Las compañeras están ejerciendo la autodefensa que tienen a la mano. Y si nos sentimos aludidos o representados con un relato/denuncia, es porque hay prácticas que hemos ignorado reflexionar. Las cabras no están matando a los cabros. Están lejos de eso. El qué hacer de un violentador debe partir desde la humildad, a mi parecer. Restarse del espacio. Buscar gente y apoyo, no para ayudarlo con su trauma pequeño burgués de exiliado, si no que debe nacer de la convicción de querer cambiar. Porque seguirá estando vivo, y quiera o no, relacionándose con mujeres.
Todos estamos hoy bajo las luces. Apuntados y encandilados, parece ser. Comenzamos a ser empáticos con los relatos, en cierta forma, no con la afectada, si no que con el agresor. A algunos les ha costado darse cuenta, simplemente no lo quieren asumir. Luego de aquello, no hay receta, cada uno ve lo que hará. Se puede ofrecer resistencia desde el dañado ego masculino, o asumir, mirarse para adentro, escuchar… pedir perdón. En las revoluciones no se pide permiso, y los opresores ruedan sus cabezas en el piso. El feminismo vino a incomodar, dinamitar, cuestionar la civilización desde sus cimientos. Porque el antiautoritario se ha vuelto autoritario, porque apologiza la bomba molotov antes que reconocer que el patriarcado está en todas partes; en el estado y el capital que sueña ver arder.
Una aproximación al actuar que se puede emprender, sería primero, pedir perdón. Acercarse a las afectadas después de haber reconocido sinceramente la violencia hacia ellas, fuere cual fuere. Pedir perdón, no como el último acto expiatorio, ni como acto para recibir aplausos feministas. Si no que como acto político. Porque lo personal es político. Pero no todo acaba ahí. Es necesaria la sinceridad y las ganas de seguir trabajando. Es urgente. Buscar apoyo, apañe, hacerse responsables. Entender que si bien no eres tú quien aparece en una denuncia, sí lo es alguien de tu género. Eso merece agencia, y no es poco importante que la violencia la ejerzamos los hombres.
No tengo recetas de deconstrucción, sòlo preguntas que afloran cada vez que leo denuncias, que hablo con mis compas, que me miro hacia dentro. He comenzado por reconocer mis violencias y acercarme con cuidado a las afectadas. Recordar lo sucedido, calzar relatos, conversar… pedir perdón. Cada quien sabrà cual es el calibre de la violencia que hizo. Y creo que si bien la culpa es lo primero dentro de un trabajo sincero, no es suficiente. No nos podemos quedar en ella, de nada nos sirve encerrarnos y odiarnos por ser unos mierdas. Si bien puede que las amistades que teníamos se cierren, hay que entenderlo como necesario. Hay que seguir trabajando y cuestiónàndose constantemente, porque este camino no tiene fin.
Uno de los problemas que es constante en estos espacios, es el de què hacer con un funado. Como sabemos, un funado es a quien se le cerraràn los espacios por poner en peligro la seguridad de las compañeras. Creo que si bien como hombres no sentimos empatìa con la afectada, la sentimos con el agresor. ¿Què hacer con un funado, un exiliado social, un macho?.
Algo que claro esta en los espacios, es que no se acudirà a la policía: antes de ese paso es preciso matarlo. Pero si no acudimos al poder judicial ni a terceras personas, la responsabilidad recae sobre nosotros.
Esto es un llamado individual. Los espacios masivos de deconstrucción, o asambleas de varones antipatriarcales en general, caen en la autocomplacencia y en ignorar acciones del pasado que hoy pueden seguir calando hondo en las afectadas. Esta autocomplacencia responde a la falta de confianza de los espacios, es lógico. ¿Quièn va a relatar su episodio de violencia en un espacio en donde las personas de allì no tienen ninguna relación. Es una muralla. Creo que una manera de destruirla es afianzarse en pequeños grupos de discusión y trabajo colectivo.
Discusiòn, porque hay conceptos dentro del glosario feministas que no entendemos, y que a las compañeras no les corresponde inculcarnos. Colectivo, porque cualquier hombrecis que estè consciente de su posición de privilegio y la lucha feminista, no lograrà generar cambios verdaderos sin apoyo de una comunidad, sin su agenciamiento colectivo. ¿Comunidad para contener? No lo creo. Comunidad para indagar, eso sì. Para identificar y destruir lo que està mal en nosotros. (Està de màs agregar que es necesaria la retroalimentación de los distintos grupos con otros. Es algo que pertenece a la horizontalidad y apoyo mutuo que caracteriza nuestros principios)
El llamado de la revolución feminista para con nosotros es el de “deconstruirnos” (no me agrada esta manoseada palabra, pero es la que màs calza con lo que quiero precisar). Deconstrucciòn como compromiso ètico contra la moral patriarcal. Es necesario llevar la discusión a todos los sitios en donde nos encontremos, sobre todo si nos encontramos en situaciones donde el machismo repleta la boca de tus compas: ya sea en comentarios, experiencias, etc… Ese trabajo dudo que tenga grandes alcances en aquellas iniciativas masivas de “hombres deconstruidos/feministas”. Porque son falsos, ya lo mencionè. Porque son autocomplacientes y las individualidades no relatan todo lo que tienen que relatar. Serìa positivo que asì fuera. Pero ante este escenario, una alternativa creo yo, como ya lo mencionaba, es afianzarse en comunidades de sinceridad, fuera de la masividad(y el protagonismo), y dentro de la autocrìtica verdadera. Con tus compas de la guerra, de la U, del barrio, con quienes se sienta la confianza para hablar estos temas y trabajarlos colectivamente. Porque como decía, nadie lograrà avanzar y aportar a la guerra contra el patriarcado si pretende hacerlo solo.
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