Recibido el 26/03/2020
Frente a las crecientes medidas de excepción por el Covid-19, en Porto Alegre salimos a colar unos afiches, para que el miedo no sea el único estímulo en las calles.
Porque sabemos que cuando el poder dice preocuparse por nosotros, necesitamos urgentemente desconfiar de él.
La normalidad que defienden, en estos tiempos de pandemia, saldrá triunfante de ella, con un control propio de un estado de guerra, impuesto en nombre de la salud y seguridad. Así, para nosotrxs, lxs anárquicxs, es imposible defender esa normalidad, no defenderemos una vida de miseria. Por eso, no retrocedemos al colmo de fomentar plataformas alternativas, consumos alternativos, espiritualidades alternativas, lecturas alternativas, sumisión alternativa que ayuden a pasar la cuarentena online.
Algunos recuerdos urgentes sobre nuestras decisiones y acciones anárquicas.
Para quien se pregunte por qué lxs anárquicos no podemos simplemente aceptar las órdenes de seguridad y prevención del Covid-19, queremos recordar que:
Lxs anarquistas, hace casi un siglo, decidimos no alimentarnos con la industria de muerte del consumismo, e aprendimos con nuestrxs compañerxs sobre vegetarianismo o naturismo. Prácticas que fuimos reforzando, después, con el veganismo, y aun con nuestro rechazo y combate contra los agrotóxicos y la comida industrial. Así, el FLT (Frente de Liberación de la Tierra) y el FLA (Frente de Liberación Animal) irrumpieran destrozando mataderos, granjas, criaderos, carnicerías… Y lxs anárquicxs atacamos supermercados y restaurantes como Mc Donalds, conscientes de que eso no era alimento sino mercadería que nos envenena y debilita.
También decidimos y hace mucho tiempo, rechazar el control que el sistema de salud del Estado quiere constantemente imponer sobre nuestros cuerpos, uniformizando nuestras formas de nacer, de curar, de «higiene», de alimentación. También nos negamos a aceptar, indiferentes, el sistema de «salud mental» de la psiquiatría, conscientes de que esas son armas siniestras de la industria farmacéutica que controla buena parte del mundo, colaborando para formar una masa trabajadora medicada y conformada con la vida que imponen. En respuesta, siempre tuvimos acciones, desde lienzos hasta ataques contra farmacias y farmacéuticas, que marcaron nuestro afán de librarnos de la «industria de salud».
Lxs anarquistas, desde que comenzamos a decir nos anarquistas, cultivamos un sentido crítico que nos impide creer en los medios y voces oficiales de la dominación o de los falsos críticos, conscientes de que estos mensajes no rechazan a la autoridad, que no es nuestro rumbo, sino que llaman a la obediencia y a la normalidad. Con el pasar de los tiempos aprendimos pues, a desconfiar también de las nuevas tecnologías, de las «redes sociales» y de la avalancha desinformativa. Y, consecuentemente, atacamos sus antenas y canales de televisión, sus radares, los que nos controlan y vigilan día a día.
Nosotrxs nos negamos profundamente a obedecer, porque no reconocemos amos ni dioses ya que sabemos que su Dios, el dictador eterno, unido a los que dominan, es uno de los motores de la sumisión de la obediencia, de la falta de reflexión y decisión individual. Así, hace siglos que venimos quemando iglesias para liberarnos, con fuego, de ese dominio que adormece con esperanza a los que son explotados.
Y aún más, lxs anarquistas deseamos que el orden imperante se acabe e hicimos nuestra parte desde el magnicidio hasta la detonación de edificios.
Y al hacer una barricada, un día cualquiera, al quemar máquinas, bancos o unos carros de lujo, decidimos insistentemente, romper el flujo del capital, ese flujo que, los que aman el lucro, hoy día defienden a sangre, un flujo que sabemos garantiza el funcionamiento de la máquina.
Y mientras unos quieren que la máquina no pare, nosotros necesitamos destruirla porque es ella la que nos mata y enferma.
En resumen, porque los anarquistas decidimos atacar la dominación, hoy como ayer, no solamente alejamos nuestros cuerpos de sus venenos, nuestras mentes de sus manipulaciones y mentiras, sino que también nos preparamos para resistir. Como resistieron nuestros compañeros, años de aislamiento en las cárceles del F.I.E.S. (régimen de aislamiento en España), en las cárceles de los Estados Unidos y en todas las cárceles. Nos preparamos para resistir las torturas, como nuestros compañeros del caso «red» y Ilya Romanov en Rusia. Nos preparamos para resistir persecuciones eternas como Marco Camenish y Gabriel Pombo da Silva. Nos preparamos para combatir con todas nuestras fuerzas la vida de miseria que quieren imponernos, como combatieron, por casi 4 meses en las calles, los compas en Chile.
La paralización y la muerte del orden imperante es algo que siempre soñamos provocar, que el miedo no nos desconcentre. Las migajas del Estado no dejan de ser migajas a base de reformas en tiempos de crisis.
Por eso todo, y ciertamente por muchas más, por demasiadas razones de odio contra los que dominan, lxs anarquistas por la anarquía, no solamente llamamos a desobedecer, negándonos a retroceder frente a esta «crisis» globalizada. Llamamos a la desobediencia por la guerra social. Y estamos llamando, desde diversas partes del mundo, sin coordinaciones ni mandos, a desobedecer y no quedarnos en prisión domiciliar, pero nunca para que retorne la normalidad ni para defender ninguna
institución del estado, comercio o iglesia. No queremos una vida rendida al control, sino la vida libre que decidimos vivir, la que implica alto riesgo, la que nos hace correr la sangre en las venas. O sea, estamos llamando a desobedecer para estar donde siempre estuvimos: en defensa dela libertad y contra toda autoridad.
Desobedezca! Viva!
Anarquistas por la anarquía.