Era cuestión de tiempo que sobreviniera el diciembre de 2008. Al tiempo significó una ruptura total con el pasado reciente de Grecia. Fue precisamente esta combinación la que hizo que dichos sucesos fuesen tan particulares.
La creciente tensión social debida al desproporcionado despilfarro para los Juegos Olímpicos de 2004, al disparo de la deuda pública y al enriquecimiento de especuladores e inversores de la noche a la mañana, tuvo como consecuencia que la mayor parte de la sociedad saboreara el cruel modelo capitalista que está siendo aplicado al país.
En la noche del 6 de diciembre, cuando Alexis Grigorópulos fue asesinado por los golfos armados de la policía Epaminondas Korkoneas y Vasilis Saraliotis en el barrio ateniense de Exárjia, la gente tenía ya millones de razones para salir a la calle. No sólo era un asesinato de una grande gravedad simbólica ( un quinceañero asesinado en Exárjia, el barrio más radical de Atenas ), sino también la gente había llegado al límite. Una chispa prendió el fuego. Durante los próximos tres días en Atenas se desarrollaron incidentes y luchas callejeras con la policía sin parangón. Edificios públicos se convirtieron en blanco de los manifestantes y fueron ocupados. Símbolos del Estado y del capital se destrozaron. Durante las semanas siguientes las agitaciones se convirtieron en rebelión. Edificios universitarios fueron ocupados y albergaron asambleas de centenares de personas, así como medios de desinformación fieles al régimen en todo el país por los rebelados, los cuales quisieron transmitir su propio mensaje carente de cualquier tipo de mediación.
Gracias a la inmediatez e las redes de contrainformación, las noticias de la rebelión y a continuación la misma rebelión se propagaron rápido fuera de Atenas, en Tesalónica y los demás centros urbanos del país. Estas mismas redes transmitieron el mensaje de la rebelión fuera de las fronteras del país. Antes de finales de 2008, se realizaron por todo el mundo más de 200 movilizaciones de solidaridad.