En las primeras horas del 16 de septiembre de 2011, comenzó la operación represiva del desalojo de un gran edificio de tres pisos en Darlington (suburbio de Sídney). El edificio estuvo ocupado durante tres meses por estudiantes sin hogar, anarquistas y obreros, quienes tenían planes para convertirlo en un centro social que ofrecería también alojamiento a personas sin hogar. Los ocupantes habían construido ya una cocina para cenas comunitarias, habían pinchado la electricidad y habían preparado también muchos cuartos dispuestos para recibir personas. Se puede destacar que dicho edificio estuvo abandonado los últimos 7 años. Después de muchas horas, las masivas fuerzas de la policía australiana consiguieron allanar el edificio y lo desalojaron, a pesar de las barricadas y la resistencia de los ocupantes. Algunas personas se subieron al techo intentando atraer la atención de más gente pero finalmente la policía retiró a todos por la fuerza.
Dos días antes del desalojo, en el 14 de Septiembre, unos guardias de seguridad, contratados por la iglesia católica que reclama la propiedad, aparecieron en el lugar para intimidar a los que estaban durmiendo dentro. Después de una serie de mentiras y falsas promesas de que iba a haber algún tipo de acuerdo con la Archidiócesis de Sídney, los guardias acabaron por llamar la policía.
Las nueve personas que fueron detenidas durante el desalojo, enfrentan cargos judiciales y como predicen los anarquistas/antiautoritarios en solidaridad en su comunicado contrainformativo, el proceso continuará hasta el final de este año.
Lo más importante es que una vez más, algunas personas han perdido su hogar. La lucha por una vivienda digna no es algo que debe preocupar solamente a los militantes activistas que practican la ocupación para resistir a este sistema inhumano, sino también a todos aquellos que se encuentran en un estado de rápido empobrecimiento y no pueden pagar su renta o tienen hipotecadas sus casas. Desde Australia hasta Grecia y desde Sudáfrica hasta Brasil, los grandes empresarios (sea con traje eclesiástico, sea con corbatas) envían a sus perros policiales para ejercer la guerra sangrienta contra los oprimidos.