Sobre el derecho al aborto, no se negocia.
Respuesta a la posición oficial de Walter Bond sobre el aborto.
Con gran sorpresa leímos, el noviembre pasado, la posición oficial contra el aborto que hizo pública el luchador preso del Frente de Liberación Animal, Walter Bond. Se trata de un texto cuyos argumentos se han extraído de las más viles tendencias del conservadurismo cristiano, mezcladas con un poco de, supuesto, antirracismo y ecología. Otros de su argumentos consisten, meramente, en una inversión de la realidad.
Ante todo, debemos dejar claro que el aborto no es una práctica que se descubrió y expandió junto con la civilización industrial, tal y como pretende hacernos creer Walter, sino al contrario, se trata de una práctica amplia entre mujeres que tiene sus raíces en los inicios de la Historia e, incluso, la prehistoria. Durante muchos años, el hecho de que las mujeres controlaran cuántos hijos iban a tener y cuándo, se consideraba algo normal y completamente aceptable. Con la expansión del patriarcado y las religiones monoteístas opresivas, que tenían como objetivo proteger la propiedad privada, las mujeres se convirtieron en un objeto de reproducción de sucesores-herederos. A pesar de ello y durante siglos, las mujeres continuaron, a escondidas, realizándose abortos entre sí y sufriendo, por supuesto, las persecuciones respectivas, sea por la Inquisición, sea por sus maridos enfadados. ¿A estas prácticas quiere Bond que volvamos? ¿Considera que la lucha contra los vivisectores y los cazadores deba volverse en contra de las mujeres que luchan por su autodeterminación?
Durante los dos últimos siglos, las mujeres, al igual que los esclavos, han batallado heroicamente para obtener unos derechos fundamentales que no les fueron regalados. La práctica común del aborto, antes de su legalización, y que se sigue practicando hoy en día en los países donde el aborto es ilegal, se lleva a cabo en espacios inapropiados, sin tratamiento farmacéutico y con gran riesgo para la vida y la salud de estas mujeres, teniendo como consecuencia su exclusión social y penas de prisión, si fueran descubiertas. En la Italia católica, hasta mediados de los 70, el aborto era un crimen que se castigaba con la cárcel. No es nada accidental que la legalización del derecho al aborto tuviera lugar al mismo tiempo que la legalización de derechos que consideramos evidentes y necesarios para las mujeres.
El movimiento por la liberación de las mujeres, que tenía como parte integral de su lucha la legalización del aborto, no fue jamás un movimiento compuesto exclusivamente por mujeres blancas de clase media. Miles de trabajadoras, blancas y negras, en los Estados Unidos, se manifestaban, iban a la huelga y se enfrentaban a la policía por estas luchas. Al contrario, el movimiento feminista de mujeres burguesas se limitó al campo de la ética cristiana, ya que estas mujeres no tenían problema en tener un sin fin de niñxs, dado que ni tenían problemas de supervivencia ni criaban a sus niñxs ellas mismas, como las mujeres pobres. Así, actualmente, en los Estados Unidos, las mujeres que no tienen acceso al aborto no son otras que las pobres, sobre todo, negras. Debido a la inexistencia de un sistema de salud público y las enormes cantidades de dinero que exigen las clínicas para la operación y el tratamiento necesarios, muchas mujeres, desesperadas, recurren a métodos medievales. Lxs principales defensores de la abolición del aborto, actualmente, son mujeres y hombres de clase media y superior con un discurso fuertemente nacionalista y racista. Detrás de los ataques contra hospitales, médicxs y mujeres que realizan abortos, se encuentran organizaciones-ramas o imitadores del Ku Klux Klan, la organización nazi que es responsable de los asesinatos de cientos de afroamericanxs, durante los últimos 50 años.
El derecho a la «vida inocente» es el argumento más fuerte de la derecha cristiana, la misma que, claro, no tiene ningún problema con la masacre de cientos de animales, humanos o no. La pregunda sobre qué vida es inocente y cuál no, no se puede comparar, de ninguna manera lógica, con los sufrimientos de los animales no humanos por razones de la lógica especista que los mira como valor de uso para la vanidad humana. Un feto no es, en ningún caso, lo mismo que una vaca o un cerdo en una granja. Hay, entre estos, una diferencia, en relación con la actividad y obligación humana hacia cada unx. Para una mujer que se queda embarazada, se le pone el dilema de una vida diferente a la que vivía hasta entonces. La mujer debe, entre otras obligaciones, mirar por la sobrevivencia del hijx durante los próximos 10-20 años, dependiendo de las tradiciones culturales. Así, la prohibición del aborto no es meramente una prohibición de quitar una «vida inocente», como la proyectualidad de no comer carne, sino, al mismo tiempo, un compromiso forzado de por vida para las mujeres. Por tanto, lo de decir que el aborto es algo que no se deba hacer es, también, vivir forzosamente una vida que no has elegido. Exepto si aceptamos que la sexualidad es una función exclusivamente reproductiva que se debe llevar a cabo solamente por humanxs decididxs a procrear, entonces el único método contraceptivo es la abstención. Entramos de esta manera en una lógica que dice que las mujeres son máquinas reproductivas con la misión específica natural de la perpetuación de la especie humana, que la vida del bebé es más importante que la de la madre y, por eso, una mujer deba estar lista para sacrificarse, en cualquier momento, para realizar la «obra pía de la maternidad».
Una vez que Bond, al final de su posicionamiento, nos dice que si no estamos de acuerdo con él es porque estamos equivocadxs, le respondemos que no necesitamos un nuevo mesías, y aun menos uno que promueve la represión contra las mujeres. Es una paradoja, por parte de alguien que ha dedicado su vida a la liberación de los animales no humanos, el no comprender el derecho de las mujeres a su autodeterminación. Nuestra respuesta a la ética “hardline” de Walter es la retirada de nuestra solidaridad.