No me importa si ahora estoy en prisión porque tuve o no un juicio justo, o porque se cocinaron los cargos contra mí en una comisaría de la policía griega; ni siquiera si los medios de masas, como zougla, espresso y demás, tuvieran prisas por sus siguiente edición y, por tanto, escribieran lo que -o más bien, lo que lxs maderxs- les diera la gana sin corroborar sus afirmaciones mínimamente. No me importa porque no reconozco ni respeto ninguna ley o tribunal, por no hablar de esas “personas” que nos hacen cumplir las leyes y se ocupan de su implementación y propagación (desde el/la maderx más apáticx al/a la presidentx de la república). Sobre todo, dado que su único objetivo es preservar la desigualdad social, de ese modo, lxs ricxs siguen siendo ricxs y lxs pobres o se convierten en sus esclavxs o, al menos, incapaces de desbaratar este tipo de balanza. Quien quiera que entienda este sistema binario (opresor-oprimidx) puede explicar casi todo lo que ocurre a nivel político-económico.
Así, llego al por qué de la existencia de la prisión y, por tanto, también a por qué estoy yo en prisión. La prisión existe por dos razones. Una, para ser una fábrica de producción de miedos para aquellxs que se encuentran fuera de sus muros, para que nunca se atrevan a romper ningún marco tipificado por la ley -exigiendo más bienes tangibles y comodidades o más libertades (como se puede ver en las diferencias básicas entre presxs criminales o polítcxs); la otra, repartir venganza y aislamiento contra aquellxs que no se asustaron sino que se atrevieron a buscar algo mejor para ellxs mismxs o su clase social. Cualquier otra razón expuesta para justificar la existencia de la cárcel -por ejemplo, que esta pensada para asesinxs sedientxs de sangre, violadorxs lunáticxs y demás- no se usa más que para la afirmación moral de la sociedad. Después de todo, si esto no fuera sino una excusa para los gustos de dichxs delincuentes, con una sola prisión bastaría, en vez de las docenas que tenemos actualmente.
Para terminar mi primera carta desde prisión, dirigida a mis compas, me gustaría sugerir que cada una de nuestras luchas contra la autoridad, la ley y las prisiones debería tener como objetivo su total desaparición, y no su reforma o mejora en algo más justo o humano -porque eso significaría que aceptamos su carácter y solo discrepamos en detalles específicos. Así que mostrémosles que lo queremos todo limitando las conversaciones con ellxs a ataques incendiarios, saqueos y enfrentamientos- a menos que alguien crea que tenemos más posibilidades de ganar si pedimos las cosas por favor.
Un edificio en llamas es vandalismo
Muchos edificios en llamas son revolución
S.M., prisiones de Trikala, marzo de 2012
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