Creo que rendirse al enemigo cuando sufres un ataque y negarse a dar la batalla que te toca dar es, simplemente, una tontería. Decir, en el momento en que te están atacando, «yo no juego a tu juego», no aleja la derrota sino que corres el riesgo de dirigirte a la debacle. Despreciar al enemigo en el momento de la batalla no te hace superior.
La falta de capacidad elemental de percepción de las cosas y la incapacidad de ver y concluir lo que es obvio, es algo problemático. La obsesión con varias elecciones y comportamientos que se ha probado que te dirigen hacia la derrota es obsesión y adicción por el error. Cuando estas elecciones y comportamientos tienen que ver con asuntos individuales, normalmente, lxs que sufren las consecuencias son lxs que han cometido el error. Sin embargo, cuando estas elecciones se toman en nombre del colectivo y se propagan, por ejemplo, como revolucionarias y, aun más, como las únicas políticamente «puras» y dignas, cualquiera se da cuenta de que las consecuencias también son colectivas.
Desde el inicio de mi cautiverio, he opinado que la tribuna pública que se da a lxs anarquistas y a lxs presxs políticxs, en general, para que expresen sus posiciones y opiniones debe, de alguna manera, ser algo que se ganen y no algo que se dé por sentado por su condición de encierro y por la declaración de una identidad o de la integración en una organización. Por otro lado, en las cárceles, hay varixs presxs conocidxs como «comunes» que son muy buenos bombarderxs, incendiadorxs, atracadorxs, etc. No creo que, como anarquistas, podamos reconocer ningún valor en ello. Creo que la tribuna pública debe ser algo que cada presx políticx se gane, en cada ocasión, con su discurso. Claro que no me refiero al concepto de la capacidad retórica o de escritura, sino a la esencia de sus posiciones y opiniones. Con lo que se dice y, naturalmente, con lo que se hace, se caracteriza el/la anarquista y el/la revolucionarix, y no por las etiquetas que se cuelga cada unx.
El 25 de julio, se publicó un texto de Gerasimos Tsakalos, miembro de la Conspiración de Células del Fuego que, por lo menos para mí, es obviamente un uso erróneo de la tribuna pública. Según la lógica de que a la carne se la puede llamar pescado, entonces, a un malitencionado, apolítico e inmoral ataque se le puede llamar crítica (¡!). Una serie de inexactitudes y mentiras, tanto sobre mí personalmente y la huelga de hambre que realicé, como sobre el movimiento anarquista solidario que la apoyó, no se puede, de ninguna manera, considerar una crítica para cualquiera que leyera ese texto.
No habría entrado en el proceso de responder al ataque malintencionado que sufrí, como no lo hice en el pasado, sin embargo, en este caso, creo que es algo que personalmente me supera. No sé si y hasta qué punto, hay conciencia de ello, pero el texto del que hablamos es provocación pura y dura, que daña la credibilidad y el peso político del movimiento anarquista. Es amarillismo que abre el camino a sus enemigos oficiales. Hace lo que, básicamente, no se atrevieron hacer estos últimos, pero que usaron con placer (portada del periódico de Amanecer Dorado sobre este texto o a través de lxs cuervos periodistas del régimen, etc.). Por esta razón, creo que es necesario aclarar algunas cosas.
La huelga de hambre que realicé no fue una acción individual sino una lucha colectiva realizada –principalmente– por el movimiento anarquista, pero también por individuxs que, como iniciativa, sin pertenecer al espacio anarquista apoyaron esta lucha (amigxs, familiares y simpatizantes). El apoyo recibido por personas –digamos– motivadas por incentivos no políticos es un hecho y no tengo nada que decir sobre ello. Lo que tengo que decir es que la solidaridad es una relación solamente entre compañerxs. La solidaridad no es apoyo, no es una relación que nace de sentimientos de simpatía o antipatía, no nace de la sensibilidad o de la compasión, ni por la rabia y la indignación por las injusticias de lo bueno, lo malo, lo indispensable o no se qué otra cosa de sistema. La solidaridad es una relación de lucha. Es una relación-arma entre lxs luchadorxs en contra del sistema. En contra de todo sistema autoritario. Es un arma en las manos de lxs que luchan por la libertad. Reconozco solo a lxs anarquistas como mis compas y, con ellxs, realicé esta lucha ganadora en particular.
Por cierto, no faltaron también los que pensaron que podrían aprovecharse de la huelga de hambre que realicé, con el fin de sacar lucro político, para ellos y para sus partidos. Personalmente, no tengo que demostrar nada ni a nadie. Mi posición ha sido concreta y siempre la misma. Los partidos son, en su naturaleza, mecanismos hostiles al ser humano y su sociedad. Siempre han funcionado y seguirán funcionando a su costa. Se posicionarán siempre en contra y minando cada lucha sustancial y consistente por la liberación, independetemente de sus orígenes ideologicos.
Dejo en claro, pues, que jamás acepté que me visitaran miembros del parlamento en el hospital, como se ha escuchado, además de garantizar que sea lo más claro posible que esta decisión no fue debido a mi estado de salud, sino porque no quería que me visitaran. Jamás salí a saludar a ninguna concentración de partidos políticos fuera del hospital, sino solo la concentración de lxs compas anarquistas el 5 de julio, que fue decisiva no solo para encontrar las fuerzas para gritar que esta lucha se llevará «hasta el fin, hasta la victoria», sino que, además, realmente lo sentía.
Desafortunadamente, para lxs «impecables» e inmaculadxs críticxs, no podría en ningún caso controlar quienes están presentes en las concentraciones, en las marchas, o en las conferencias de prensa, o estar vigilando y correr a denunciar cada cosa que dice o propone cualquiera. Eso sería práticamente imposible y lo saben muy bien. Es obvio que lo que les importaba era lanzar lodo lo más rápido posible, antes de que se seque…
No sé qué experiencias similares tuvieron otrxs, pero en el cuarto en el que me encontraba en el hospital general de Nikaia, a parte de las rejas triples en las ventanas, me vigilaban 24 horas al día agentes de 3 unidades distintas, que acompañaban hasta a los médicos durante sus visitas, además de exigir escuchar cada cosa que se decía. Visitas podía tener una vez a la semana, de un cuarto de hora y, únicamente, de familiares de primer grado, con la presencia del guardia, literalmente, sobre mi cabeza. En muchos casos, hasta intervenían, sea de manera «amigable», o para pedir que habláramos más alto, para poder escuchar lo que decíamos. Por bastante tiempo, prohibieron la correspondencia (algo que cambió tras muchas broncas), mientras en algunos casos hubo censura en las actualizaciones impresas de Indymedia. Dos veces, tuve también el «placer» de recibir registros en el cuarto donde me retenían, recordándome los «buenos» tiempos de la cárcel. Las circunstancias se pueden caracterizar por lo menos asfixiantes. A pesar de todo, si hubiera tenido la posibilidad de intervenir a tiempo para cualquier cosa, no lo hubiera hecho porque me parece «poco» y «pequeño» hacerlo en el estado en el que me encontraba.
Me hospitalizaron el 17 de junio (es decir, al 14º día), con un informe del médico de guardia del hospital para presos de las prisiones de Koridallos. El informe se había redactado el 14 de junio estando pendiente, es decir, el médico opinaba que se me tenía que hospitalizar aún antes. Lxs presxs saben muy bien que al hospital no vas cuando quieres, sino solo si hay urgencia o cuando una situación o incidente no se puede tratar dentro de la cárcel, y esto vale también preventivamente y no solo en el momento del incidente. En este caso, se encuentra la huelga de hambre.
Concretamente, en mi caso, el hecho de que hubiera realizado otra huelga de hambre hace un año, fue la razón para que el médico de guardia opinase obviamente que sería mejor para todxs que me trasladaran a un hospital, en vez de mantenerme en la enfermería de la cárcel. Lxs carcelerxs no envían nunca a un/a presx al hospital si no existe una razón seria, e incluso si la hay, a menudo, no lo hacen. No son pocos los casos de presxs que terminaron muertxs en sus celdas, porque algun médico sin conciencia trató con ligereza el diagnóstico del estado de salud de un/a presx. Lxs que han pasado, aunque sea brevemente, por las mazmorras griegas saben que estos casos no son pocos.
En algún momento de la huelga de hambre y, debido a las continuas crisis de hipoglucemia, me dieron suero de glucosa, con el fin de evitar el peligro de muerte súbita, antes de que se reuniera el consejo que decidiría sobre la petición de mi excarcelación (¡!). Era algo que cualquiera puede entender que tuvo lugar en el marco de la continuación de una estrategia básica, para que tenga sentido lo que hacía. No fue nunca mi intención suicidarme. Mi lucha era por la libertad y, por lo tanto, por la vida misma. Para quienes no lo saben, el suero de glucosa no afecta a la pérdida de peso del huelgista de hambre y esto es algo que sabe quien haya llevado a cabo una huelga de hambre. Además, el azúcar en la sangre debe estar a niveles específicos. Eso no significa que cuanto más sueros tome unx, mejor. Si el azúcar está a niveles muy altos es igual de peligroso que en el caso de que este sea muy bajo. Sea uno, o dos, o veintidós sueros, para que se evite la muerte súbita, el azúcar debe estar estabilizado.
Lo que en realidad no entendí es qué quiere decir G.T. en el punto en el que se hacen algunas referencias a inocencia-culpabilidad.
¿Quién habló de inocencia? ¿Quién habló de injusticia? ¿Cómo llegamos a la conclusión de que creo/creemos que hay prisiones preventivas justas e injustas? ¿Que lxs anarquistas inocentes tienen que salir, mientras que lxs culpables se quedan dentro?
Obviamente, las preguntas son retóricas y, personalmente, no espero ninguna respuesta.
En cuanto a la albahaca y la maceta, si es este tipo de riego, pues os lo regalo…
P.D.: Este posicionamiento es el primero y el último en relación con está cuestión específica. Aclaro que no voy a abrir ningún tipo de diálogo. Creo que algo así minaría el espacio anarquista y no busco hacerlo.
Yo les recomendaría a todxs sobriedad y calma…
Kostas Sakkas