Las fiscalías buscan soluciones al descontento general escarbando en el pasado
En vez de aceite de ricino, delitos por asociación ilícita.
En los últimos años de crisis de este capitalismo a la italiana, donde los distintos Corleone de la política, entre copas de champán o prostitutas, a los que les traen sin cuidado las condiciones de vida de millones de personas que, claramente, continúan empeorando con fuerza, la fiscalía ha vuelto a la “vieja estrategia del uso sin ton ni son de los delitos de asociación ilícita” para intentar acallar y frenar las manifestaciones de enfado, insatisfacción y revuelta debidas al descontento general.
Una vez acabada la zanahoria, usan el palo, desde el estadio a las luchas ambientalistas, desde las luchas estudiantiles a las de lxs trabajadorxs y de lxs migrantes. Sin mucho problema, casi por costumbre, sacan los delitos de asociación ilícita, cada vez que les resulta cómodo, para el cierre de un espacio, un colectivo o de una realidad demasiado crítica con el Poder, incluso cuando la falta de fundamento y lo forzado de su aplicación es tan claro que molesta a los ojos de cualquiera, incluso a los propios jueces.
En Bolonia, donde la fiscalía ha intentando llevar a cabo un proceso por “asociación delictiva” contra 21 compañerxs, anarquistas y no, que frecuentaban y daban vida al centro de documentación “Fuoriluogo”, es el propio juez Santucci el que declara, en la audiencia el aplazamiento del juicio al 23 de abril, que la acusación de la fiscal Morena Plazzi es débil y está basada solamente en supuestos (sin que se impute ningún delito específico), pero a pesar de ello, está obligado, por equilibrios internos, a volverles a mandar a juicio. Y así, excluyendo a 6 compañerxs, manda a otrxs 15 a juicio.
La fiscalía de Bolonia no es la única en estos tiempos que quiere amordazar el disenso y el descontento en la ciudad a través de la distribución de delitos de asociación delictiva en vez de aceite de ricino, similares montajes judiciales, hechos en la piel de las personas en un claro intento represivo, ya se han visto en Lecce, Turín, Florencia, Rovereto y, hoy, en Val di Susa.
Casi en cada ocasión, después de grandes pérdidas de tiempo y de energías, estos procesos han terminado como agua de borrajas, pero esto no les ha quitado la posibilidad a los “señores” guardianes del Poder, a los diligentes fiscales y a las fiscalías de usarlos como pretexto para desencadenar arrestos preventivos, hojas de expulsión, registros y secuestros contra personas encausadas y el cierre de espacios y colectivos. El cierre de lugares muy importantes, sobre todo, por la riqueza de sus iniciativas y por la contribución dada al conjunto de las luchas, pero también muy amados por quienes los han vivido y por su capacidad de hacer realidad la utopía.
En Bolonia, después del cierre del centro de documentación “Fuoriluogo”, desde el 11 de octubre darán comienzo las primeras audiencias de una parodia similar contra lxs compañerxs que lo frecuentaban, acusadxs de “asociación delictiva con finalidad subversiva” por haber participado en iniciativas y manifestaciones públicas.