Oporto, Portugal: De las palabras a los hechos

Texto repartido en la jornada de solidaridad con presxs anarquistas en Casa Viva el 8 de marzo de 2014.

En los últimos años, se ha asistido un poco por todo el mundo a un aumento de acciones contra instituciones del Estado y contra objetivos del Capital. Como sería de esperar a un aumento de los ataques correspondió un aumento de la represión, resultando en el encarcelamiento de decenas de individuxs en las mazmorres del Estado. Desde Grecia hasta Chile, pasando por el Estado español y Brasil, por ejemplo, decenas de anarquistas se encuentran privadxs de su libertad, como consecuencia de las elecciones que hicieron y de haber llevado a la práctica el enfrentamiento directo con las estructuras del sistema

Del vasto arsenal a disposición del Estado contra sus enemigxs internxs y externos, la prisión se configura como el dispositivo más maquiavélico, pues no sólo actúa de manera brutal para lxs que se encuentran entre sus paredes sino que también cuelga constantemente el castigo sobre la cabeza de lxs que se encuentran fuera. Funciona así como un mecanismo de control social no sólo para lxs que están presxs sino también para cualquier individux que se encuentre en el lado de fuera de los muros.

Por otro lado, es obvio que la prisión tiene también una función excluyente, sirviendo para «poner fuera de circulación» a lxs que el Estado considera indeseables o peligrosos para el buen funcionamiento del orden. Podemos entonces hablar de una verdadera «limpieza social», donde miles de personas son enterradas vivas, tratadas como basura y aisladas de lo que se supone que es la parte limpia y saludable de la sociedad. Enterradas en un sitio donde cada paso es controlado, donde el tiempo (su tiempo) es definido por el reloj que otrxs hacen funcionar a su favor, donde, en resumen, sus vidas se encuentran en las manos de sus captores.

Obviamente, es necesario todo un arsenal más de códigos, leyes, jueces y policías, para que toda esta arquitectura de dominación pueda funcionar. Se impone entonces la necesidad de un sistema jurídico basado en la falacia inocente/culpable y que tiene como corolario el crimen/castigo. El hecho de que el crimen sea un concepto relativo, histórica y socialmente construido y, por eso, mutable, requiere de un auténtico golpe a los riñones por parte del Estado que es obligado a hacer que, sean los que sean el crimen y la ley que lo castiga, se perciban como cosas esculpidas desde tiempos inmemoriales. O sea, para que la ley pierda su carácter político debe hacerse entender como absoluta e inmutable. Frente a esto, independientemente de los motivos que llevasen a alguien a encontrarse en una situación de cautiverio, cualquier presx es antes de nada un/a presx políticx pues todo el sistema que lo castiga y condena está basado en instituciones y reglas que se deben más a la política que a cualquier otra cosa.

Es de mencionar también todo el complejo económico creado a partir de los sistemas jurídicos y penitenciarios. En este auténtico «circo de fieras» donde abogados, jueces y empresas prestadoras de servicios (desde alimentación y limpieza hasta las empresas de seguridad privada) se empujan para ver quién se lucra más con la miseria ajena. La verdad es que nos encontramos aquí en un campo que genera sus ríos y ríos de dinero, y que da de comer a mucha gente. Desde todo el proceso en el tribunal con sus costes, recursos y multas hasta, ya dentro de los muros, las empresas que se lucran con toda la organización logística de la prisión. Por otro lado, la idea de que el/la presx deberá ser también una fuerza productiva y de que la inserción en la sociedad debe obligatoriamente pasar por el trabajo, proporciona auténticas situaciones de trabajo casi esclavo, donde lxs presxs trabajan casi a coste cero para las más variadas y reputadas empresas.

Como se puede ver la prisión existe no sólo para «rehabilitar individuxs con tendencias antisociales», sino también para aumentar los lucros de varias empresas y dar trabajo a respetables doctores y agentes del orden, mezclando así lo útil a lo agradable.

Concluyendo, vemos que la prisión va mucho más allá de sus muros, que envuelve un amplio sistema de dispositivos legales y de grupos y empresas que la sustentan y se lucran con ella. Ante esto, las posibilidades de un ataque a las prisiones se multiplican. Todos los ejes están conectados, a todos es posible atacarlos, todos van de la mano. Un ataque a cualquiera de ellos, es un ataque a todo este sistema de tortura.

Por la destrucción de todas las cárceles y de la sociedad que las crea.

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