Ante todo sin arrepentimientos
Por estos días se han cumplido 9 años desde que se desatara la frenética búsqueda y captura contra Freddy, Marcelo, Juan y Carlos, dentro del llamado Caso Security, tras un robo, enfrentamiento y muerte de un policía.
Resulta difícil -si no imposible- hacer un resumen de un caso tan plagado de combates, marcas, solidaridades, gestos de bravura ante los salones de la democracia, desde las prisiones de diferentes territorios, ante la carroña de la prensa y siempre activos en el fructífero intercambio entre compañerxs.
Pero aun cuando sea imposible incluir todos los momentos, creemos necesario hacer un repaso, reflexionar, no olvidar, compartir desde la iconoclastia, conocer experiencias para ir nutriendo desde la autonomía y la horizontalidad, nuestro propio sello negro de confrontación al poder.
Recordar no para idealizar un pasado, para añorar repetir calcadamente un suceso, sino que recordar para fortalecernos en la reflexión, con perspectiva a un futuro de permanente conflicto.
¿Qué es lo que hermana y acerca con los compañeros de este caso?, ¿qué es lo que tanto molesta a la policía, la justicia y los esbirros periodistas?… nada más, pero nada menos que el sello insumiso, la decisión de no rendirse ante nada y ante nadie, el no sometimiento, la no renuncia.
Los compañeros, de pasado marxista, ya sea en la calle o la prisión fueron conociendo y transitando senderos autónomos, rompiendo en la teoría y la práctica con estructuras jerárquicas de organización. Encendiendo así una línea de fuego entre el mando y la obediencia, nutriéndose de pulsos negadores de la autoridad.
Tanto Fredy, como Marcelo, Juan y Carlos, han transitado por diferentes cárceles, con más o menos hostilidades de parte de los carceleros y han mantenido, propagado y contagiado una actitud de permanente ofensiva, de constante conexión con el enfrentamiento fuera de los muros, aportando a la agudización del mismo.
Así se eleva un propaganda negra, en los hechos mismos de combatir desde dentro de una prisión, tanto a espera de juicio como ya siendo condenados, sin lugar para tiempos muertos.
Todos ellos, con diferentes tiempos y variantes, optaron por transitar caminos clandestinos, evadiendo los ojos del poder, enfrentando diversas amenazas e infamias, pero nunca aplacando las ganas de continuar subiendo el pulso de los corazones en combate.
Fueron detenidos todos, es cierto, descubiertos sus pasos, pero ninguna de las posteriores condenas, borrarán el tiempo de punzante libertad expropiada a la normalidad de la ciudad. La evasión, la clandestinidad, será siempre un gesto digno, de no sometimiento, sin importar como éste termine, será siempre un aporte a la marea contra la autoridad.
Aquello es necesario recordarlo, más aún cuando en distintas partes del mundo y en este territorio, diversxs compañerxs se evaden de las jaulas, agudizando los sentidos para evitar al cazador y sus leyes. Nuestra energía, también les acompaña.
Porque nada está acabado y todo continúa…
Complicidad Insurrecta para Freddy, Marcelo y Juan
Declarados enemigos de la policía y el poder
Presxs a la Kalle!
«Vamos a oponernos como enemigos a los carceleros del alma, los alaridos de la guerra tienen que ser escuchados al mismo tiempo, dentro y fuera de las rejas. El ataque ahora, por todos lados, contra todo…» –Panagiotis Masouras-
Rememorando parte de nuestra historia negra….
En pleno centro de santiago, la predecible rutina financiera del Banco Security, es alterada al recibir la irrupción de una banda de sujetos decididos y dispuestos a expropiar.
Con el guardia reducido, las salidas cubiertas, las cajas copadas, con cada uno de los integrantes cumpliendo una labor determinada, el cronómetro va marcando su avance inexorable. Al grito de «tiempo!!» la banda sale del lugar, distribuyéndose por diferentes calles, evitando las miradas del ciudadano-policía.
Desde el banco se da la señal de alarma, desplegando a los distintos esbirros policiales que refuerzan el control y la vigilancia en el sector. Buscando cerrar el perímetro, un motorista de carabineros intenta controlar la identidad de dos personas que avanzaban en motocicleta por un costado del Cerro Santa Lucía.
Los hechos se aceleran, la confrontación se agudiza, se escuchan disparos, gritos y el rugir de motores. El cuerpo del agente represivo yace en el suelo…
Los guiones cinematográficos se separan de la vida real por el peso de los acontecimientos. Esto no es ficción, es un pasaje más de guerra, ocurrido la mañana del 18 de octubre de 2007.
En un intercambio de disparos, el policía fue menos hábil y terminó muerto. Si hubiese herido o liquidado a cualquiera de los atracadores habría sido un héroe, hoy es ungido como mártir, desplegando en todos los tonos el monopolio de la violencia. No nos sorprende, ni siquiera impresiona, es solo la decadente fotocopia de distintos momentos históricos.
Esa mañana de octubre todos los integrantes de la banda lograron huir, de ahí en más las empresas comunicacionales repetirían las imágenes del atraco una y otra vez, mientras el cuerpo herido y sangrante del policía era exhibido acompañado de una conmovedora banda sonora de fondo. Así se iba orquestando la venganza…
Una entidad bancaria había sido robada, un esmerado carabinero asesinado, esos eran los hechos, alguien debía ser juzgado por aquello y pagar con la propia vida, para así acallar las críticas de quienes esgrimen la paz social para aumentar sus privilegios.
Casi inmediatamente se fue deslizando la tesis de antiguos miembros de grupos político militares y subversivos como parte o totalidad de la banda expropiadora. Modos de operar, desenvoltura y hasta lenguaje utilizado iban avalando la versión oficial y aumentando la sed de sangre…
Se desata la Cacería
Recién entrado noviembre la policía detiene a un supuesto miembro de la banda, quien tras ser presionado y amenazado, termina incriminando a 4 personas más. El detenido es un «delincuente común» pero lo que entrega en bandeja es precisamente lo que persiguen los cazadores.
Así 3 antiguos miembros del Movimiento Juvenil Lautaro, que habían recibido diferentes condenas por acciones de guerrilla urbana durante los años 90, más un antiguo miembro del Movimiento de Izquierda Revolucionario son presentados como los responsables del atraco al banco Security, sindicando a dos de ellos como quienes dispararon al cabo de carabineros Luis Moyano.
Los compañeros Fredy Fuentevilla, Juan Aliste, Marcelo Villarroel y Carlos Gutiérrez son apuntados por la mirilla cazadora, el escenario inquisidor está listo, dispuesto y expectante, pero algo falla, borrando la sonrisa del extinto General de Carabineros Alejandro Bernales.
El rastro de cada uno de ellos se ha perdido, no logran detenerlos, aun contando con todos los recursos, el personal y las artimañas jurídico-policiales necesarias para ello, constituyendo una afrenta al prestigio de cualquier institución represiva.
Entonces y en un desesperado intento, se levanta un grosero operativo comunicacional, donde la policía exhibe reiteradamente las fotografías de los perseguidos, comparándolas con las imágenes del atraco, buscando individualizar a cada uno de ellos, en una secuencia que solo pretende generar denuncias de posibles testigos.
Así los rostros de los compañeros son expuestos y analizados desde los salones del poder, que con lupa periodística-policial encima, anhela obtener pistas que permitan estrechar el círculo sobre cada uno.
«Caminan con la muerte» diría el General de Carabineros, con la amenaza clara de lo que esperaban producir. Como en tantos otros pasajes a lo largo de la historia, la cacería se iría desarrollando con velocidad fulminante y cual viejo oeste, la búsqueda y captura perseguía en realidad el aniquilamiento total de quienes eran apuntados como culpables.
Pero entre la histeria mediática, el berrinche policial, los allanamientos, el hostigamiento a las familias y entorno afectivo, la amenaza y castigo a las expresiones solidarias, los meses continúan su avance y la huida de los prófugos es un innegable y potente saludo a la permanente insurrección.
Evadiendo fronteras
Una noche de marzo de 2008, Freddy y Marcelo son detenidos en la provincia de Neuquén, Argentina, entregados a la policía por los guardias de un local. La prensa chilena festinará con el hecho, deslizando que ambos se encontraban bebiendo festivamente.
Tanto en este caso, como en cualquier otro, en lugar de digerir automáticamente las infamias de la prensa o los personeros de cualquier gobierno, nos parece importante escuchar/ escucharnos entre compañerxs, nunca hacer propio el discurso de cualquier oficialidad.
El sendero clandestino trae aparejado un sinnúmero de adversidades, de situaciones que a velocidad explosiva pasan de la normalidad a la hostilidad desatada, generando un control policial más o menos violento.
Fácil es difamar desde la tranquila rutina ciudadana, señalando que otrxs se han equivocado en sus pasos ilegales, esa actitud infame en definitiva también es parte de lo que separa el mundo de la comodidad con el de la confrontación.
Los compañeros son detenidos portando armas, generando exaltación policial en ambos lados de la frontera. Al igual que en tantos otros casos, como el reciente de Mónica y Francisco (secuestradxs y luego condenadxs a 12 años de prisión por el Estado español), se inicia una coordinación y alianza entre los diferentes Estados con sus respectivas policías.
El poder se beneficia mostrando detenciones, en una supuesta eficacia represiva, vanagloriándose inclusive de aquello que no ha logrado por su propia pericia, sino que más bien ha llegado por el cruce de diferentes caminos o impensados azares.
Cara a cara con el enemigo
El Estado chileno pedirá la extradición de Freddy y Marcelo, mientras se van extendiendo los lazos solidarios entre diferentes entornos del otro lado de la cordillera, que con hermosos gestos de entrega y compromiso fueron acompañando aquel tiempo de demencial encierro.
Hostigamiento, traslados, castigos, aislamiento, tan propios de cualquier centro de extermino, pero exacerbados cuando deben aprenderse códigos, jergas y ritmos de un nuevo territorio, condimentado además con el desprecio patriota de los carceleros.
El tiempo de prisión en Neuquén avanzará siempre intenso, incluyendo la detención de una compañera solidaria, acusada de intentar ingresar explosivos para un plan de fuga de los compañeros. Habrá sin duda muchos pasajes más de confrontación, conocidos por pocxs, que no se pueden resumir en unas cuantas líneas, parte de un período de innegable combate al poder.
En diciembre de 2009 son finalmente expulsados a Chile, al cumplir la mitad de la condena por porte de armas, aquí los esperaba la parafernalia grandilocuente tan propia de la policía de investigaciones, que había dispuesto todo un escenario para la ocasión.
Buscaban exhibirlos como cazados animales, pero la ferocidad de quien es indomable siempre desborda cualquier circo o zoológico, los gritos de orgullosas elecciones de vida aún resuenan en la memoria de todxs quienes despreciamos cualquier autoridad. La sección de máxima seguridad, dentro de la cárcel de alta seguridad será la prisión donde se encerrará a ambos compañeros.
En julio de 2010 Juan es detenido en Buenos Aires y expulsado inmediatamente a Chile, para el delirio de la policía local, que aún sin concretar la venganza tal y como la querían, podían prever el largo proceso judicial que se venía.
Hacia el final de noviembre de 2013, durante la preparación del juicio, Carlos es detenido en territorio mapuche, dejando atrás 6 años de clandestinidad.
Tras un largo juicio que incluyó hasta el supuesto desbaratamiento de un plan de fuga desde el centro de justicia, fueron declarados culpables y sentenciados a diferentes condenas:
Juan fue condenado a 42 años, por el homicidio de Moyano, homicidio frustrado de otro carabinero y la participación en dos robos a bancos.
Freddy fue condenado a 15 años por homicidio frustrado y robo a un banco.
Marcelo recibió una condena de 14 años, por robo a dos bancos, esto implica la reapertura de una condena anterior de 40 años.
Carlos es condenado a 650 días de presidio efectivo, asumiendo participación en el robo al banco Security.
Pasan los años, se dictan las sentencias, cambian los gobiernos, se modifican entornos, pero lo que no cambia es la voluntad de lucha, el hambre de guerra, la sed de conflicto permanente contra la autoridad. La garra extendida, desde ambos lados del muro, para seguir forjando lazos de complicidad, para seguir esparciendo semillas negras de insurrección.
Se nos ha tatuado en el alma, tras tanto momento de confrontación, que pese a cualquier contexto y cualquier adversidad, siempre se puede, por más alto que se vea un muro, es solo eso, se puede derribar…
Contra toda forma de dominación.
Hacia donde el conflicto nos lleve, siempre dignxs en el combate…
Freddy, Marcelo y Juan a la kalle.
Fuego a todos los centros de exterminio.
Anárquicxs por el Incendio
Nov. 2016