13 de marzo, algún lugar de Santiago.
Refugiados por la noche, reunimos los materiales dispuestos a enfrentarnos en un ejercicio por la memoria, esta batalla será siempre más fácil que combatir el olvido.
Luego de caminar un rato, arrojamos “miguelitos” en la carretera para causar el mayor daño posible a los automóviles que circulaban por ahí, después nos acercamos a una empresa de correos, reímos juntxs al escuchar el impacto de las piedras contra los parabrisas de sus autos. En ese momento vimos luces de linternas. Nos buscaban. Huimos corriendo, junto a nosotrxs, un compa de cuatro patas acompañaba la acción.
Lejos del peligro, ahora nos dirigimos al próximo objetivo, una iglesia, a la que decidimos apedrear, buses del transantiago también fueron atacados, posteriormente saboteamos los candados de una carnicería. Terminada la acción salimos de ahí rápidamente, nos agitamos y volvemos a la calma.
Hacemos un alto en nuestras vidas, abriendo paso al vandalismo, para recordar a Javier Recabarren, este pequeño que con su convicción por las ideas supo despertar en nosotrxs emociones de todo tipo, llegando a contagiar el cuerpo.
Hacemos memoria por lxs que no están.
Por lxs que están dentro de las jaulas, y aquellxs que nos acompañan en este lapsus de vida.