A principios de julio de 2017 tuvo lugar en Hamburgo la reunión del g20. Representantes de los países dueños de la economía mundial, planeaban durante dos días como seguir manteniendo ese sistema de miseria, explotación y muerte. Manifestaciones, bloqueos, sabotajes, enfrentamientos con las fuerzas del orden, saqueos… (al igual que ataques descentralizados las semanas previas) pretendieron, y lograron durante muchos momentos, interrumpir el normal funcionamiento de esta cumbre.
El 6 de junio, el día que llegaban los políticos, acompañados de sus más de 6000 delegados, seguidos en todo momento por más de 3000 periodistas y protegidos por unos 10000 policías, estaba convocada una manifestación anticapitalista bajo el lema de Welocome to Hell.
Miles de personas intentaron recibir a los dirigentes con una gran marcha alrededor de la ciudad. Cuando la cabecera no había avanzado ni 50 metros, la policía cargo con porras, gases y cañones de agua contra la gente sin que mediase provocación ni incidente previo ninguno, lo cual no es de extrañar, ya que el estado no mide su represión como una respuesta, si no en su capacidad de golpear a unas determinadas ideas y prácticas. Dejemos de pensar en nuestro actuar en base a las medidas coercitivas, elijamos el momento de la confrontación.
De hecho parece que es lo que concluyó mucha gente esa misma noche, cuando decenas de pequeñas hogueras iluminaron una ciudad sitiada y con el tráfico restringido a las furgonas de policía, los tanques y los camiones de agua.
Amaneció todavía con olor a humo. La consigna de ese día era boicotear, en la medida de lo posible, el traslado de los mandamases que se encontraban reunidos con la intención de desplazarse a un concierto, e interrumpir en el puerto (el segundo mayor de Europa), aunque fuese durante unos instantes, el flujo de mercancías.
Con mayor o menor éxito se realizaron pequeños bloqueos, performances varias, barricadas… hasta que a partir de las 8 de la tarde, en el céntrico barrio de Altona, comenzaron los enfrentamientos masivos con la policía. Con un saldo de más de 200 maderos heridos, las escaramuzas duraron hasta bien entrada la madrugada. Además estas fueron alegremente acompañadas por saqueos a supermercados, destrucción de bancos, inmobiliarias, parquímetros, por barricadas y coches de lujo ardiendo, poniendo la nota de color a esa calurosa noche estival.
Para el último día de la cumbre estaba pensada una tranquila manifestación unitaria que recorrería la ciudad, y efectivamente lo hizo. Pero a la vez, los policías, desbordados el día anterior y con una escasa o nula capacidad de ejercer detenciones, iniciaron una caza por toda la ciudad. Cualquier persona con la mala fortuna de llevar guantes, una mochila negra, impermeables o ropa para embozarse era sospechosa. Con especial atención a personas con nacionalidad española, italiana o francesa. Cientos de personas fueron conducidas al centro de detención temporal habilitado para la ocasión: dos hectáreas de terrenos rodeadas de alambre de espino, y rellenas de contenedores de barco, que hacían las veces de celda.
El estado iniciaba, así, su vendetta.
Docenas de personas han estado o siguen imputadas, muchas de ellas con prisión preventiva o continúan allí. La respuesta solidaria tampoco se ha hecho esperar. Eventos con fines informativos o recaudatorios han recorrido toda Europa. Al igual que acciones y sabotajes nocturnos, así como ataques a bancos y embajadas.
En el estado español ha habido dos grandes operaciones orquestadas desde la fiscalía alemana y ejecutadas, como no podía ser de otra manera, por la Audiencia Nacional. En mayo de 2018 se llevo a cabo la primer oleada, con registros en centros sociales y domicilios particulares en Madrid. El último episodio ha tenido lugar este último octubre, con nuevos registros en Madrid y Palencia.
La coordinación policial a nivel europeo busca aumentar la eficiencia represiva de los estados. Pretende perseguir las redes de solidaridad y amedrentarnos. Quieren que tengamos miedo. La revuelta de Hamburgo les dolió; un intento de demostración de fuerza por su parte terminó evidenciando la posibilidad de golpear en el corazón de la bestia del Capital y el Estado.
Sus golpes represivos deben de tener respuesta. El único horizonte que tenemos en mente es la continuidad de la lucha. Hamburgo fue un chispazo, un fogonazo, un rastro de un conflicto, de una guerra social. Una guerra que continuará hasta la total destrucción del capitalismo, el Estado y la autoridad.
LIBERTAD PARA TODXS LAS PRESXS
LA GUERRA CONTINÚA
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