Pasaron dos años desde que gendarmería entró a los tiros, allá lejos, a un pedazo de tierra donde, al día de hoy, todavía vive una comunidad mapuche. Entraron a los tiros porque ese pedazo de tierra tiene un dueño, un dueño que tiene una cantidad inmensa de pedazos de tierra y le molesta que exista gente que ocupe uno de estos. Esa es la justificación para que el Estado entre con sus balas, para las torturas y persecuciones, para la cárcel, para la muerte.
Parece frívolo salir a la calle en esta fecha, como sí un par de números en un calendario tuviesen más sentido que otro par de números a la hora de encontrarnos pero en ningún momento de estos dos años nos olvidamos del Lechu. Intentamos, de alguna forma, continuar “la lucha”, palabras grandes que usamos a veces para decir solidaridad y acción directa.
Porque eso es lo que estaba pasando en Cushamen, solidaridad y acción directa. De esa forma estaba el lechuga ahí, compartiendo y apoyando una lucha que no nos es ajena, que es la lucha por la vida y la dignidad, contra el Estado y la propiedad privada.
En este tiempo el Estado siguió cumpliendo su rol, con más presos/as aunque las cárceles estén colapsadas, con mas vigilancia y control, con mas policías en las calles dispuestos a matar para defender la propiedad ajena. En dos años el Estado acumulo varios muertos mas, asesinados en los barrios, las cárceles y las comisarías.
La otra pata del Estado, los partidos políticos siguieron haciendo su trabajo también, pacificando y canalizando la bronca hacia sus urnas.
Como en su primer momento actuaron de policías señalando gente al grito de “infiltrados” o cuidando a la catedral y la policía de alguna posible piedrazo hoy siguen jugando el juego del buen ciudadano.
Partidos de izquierda y sectores progresistas llaman a participar de este servicio cívico voluntario que es el circo electoral porque saben que cuando se deja de canalizar la bronca esta estalla y forja lazos solidarios que pueden ir en contra de sus intereses. Apuran a “les jóvenes” a empadronarse y votar por ellos, que son modernos y entienden que la violencia es cosa del pasado, la protesta tiene que ser una fiesta. Una fiesta de la democracia.
Hace poco tiempo alguien que sabe lo que es perder a alguien a manos del Estado dijo que “hay veces que hay que romper el mundo para volver a hacerlo”, y hoy parece que lo único que tenemos que hacer es agachar la cabeza y aceptar. Nos mataron al Lechu, de la misma forma que asesinaron a Rafael, a La China, a Maxi y a Dario, a Mariano, Luciano y tantos/as tantos/as otros/as… y nos quieren hacer creer que lo que tenemos que hacer es exigir justicia a quienes los asesinaron. Lo que tenemos que hacer es salir a romper el mundo. No pedimos ni exigimos nada!
Algunos/as Anarquistas