Recibido el 10/04/2020:
La crisis del COVID-19 no ha hecho más que dejar en evidencia el enfermizo mundo en el que vivimos. Es ahora cuando muchas personas se percatan de que el Estado y los grandes poderes económicos, nos someten a una vida de esclavitud en la que dependemos de un salario que nos de para poder pagar un hogar, la comida o las necesidades básicas, y con lo que nos sobre, contribuir al mantenimiento de este sistema, con un consumismo que nos han implantado en nuestro ADN.
Es ahora cuando las paredes de la cárcel se difuminan con las de nuestras calles, viendo como algunas de sus prácticas de dentro se suceden también fuera. Bajo un ensañamiento policial exacerbado, las vejaciones, las humillaciones y los golpes cobran forma, convirtiendo nuestras vidas en un arresto domiciliario o una suerte de tercer grado impuesto mediante el miedo, la represión y el control social.
Es ahora cuando nos damos cuenta de los privilegios o carencias que tenemos y tienen nuestros vecinxs.
Es ahora cuando nos damos cuenta de que la sanidad, la vivienda o la alimentación, pueden llegar a ser un privilegio, si permitimos que sigan haciendo con nosotrxs lo que quieren.
Mientras las calles están vacías por imposición, hay quien decide salir al balcón a hacerle el trabajo sucio al Estado, hay quien decide salir a aplaudir para “apoyar” a lxs médicxs. Nosotrxs elegimos seguir luchando. Porque frente a su control y su represión, solo vale seguir luchando.
Porque hay quien no puede meterse en casa, porque como hemos dicho antes, la vivienda ya es un privilegio al que no todxs tienen acceso. No esperamos que el Estado o las iniciativas privadas vayan a poner solución a estas problemáticas, ya que son los principales interesados en mantener este orden social. El mercado inmobiliario primero creó esa “burbuja” que después acarreó aquella crisis económica de hace 12 años, a la que todo el mundo teme como el fantasma del pasado. En los últimos años ha subido el precio del alquiler hasta llegar a unos niveles que lo hacen, cada vez, menos accesible. Por todo esto, hemos llamado a la huelga de vivienda, porque no vamos a pagar ni las hipotecas ni los alquileres, porque no podemos, y si pudiésemos, por solidaridad con lxs que no pueden.
Pero no nos vamos a quedar aquí, aunque nos hayan hacinado en nuestras casas, en pabellones o debajo de un puente, no vamos a parar. Frente al Estado y la especulación inmobiliaria, solo nos queda hacerles frente. Y por ello, hacemos un llamamiento, como nuestrxs compañerxs de Berlín, a okupar, para que la vivienda no sea un privilegio. Porque entendemos la okupación como un método de lucha frente a la propiedad. Continuaremos liberando espacios, que ahora más que nunca son necesarios.
¡Por eso nosotrxs okuparemos, únete!
¡Okupa tú también!