Recibido el 17/04/2020, aparecido originalmente en la publicación Madrid Cuarentena City:
“Es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos.
Para tranquilizarse mientras cae al vacío no para de decirse:
Hasta ahora todo va bien.
Hasta ahora todo va bien.
Hasta ahora todo va bien…
Pero lo importante no es la caída,
es el aterrizaje.
Como en la metáfora de la película francesa de La haine, vivimos en un mundo que venía condenado al desastre. La destrucción continuada de los ecosistemas para extraer materias primas, la degradación sistemática de la corteza terrestre por los monocultivos y la agroindustria, la expulsión o aniquilación de especies, la transformación de los océanos en estercoleros, los daños irreversibles en la capa de ozono… han tenido un avance exponencial en los últimos años. Nos han encaminado hacia una más que evidente transformación, para mal, de la vida en la tierra.
Al mismo tiempo, hemos generado sociedades aniquiladoras de lo diferente, enemigas del riesgo y la aventura. Perpetuadoras de jerarquías y autoridades Esclavas de un sistema económico que prima el discurrir de la mercancía por encima de todo. El beneficio como única ideología. En las que lo virtual se impone a lo real. La simulación a la experiencia.
Estas últimas semanas se iniciaron campañas en lugares como Italia o España en la que se pedía a niñxs que dibujasen carteles con arcoíris y el mensaje “todo va a salir bien” o “andrá tutto bene” para luego colgarlos en los balcones o edificios públicos. Lamentablemente, este iluso e inocente mensaje implica complacencia con todo lo anterior, un anhelo de regreso a una realidad autodestructiva para las personas y perjudicial para nuestro entorno.
Y todo esto lo hemos ido acompañando con una autoinculpación, considerando a los individuos como culposos agentes responsables de la transmisión de un virus, cuando es evidente que las enfermedades no se convierten en pandemias por el hacer de unas cuantas personas, se necesitan, y desde luego se dan y se daban, una serie de condiciones de infraestructura (como el hacinamiento en grandes ciudades, por ejemplo), ambientales, de movimiento, etc
Asumimos, entonces, los mandatos en tono paternalista y patriarcal, de quedarnos en casa por nuestro bien y el de lxs demás. Pero cuando se nos prohíbe ir solxs, o con las personas con las que compartimos casa, por la calle, ¿estamos respondiendo a criterios médicos o de orden público?
Mientras, aplaudamos en los balcones y colguemos carteles… pero quizá no va a ir bien. Es posible, incluso, que hagamos lo que hagamos no vaya a ir bien. Las posibilidades de recuperación del planeta son infinitas, no lo es tanto, sin embargo, que en este resurgir tras las cenizas podamos seguir existiendo como especie. Pero no vamos a negarnos el placer de disfrutar de este trayecto, aunque sea el último. Vamos a enfrentar, pelear, experimentar, imaginar… Señalar y golpear a lxs responsables de esta realidad y alejarnos con nuestras prácticas de su perpetuación.
Otro mundo es posible, decían los clásicos eslóganes izquierdistas, otro final del mundo es posible, es la consigna que no nos queda más remedio que adoptar, y lo hacemos con pasión. Muchxs sin esperanza, pero con la llama en los ojos de cuando estás tan cerca que puedes asomarte al abismo.
En inglés:
Everything will be fine
It’s the story of a man who falls from a 50-story building.
To calm down as he falls into the void he keeps saying to himself:
So far so good.
So far so good.
So far so good…
But it’s not the fall that matters, it’ s the landing.
As in the metaphor of the French film “La haine”, we live in a world that has been condemned to disaster. The continued destruction of the ecosystems to extract raw materials, the systematic degradation of the earth’s crust by monocultures and agro-industry, the expulsion or annihilation of species, the transformation of the oceans in dunghills, the irreversible damage to the ozone layer… has had an exponential advance in recent years. They’ve put us on a path which is more than evident a transformation, for the worse, of life on earth.
At the same time, we have generated societies that are annihilators of the different, of the enemies of risk and adventure.The perpetuation of hierarchies and authorities, slaves of an economic system that puts the flow of goods above everything else. Profit as the only ideology. In which the virtual imposes itself on reality. The simulation to the experience.
In recent weeks, campaigns were launched in places like Italy and Spain asking children to draw rainbow posters with the message “everything will be fine” or “andrá tutto bene” and then hang them on the balconies or public buildings. Unfortunately, this illusory and innocent message implies complacency with all of the above, a yearning to return to a reality that is self-destructive for people and harmful to our environment.
And all this has been accompanied by self-incrimination, considering individuals as guilty agents responsible for the transmission of a virus, when it is clear that diseases do not become pandemics because of the actions of a few people, for that a series of infrastructure conditions (such as overcrowding in large cities, for example), environmental conditions, movement conditions, etc. are needed, and of course they are and were given.
We assume, then, the orders to stay at home for our own good and that of others, in a paternalistic and patriarchal tone. But when we are forbidden to go on the streets alone, or with the people we share a house with, are we responding to medical or public order criteria?
Meanwhile, let’s clap on the balconies and hang signs… but maybe it won’t go well. It’s even possible that whatever we do won’t go well. The possibilities for the recovery of the planet are infinite, it is not so much that in this resurgence from the ashes we can continue to exist as a species. But we are not going to deny ourselves the pleasure of enjoying this journey, even if it is the last one. We are going to confront, fight, experiment, imagine… pointing out and hitting those responsible for this reality and moving away with our practices from its perpetuation.
Another world is possible, said the classic leftist slogan, another end of the world is possible, is the slogan that we have no choice but to adopt, and we do so with passion. Muchxs without hope, but with the flame in the eyes when you are so close that you can look into the abyss.