Comunicado recibido en español con las traducciones en inglés, alemán y francés el 29/09/2020:
En la cuerda floja: Aportes y consideraciones desde y para el combate anárquico
Este texto pretende ser un aporte al desarrollo y a la profundización del combate anárquico informal tomando en consideración los avances tecnológicos cada vez más especializados en el control y la vigilancia, de la población en general y sobretodo hacia quienes se aventuren a rebelarse contra lo establecido.
Nace también de la necesidad de asestarle golpes más duros y continuos al poder que generen grietas que se puedan ir abriendo.
A nadie sorprende el acelerado aumento de la vigilancia realizada mediante cámaras de seguridad, las múltiples tarjetas que tenemos que utilizar para hacer casi todo y el incipiente pero rápido aumento del uso de drones de televigilancia. Si a esto le sumamos el control que se realiza por medio de los celulares el panorama se complica mucho más. Este engranaje tecnológico al estar interconectado, pasa a tomar el control casi absoluto de la ciudad, nuestro campo de batalla. El cruce de imágenes, horas y la utilización de tal o cual medio, ya sea de transporte u otro, hace que los movimientos de cualquier individuo sean posibles de detectar y de registrar. La ciudad completa está bajo la lupa, este mundo es prácticamente una cárcel de alta seguridad a cielo abierto y no es exagerado decirlo. Y si tomamos en cuenta la presencia policial y ahora militar en cada esquina el escenario se torna más limitado y controlado.
Ahora bien, si cada individuo de la sociedad se encuentra monitoreadx por dicha interconexión de la vigilancia, para quienes se declaran enemigxs de esta sociedad y actúen en consecuencia, el control aumenta de manera considerable, la situación pasa a ser aún más escabrosa si pensamos en personas que ya son conocidas por los aparatos represivos por haber estado en prisión, por estar vinculadxs a espacios que apuesten por la confrontación o por otros diversos motivos. El margen para la acción transgresora se estrecha y hace que el tomar la decisión de pasar al ataque se transforme en una cuerda floja en la que se está todo el tiempo a punto de caer. ¿Qué hacer para burlar los golpes represivos? O incluso ¿Qué hacer para dificultar la labor de captura de los aparatos policiales?
Opciones y decisiones
Uno de los aspectos de la crítica que hace la tendencia informal del anarquismo hacia los grupos político-militares de izquierda, es su fuerte aparatismo que los lleva, entre otras cosas a optar por la clandestinidad como estrategia de lucha. Esta situación de clandestinidad traería consigo una marcada división de funciones que estaría ligada estrechamente con la militarización que presentan estos grupos. La clandestinidad así entendida sería fundamental en el engranaje de una organización que divide a sus militantes en legales e ilegales, siendo estos últimos el ala oculta que se encargaría de efectuar los golpes y los primeros la cara publica destinada a generar redes de apoyo, logística y propaganda, entre otras labores. La vida en la clandestinidad se caracterizaría por estar sumamente limitada a aspectos operativos; una dinámica de combate permanente que, según lxs criticxs a esta, dejaría de lado aspectos tan esenciales y enriquecedores como el necesario intercambio de experiencias, el compartir visiones con respecto a la lucha o también la cualificación en ámbitos que, si bien no se centran en el combate armado, son indispensables en la lucha por la liberación total. Las extensas conversaciones donde se debate de distintos temas que ciertamente amplían la mirada, son muy difíciles o imposibles de darse en clandestinidad, lo que da cuenta de los momentos o experiencias determinantes que se pierden por estar en dicha situación. Intentar desprenderse o apartarse de las lógicas de consumo (no me refiero con esto a la ensoñación de las «burbujas de libertad») es también complicado llevarlo a cabo de manera clandestina, ya que ésta exige seguir carriles ciudadanos si lo que se pretende es pasar desapercibidx. Esas y muchas más son las restricciones que trae consigo esa vida que tiene a la soledad como elemento principal. Ahora bien, quiero dejar en claro que me refiero a una clandestinidad en y para la guerra, no la que , por muy válida y legitima que sea, se aboca a huir del enemigo y, dentro de eso, llevar una vida tranquila sin pasar a la ofensiva. Hablo de una opción por la clandestinidad –aunque también existan quienes se ven obligadxs a dicha situación- como estrategia para la lucha, como estrategia para propinar golpes fuertes y constantes al poder.
Otra crítica que comúnmente se hace a estos grupos y organizaciones que optan por ese camino es que finalmente terminan volcando todo su quehacer político en mantener la «estructura clandestina» que requiere de muchos recursos de todo tipo para solventarse. Así, se dejan de lado labores indispensables como la propaganda o la generación de redes de apoyo para lograr mantener a lxs clandestinxs, lo cual, a todas luces, terminan siendo contraproducente y fortaleciendo el militarismo.
Ejemplos a tener en cuenta
No solo las organizaciones político-militares de izquierda han optado por la clandestinidad para enfrentar al poder. Grupos anarquistas y autónomos también han recurrido a esta estrategia, experiencias que son necesarias de considerar a la hora de tener presente esta opción.
Una de las experiencias más notables en este sentido fue la del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación) que luchó desde la clandestinidad contra la dictadura franquista a principios de los 70 en Cataluña. Evidentemente, la asfixiante bota de Franco fue determinante para que dicho grupo tomara esa opción, sin embargo sus miembros aun sin estar identificados por los aparatos represivos, pasaron automáticamente a la clandestinidad una vez conformado el grupo o al ingresar a éste. La particularidad del MIL fue, sin duda, su amplia producción teórica que la supieron complementar con la lucha armada de buena manera. La constante elaboración de textos y reflexiones, incluso creando la Editorial «Mayo del 37», demuestra que la propaganda y la generación de reflexiones política constituyó una de las principales preocupaciones del MIL, incuso más que la lucha armada.
Un camino similar siguieron los Grupos Autónomos que operaron principalmente en Barcelona, Valencia y Madrid de forma paralela y posterior al MIL durante la transición democrática en el reino de España. Los individuos al momento de tomar la decisión de conformar uno de estos grupos debían contar ya con armas, contacto con algún piso franco y documentación falsa para, de esta forma, pasar a la acción. Según diversos relatos, esta situación de clandestinidad terminó por transformar su práctica política básicamente en expropiaciones bancarias para financiar la clandestinidad, lo que impidió ampliar redes de apoyo, entre otros aspectos. No está demás señalar que los aparatos represivos del Estado Español –La Brigada Político Social- siguió intacta en la transición democrática, lo cual pudo haber determinado que los Grupos Autónomos de fines de los 70 y principios de los 60 continuaron con la misma dinámica de los grupos que operaron en dictadura.
La experiencia de la Conspiración de Células del Fuego (CCF) en Grecia también resulta necesaria de tener en cuenta en la medida que se trata de un grupo anarquista informal de acción de los últimos años que optó por la clandestinidad. No estoy seguro si tal decisión estuvo determinada por la identificación previa de sus miembros o de alguno de ellos por los aparatos represivos. Pero lo que sí es un hecho es que sus ataques fueron constantes, contabilizándose por varias decenas en un año, lo que, quizás, refleja una ventaja de la clandestinidad.
Otro grupo anarquista que llevó a cabo la lucha armada en el mismo territorio fue «Lucha Revolucionaria», el cual empujado por la persecución policial, se clandestinizó y en esa situación asestó duros y contundentes golpes al poder. El caso de «Lucha Revolucionaria» es un claro ejemplo de clandestinidad en guerra, donde sus acciones de envergadura pusieron en jaque al sistema en su conjunto, según una de las sentencias judiciales en su contra. Todos los grupos señalados tuvieron la particularidad que no se constituyeron como estructuras rígidas con una marcada división de funciones, como sí lo presentan las organizaciones político-militares de izquierda. Su opción por la lucha clandestina fue una decisión libremente asumida tomando en consideración los costos que conllevaba. Su práctica política la abocaron a la lucha armada; algunos realizando acciones esporádicas de envergadura, y otros ataques incesantes que no dieron tregua al poder. Sin embargo, no descuidaron la reflexión ni la difusión de ésta, siendo un aporte para el desarrollo cualitativo de las luchas anárquicas demostrando en los hechos una coherencia entre lo que se plantea y lo que se practica.
Sobre la necesidad de golpear duro
El ataque contra todo lo establecido está plenamente legitimado desde el momento que existe Estado y capitalismo, y eso, creo, es compartido dentro de la tendencia informal anárquica. Ahora bien, la necesidad de que esas acciones cobren mayor envergadura es algo que se ha planteado en diversas ocasiones pero que poca materialización ha tenido. Ataques que hagan temblar a los poderosos, que hagan saber al empresario que seca un rio para regar su plantación de paltas que su acto le traerá consecuencias, se hacen imprescindibles desde una perspectiva anárquica de combate.
Acciones que demuestren fuerza y decisión, y puedan ser reproducibles por cualquier individuo que tenga por horizonte la libertad. Ya sea para acompañar, extender y profundizar un contexto de revuelta, para intentar generar grietas y fisuras a lo impuesto en situación de «normalidad», o bien como un acto de venganza, es que se hace necesario dar un salto cualitativo en el combate anárquico informal que permita abrir posibilidades que aún no conocemos. Junto con esto, si pretendemos que nuestras acciones tengan mayor impacto, éstas necesariamente deben ser con una relativa frecuencia porque la memoria cada vez es más frágil y a corto plazo, por lo que si nuestros golpes son demasiado esporádicos corren el riesgo de convertirse en «hechos aislados» o testimoniales. Como dijo alguien; «Cuando los golpes duros se repiten una y otra vez, comienza la poesía».
Entonces, ¿Es posible realizar ataques complejos y de envergadura con una frecuencia considerable viviendo en una situación de legalidad donde el enemigo sabe tus pasos y donde encontrarte? ¿La clandestinidad facilitaría emprender acciones de ese tipo?
Palabras finales
«Ocurre una acción contra el poder que alerta de alguna manera la normalidad, la policía comienza a trabajar inmediatamente y logra tener indicios o una fuerte presunción de quien o quienes serían los responsables, sin embargo, no se sabe el paradero de ellos ni los lugares que frecuentan ni con quien se relacionan»
Este ejemplo representa una de las ventajas que traería consigo la opción por la clandestinidad. Dificultar la labor policial en cuanto a la caza y captura. En este punto se hace necesario volver al tema de los avances tecnológicos de control y vigilancia; Al estar monitoreada casi la totalidad de la ciudad, monitoreo que se perfecciona día a día, cualquier error en la realización de la acción se paga caro y si sus perpetradores son conocidos por la policía, su captura se hace inminente. Esto, por ejemplo fue lo que les paso a los compañeros Alfredo Cospito y Nicola Gai cuando dispararon al empresario nuclear Adinolfi. La clandestinidad haría, de alguna manera, que la tecnología para la vigilancia perdiera en parte su efectividad porque al momento de dar con los hechores, estxs ya estarían en la oscuridad, conspirando para el próximo ataque. La vigilancia policial permanentemente que se ejerce sobre lxs conocidxs enemigxs del poder dejaría de tener efecto, lo cual, sin duda, constituye otra ventaja de la clandestinidad que permite mucha mayor movilidad. El hecho de tener múltiples ojos vigilando restringe enormemente la capacidad de acción, ya sean golpes esporádicos, y más aún, si estos se tornan recurrentes. La clandestinidad entonces, otorgaría mas facilidad para llevar a cabo una práctica de ataque sistemático, como también la generación de complicidades, por cuanto el quehacer político estaría volcado casi en su totalidad a la conspiración y a la acción.
Pero este tipo de vida ¿Es lo que realmente buscamos o queremos? ¿Podremos llevar esta dinámica sin caer en conductas militaristas y aparatistas? Sin duda, múltiples aspectos indispensables en la práctica anárquica quedarían de lado al momento de optar por la clandestinidad. El cuestionamiento permanente que se hace a nivel individual y colectivo para intentar desprendernos de conductas autoritarias y/o ciudadanas es algo que se vería dificultado tomando en cuenta la dinámica de la clandestinidad que, como se señaló antes, exige adoptar conductas que muchas veces no se comparten con el propósito de pasar desapercibidxs. La discusión y el debate extenso y fructífero con compañerxs que tanto ayudan en nuestro desarrollo individual también se vería mermado, ya que los contactos públicos serían escasos o prácticamente inexistentes.
Junto con lo anterior, la clandestinidad también hace correr el riesgo de levantar jerarquías y relaciones verticales, transformándonos en lo que criticamos y atacamos estableciéndose una distancia abismal entre medios y fines. Desde el momento en que aquello ocurra estamos perdidxs, hemos comenzado a utilizar métodos ajenos y contrarios a lo que planteamos, y, en ese caso, sería oportuno desechar la opción por la clandestinidad.
Por lo tanto ¿Cómo conjugar una práctica de ataque sistemático y de envergadura con el necesario desarrollo individual en los más diversos ámbitos?
Solo el avance y la cualificación del combate anárquico informal y los caminos que pueda abrir nos van a ir dando respuestas.
Francisco Solar
Sección de Máxima Seguridad.
Cárcel de Alta Seguridad
Septiembre 2020.
Nota recibida con el comunicado: El 24 de julio del 2020 son detenidxs lxs compañerxs anarquistas Mónica Caballero y Francisco Solar. Francisco está acusado del envío de paquetes bombas contra la 54 comisaria y contra el Ex Ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter en julio del 2019 acción revindicada por «Cómplices Sediciosos / Fracción por la Venganza«. Mientras que ambos están acusados del doble atentado explosivo contra el edificio Tánica en el adinerado barrio de Vitacura el 27 de febrero del 2020, en plena revuelta, acción revindicada por «Afinidades Armadas en Revuelta«.
Ambos son conocidos no solo por la represión, tras enfrentar distintas operaciones represivas en Chile y España anteriormente, sino también por los distintos entornos de lucha, siendo activos en publicaciones, manifestaciones, programas de radio e iniciativas contra el poder.
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On the tightrope: Contributions and considerations from and for the anarchic combat.
This text aims to contribute to the development and deepening of the informal anarchic combat, taking into consideration the increasingly specialized technological advances of control and surveillance of the population in general and, specially, of those who venture to rebel against what is established.
It arises from the need to bash the power harder and constantly in order to create cracks that can keep on growing.
It comes as no surprise to anyone the increase of surveillance through security cameras, the variety of cards that we have to use for almost everything and the incipient but fast increase of the use of drones for telesurveillance. All of this, plus the control carried out through cellphones makes the scenario all the more complicated. As this technological gear is interconnected, it takes almost total control of the city, our battle field. The overlaying of images, times and the use of one or another mean of transport makes it possible to detect and track one’s movements. The entire city is under a magnifying glass. This world is practically an open air maximum security prison and it is not an overstatement. And if we take into consideration the police and now military presence in every street corner, the scenario becomes even more limited and controlled.
Now well, if every individual in this society is monitored by this interconnected surveillance system, for those who declare themselves as enemies of this society and act accordingly, the level of control increases considerably. The situation turns even more complex for those who are already known to the repressive apparatus, whether it is because they have been imprisoned before, because they are connected to spaces which aim to confront or for any other number of reasons. The room for transgressive action narrows and, with this, the decision to attack transforms inevitably into a tightrope from which one is constantly about to fall from. What can be done in order to outwit the repressive strikes? Or even, what can be done to hamper the police apparatus’ task of capture?
Options and decisions
One of the aspects that the anarchic informal tendency criticizes of the left-winged political-military groups is its strong structure, which leads them, among other things, to opt for clandestinity as a battle strategy. This situation of clandestinity implies a strong role division, which is closely related to the militarization that is common to these groups. Thus conceived, clandestinity would be essential in the gear of an organization that divides its militants into legal and illegal, being these last the hidden wing dedicated to attacking and the firsts, the «public image» advocated to creating support networks, logistics and propaganda, among other activities. Life in clandestinity would be extremely limited to operational aspects; a dynamic of permanent combat that, according to those who criticize it, would exclude aspects as essential and enriching as the necessary exchange of experiences, the sharing of views regarding the struggle or the qualification in areas which, even though are not linked directly to the armed combat, are essential to the struggle for the total liberation. It becomes very hard or even impossible to have the long and deep debates on different topics that are necessary to the broadening of our perspectives. Hence, it results in a great loss of crucial moments and experiences. Turning away from the gears of consumption (and with this I am not referring to the fantasy of the «bubbles of freedom» ) also becomes very complicated to sustain in clandestinity, as it requires to follow standard and citizen-like ways and structures if the aim is to go unnoticed. Clandestine life not only implies these and many other restrictions, but it is also defined by loneliness.
Now well, I want to make it very clear that I am referring to clandestinity in and for the war; not to the one – which regardless of how valid and legitimate it is – with the objective to run from the enemy and, for that, requires to lead a quiet life without going on the offensive. I am talking about an option for clandestinity – even though there are those who are forced into the situation – as a battle strategy, as a strategy to strike the power hard and constantly.
Another common criticism to the groups and organizations that opt for this path is that they finally end up devoting all of their political activity to maintaining the «clandestine structure», which requires a great deal of resources to sustain itself. Thus, leaving aside crucial activities as propaganda or the creation of support networks in order to be able to sustain the clandestine comrades. Evidently, this ends up being counterproductive and it strengthens the militarism.
Examples to consider
It is not only left-winged political-military groups who have opted for clandestinity, as anarchist and autonomous groups have also resorted to this strategy in order to face the power. These last experiences are worth considering when it comes to pondering this option.
One of the most remarkable experiences in this regard was the one carried out by the MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), that fought from the underground against Franco’s dictatorship, in the early 70’s in Cataluña. Evidently, Franco’s smothering boot was decisive in this group’s decision of going underground. Nevertheless, its members, prior to being identified by the repressive apparatus, went automatically underground when the group was conformed or in the exact moment they joined it. The MIL’s particular feature was, without a doubt, its broad theoretical production which they complemented very well with their armed action. The constant production of texts and reflections and, even, the creation of the publisher «Mayo del 37», comes to show that the propaganda and the production of political reflections was one of MIL’s main concerns, even more than the armed struggle.
The Autonomous Groups that operated mainly in Barcelona, Valencia and Madrid simultaneously and after the MIL, during the democratic transition in the realm of Spain, followed the same path. Before joining one of these groups the individuals had to posses guns, fake papers and to have contact with a safe hideout in order to start operating. According to different testimonies, this clandestine situation ended up by transforming their political endeavor basically into bank expropriations to finance the underground life, which prevented them from broadening support networks, among other aspects. It is worth mentioning that the Spanish State’ repressive apparatus – La Brigada Político Social – suffered no alterations during the democratic transition. This may have determined that the Autonomous Groups in the late 70’s and early 80’s kept on functioning with the the same dynamics as the groups that operated during the dictatorship.
Another experience that is worth considering, is the group Conspiración de Células del Fuego (CCF) in Greece, as it is a very recent informal anarchist group of action that opted for clandestinity. I am not sure if the decision was determined by the previous identification of its members or by the identification of any of them by the repressive apparatus. However, what it is certain is that their attacks were constant, adding up to several dozens in one year, which may reflect an advantage of going underground.
Another anarchist group that carried out an armed combat in the same territory was «Lucha Revolucionaria», that driven by police persecution, went underground and in that situation struck the power hard and heavy. This is a clear example of clandestinity in war, where the magnitude of their actions checkmated the system as a whole, according to one of the court sentences against them.
A common feature to all of the groups mentioned is the fact that none of them were constituted as a rigid structure with a strong division of roles, contrary to the left-winged political-military organizations. Their choice for clandestine combat was the result of a freely made decision taking into consideration the costs it would imply. They dedicated their political activity to the armed combat; some of them by carrying out sporadic but major actions and others with relentless attacks that gave the power no truce. Nevertheless, they did not neglect the reflection nor the propaganda, as it represents a contribution to the qualitative development of the anarchists’ combats by showing in deeds a consistency between what is said and what is done.
Regarding the need to strike hard
The attack against everything that is established is completely and utterly valid from the moment State and capitalism exist and that, I believe, is a common ground among the informal anarchic tendency. Now well, the need for these actions to grow in scale has been repeatedly discussed. However, it has not been frequently carried out. From an anarchic and combative perspective it becomes essential to go through with attacks that will make the powerful shiver and that will let the businessmen who dry a river to water their avocado plantation know that their actions will have consequences.
Actions that show strength and determination, and that can be replicated by any individual who makes freedom his/hers horizon. Whether it is to accompany, extend and deepen a context of revolt, to try to create cracks and gaps in what is imposed in a situation of «normality», or as an act of vengeance, it becomes a necessity to take a qualitative leap in the informal anarchic combat which allows to open new possibilities, still known to us. And, if we intend our actions to have a greater impact, then these must be relatively frequent as memory turns more and more short term and fragile. Therefore, if our strikes are too sporadic, it poses the risk of being reduced to «isolated events» or anecdotal. As somebody said: «When the hard blows are repeated over and over again, the poetry begins».
So, is it possible to carry out complex, ambitious and considerably frequent attacks living in a legal «above the ground» situation where the enemy knows your footsteps and where to find you? Would clandestinity make these kind of actions easier to undertake?
Final words
«An action happens that somehow alerts the normal course of events, the police starts working immediately and is able to have a hint or a strong presumption of who may be responsible, however, his/hers/their whereabouts are unknown as well as the places and people they frequent.»
This example represents one of the advantages that clandestinity would imply. It hampers the police efforts to hunt and capture. In this regard, it becomes necessary to return to the issue f the technological advances regarding control and surveillance. In a city which is monitored almost entirely by systems that are perfected daily, any mistake in execution comes at a very high cost and if the perpetrators are already known to the police, then their capture becomes imminent. This, for example, is what happened to the comrades Alfredo Cospito and Nicolai Gai when they shot the nuclear businessman Adinolfi. Clandestinity would reduce the surveillance’s effectiveness, in a way, as, by the time the doers are identified, they would already by in the shadows, conspiring for their next attack. The permanent police surveillance the known enemies to the power are under would seize to be effective and this, clearly, is another advantage of the underground, that allows far more mobility. The capacity for action of any kind is enormously limited when there are multiple eyes policing you, and even more so if the sporadic blows become frequent. Hence, life in clandestinity would make it easier to carry out a practice of systematical attacks and the building of complicities, since all political endeavor would be almost entirely devoted to conspiring and executing.
But, is this the kind of life we really seek or desire? Is it possible to go through with this dynamic without falling into militaristic conducts and structures? Multiple fundamental aspects of the anarchic endeavor would be left aside by choosing a life of clandestinity. This lifestyle would hinder the permanent individual and collective questioning that aims at getting rid of authoritarian and/of citizen-like conducts, since – as it has already being mentioned – it usually demands to take up behaviors that one rejects with the purpose of going unnoticed. Public contacts would be little or practically nonexistent, thus the extensive and fruitful discussions and debates – much needed for our own personal growth – would also diminish greatly.
Along with this, clandestinity also poses the risk of arousing hierarchies and vertical relations, transforming us into what we criticize and attack and creating an abysmal distance between means and ends. From the moment this occurs, we are doomed for we have started to use methods that are alien and opposed to us and what we propose; and, in that case, it would be timely to discard the option of clandestinity.
Therefore, the question stands: how to conjugate an endeavor of systematic and ambitious attack with the much needed individual development in the most diverse areas?
Only the advancement and qualification of the informal anarchic combat and the paths it may open will provide us with answers.
Francisco Solar
Maximum Security Section.
Maximum Security Prison.
September 2020.
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Auf dem Drahtseil: Beiträge und Überlegungen aus und für den anarchistischen Kampf
Dieser Text versucht ein Beitrag zur Entwicklung und Vertiefung des anarchistischen informellen Kampfes zu sein, wobei die technologischen Fortschritte betrachtet werden, die sich immer mehr auf die Kontrolle und Überwachung der Bevölkerung allgemein und vor allem derer, die sich darauf einlassen gegen das Bestehende zu rebellieren, spezialisieren.
Er entspringt auch dem Bedürfnis, der Macht härtere und fortwährende Schläge zuzufügen, welche Risse erzeugen, die weiter vertieft werden können.
Niemanden überrascht der schnelle Anstieg der Überwachung durch Kameras, durch die unzähligen Kredit- und Punktekarten die wir für fast alles benutzen müssen und der beginnende aber rasante Anstieg des Gebrauchs von Drohnen zur Überwachung. Wenn wir dem noch die Kontrolle durch die Handys hinzufügen, dann verschärft sich das Panorama noch viel mehr. Dieses technologische Räderwerk übernimmt dadurch, dass es vernetzt ist fast die absolute Kontrolle über die Stadt, unserem Schlachtfeld. Das Verknüpfen von Aufnahmen, Uhrzeiten und das Benutzen von diesem oder jenem Hilfsmittel, sei es der öffentliche Nahverkehr oder Andere, führen dazu, dass es möglich ist die Bewegungen jedes Individuums zu registrieren und zu erfassen. Die ganze Stadt steht unter Beobachtung, und ohne zu übertreiben kann man sagen, diese Welt ist praktisch ein Hochsicherheits-Freiluftsgefängnis. Wenn wir noch die Anwesenheit der Polizei und jetzt des Militärs an jeder Straßenecke berücksichtigen, zeigt sich das Szenario noch eingeengter und kontrollierter.
Wenn also jedes Individuum der Gesellschaft durch die genannte Vernetzung der Überwachung unter Beobachtung steht, verschärft sich die Kontrolle für jene erheblich, die sich als Feinde dieser Gesellschaft bekennen und demzufolge handeln, wobei die Situation noch schwieriger wird, wenn man an jene Personen denkt, die den repressiven Apparaten schon bekannt sind, weil sie bereits im Gefängnis waren, weil sie mit Räumen in Verbindung stehen, die auf die Konfrontation setzen oder aus diversen anderen Gründen. Der Spielraum für kompromisslose Aktionen verkleinert sich und führt dazu, dass der Angriff zu einem Drahtseilakt wird bei dem man die ganze Zeit kurz davor steht abzustürzen. Was tun um den repressiven Schläge auszuweichen? Oder eher: Was tun um den Repressionsbehörden ihre Arbeit zu erschweren?
Optionen und Entscheidungen
Ein Kritikpunkt der informellen Tendenz des Anarchismus an den politisch-militärischen Gruppen der Linken, ist ihr großer Organisationsapparat, der sie untere anderem dazu bringt sich für die Klandestinität als Strategie des Kampf zu entscheiden. Diese Situation der Klandestinität bringe eine klare Verteilung der Funktionen/Rollen mit sich, die mit der Militarisierung dieser Gruppen direkt in Verbindung stehe. So verstanden wäre die Klandestinität also fundamental im Räderwerk einer Organisation, die ihre Militante in Legale und Illegale unterteilt, wobei letztere der verborgene Flügel wären, der sich darum kümmert die Schläge auszuführen und erstere das öffentliche Gesicht, dazu bestimmt Unterstützungs-, Logistik-, und Propagandanetzwerke aufzubauen. Das Leben in Klandestinität kennzeichne sich dadurch, sehr auf operative Aspekte begrenzt zu sein; eine Dynamik des permanenten Kampfes die laut ihren Kritiker_innen essenzielle und bereichernde Aspekte beiseite lässt wie zum Beispiel den nötigen Austausch an Erfahrungen, das Teilen von Ideen in Bezug auf den Kampf oder sich mit Dingen beschäftigen, die, wenngleich sie sich nicht nur um den bewaffneten Kampf drehen, für die totale Befreiung unverzichtbar sind. Ausgiebige Diskussionen über verschiedene Themen, die das Blickfeld erweitern sind in der Klandestinität sehr schwer oder sogar unmöglich zu führen, was zeigt welche Momente und entscheidende Erfahrungen man in dieser Situation verpasst. Nicht der Logik des Konsums zu verfallen ist in der Klandestinität auch ziemlich kompliziert, da diese es verlangt bürgerliche Wege zu beschreiten wenn man beabsichtigt nicht aufzufallen. Diese und noch viele weitere sind die Einschränkungen, die diese Art von Leben, deren wesentliches Element die Einsamkeit ist, mit sich bringt.
Ich will klarstellen, dass ich gerade von einer Art der Klandestinität in und für den Kampf spreche und nicht von einer, die, egal wie gültig und legitim sie auch ist, darin mündet vor dem Feind zu fliehen um ein ruhiges Leben zu führen, ohne in die Offensive zu gehen. Ich meine eine gewählte Klandestinität – auch wenn es jene gibt die in diese Situation gezwungen werden – als Strategie des Kampfes, als Strategie dem Feind stetige und starke Schläge zu verpassen.
Eine andere oft gemachte Kritik an Gruppen und Organisationen, die sich für diesen Weg entscheiden ist, dass sich schließlich ihre ganze politische Tätigkeit darum dreht, ihre „klandestine Struktur» aufrechtzuerhalten, die viele Ressourcen jeglicher Art benötigt um zu bestehen. Dadurch unterlässt man so unverzichtbare Aufgaben wie die Propaganda oder das Generieren von Unterstützernetzwerken um die Klandestinen zu unterhalten, etwas was letztendlich ganz offensichtlich kontraproduktiv ist und den Militarismus stärkt.
Beispiele die man berücksichtigen sollte
Nicht nur die politisch-militärischen Organisationen der Linken haben die Klandestinität gewählt um die Macht zu konfrontieren. Auch anarchistische und autonome Gruppen haben auf diese Strategie zurückgegriffen, Erfahrungen die erwogen werden sollten, in dem Moment, wenn diese Option im Raum steht.
Eine der bemerkenswertesten Erfahrungen in diesem Sinne war die der MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), die in Katalonien zu Beginn der 1970er Jahre aus der Klandestinität heraus gegen die Franco–Diktatur gekämpft hat. Offensichtlich war der erstickende Würgegriff Francos dafür ausschlaggebend, dass die genannte Gruppe diese Option wählte. Trotzdem gingen ihre Mitglieder_innen obwohl sie von den repressiven Strukturen noch nicht identifiziert worden waren automatisch in die Klandestinität, sobald die Gruppe gegründet wurde oder sie dieser beitraten. Die Besonderheit der MIL war zweifellos ihre reichliche theoretische Produktion, welche sie auf gute Art und Weise mit dem bewaffneten Kampf zu ergänzen wussten. Die konstante Publikation von Texten und Überlegungen, wobei sie sogar den Verlag «Mayo del 37» gründeten, zeigt, dass die Propaganda und die Schaffung von politischen Überlegungen eines der wichtigsten Anliegen der MIL darstellte, sogar wichtiger als der bewaffnete Kampf.
Einen ähnlichen Weg beschritten die autonomen Gruppen, die hauptsächlich in Barcelona, Valencia und Madrid operierten, zu gleicher Zeit und nach dem MIL, während dem demokratischen Übergang im spanischen Königreich. Die Individuen mussten im Moment in dem sie sich dazu entschieden Teil einer dieser Gruppen zu werden, schon Waffen, Kontakt zu einer konspirativen Wohnung und falsche Papiere haben um auf diese Weise zur Aktion überzugehen. Verschiedenen Erzählungen zufolge führte diese Situation der Klandestinität schließlich dazu, dass die politische Praxis im Grunde darin endete Banken zu enteignen um die Klandestinität zu finanzieren, was unter anderem verhinderte Unterstützernetzwerke aufzubauen und auszuweiten. Es ist interessant zu betrachten, dass die repressiven Strukturen des spanischen Staates – die Brigada Político Social (politisch soziale Brigade) – während des demokratischen Übergangs intakt blieben, was dazu ausschlaggebend sein könnte, dass die autonomen Gruppen Ende der 1970er und Anfang der 1980er Jahre mit der selben Dynamik weitermachten wie die Gruppen die während der Diktatur operierten.
Die Erfahrung der Verschwörung der Feuerzellen (CCF) in Griechenland sollten auch berücksichtigt werden, da es sich dabei um eine informelle anarchistische Gruppe der Aktion der letzten Jahre handelt die sich für die Klandestinität entschieden hat. Ich weiß nicht, ob diese Entscheidung dadurch erzwungen wurde, dass eine_r oder mehrere ihrer Mitglieder_innen zuvor durch die repressiven Strukturen identifiziert wurden. Aber Fakt ist, dass sie konstant angriffen, mehrere dutzend Mal in einem Jahr, was vielleicht einen der Vorteile der Klandestinität widerspiegelt.
Eine andere anarchistische Gruppe die im selben Territorium den bewaffneten Kampf führte war «Revolutionary Struggle» die aufgrund der polizeilichen Verfolgung in den Untergrund ging und der Macht in dieser Situation harte und heftige Schläge versetzte. Der Fall von «Revolutionary Struggle» ist ein klares Beispiel von Klandestinität im sozialen Krieg wobei ihre Aktionen in ihrem Umfang das System als Ganzes in Schach hielten – dies laut einem der Urteile gegen sie.
Alle genannten Gruppen hatten die Besonderheit, dass sie nicht aus rigiden Strukturen mit einer klaren Rollenverteilung bestanden, wie sie die politisch-militärischen Organisationen der Linken aufweisen. Ihre Wahl für den bewaffneten Kampf war eine frei getroffene Entscheidung, wobei sie den Preis berücksichtigten den diese mit sich brachten. Ihre politische Praxis mündete im bewaffneten Kampf; einige führten sporadische Aktionen großen Ausmaßes durch und andere rastlose Angriffe die der Macht keine Ruhe ließen. Trotzdem vernachlässigten sie weder das Reflektieren noch die Verbreitung dieser Gedanken, was einen Beitrag zu der qualitativen Entwicklung anarchistischer Kämpfe darstellte, indem sie in den Taten eine Kohärenz zwischen dem was propagiert und dem was praktiziert wird aufzeigen.
Über das Bedürfnis hart zuzuschlagen
Der Angriff gegen das Bestehende ist legitim seit Staat und Kapitalismus existieren und diese Ansicht, so glaube ich, wird in der informellen anarchistischen Tendenz geteilt. Nun, das Bedürfnis, dass diese Aktionen ein größeres Ausmaß annehmen sollten, ist etwas, was bei verschiedenen Gelegenheiten propagiert wurde, was aber wenig Verwirklichung erfuhr. Angriffe die die Mächtigen erzittern lassen, die dem Unternehmer, der einen Fluss austrocknen lässt um seine Avocado-Plantage zu wässern, klarmachen, dass seine Handlungen Konsequenzen haben werden, sind unentbehrlich für eine anarchistische Perspektive des Kampfes.
Aktionen die Schlagkraft und Entschlossenheit zeigen und von jedem Individuum reproduziert werden können, das als Perspektive die Freiheit hat. Sei es im Kontext einer Revolte, um diese auszuweiten oder zu vertiefen, in der „Normalität» um zu versuchen Brüche zu erzeugen, oder auch als Racheakt, wird es notwendig sein einen qualitativen Sprung im informellen, anarchistischen Kampf zu machen, um neue Möglichkeiten zu eröffnen, die wir noch nicht kennen. Wenn wir beabsichtigen, dass unsere Aktionen eine größere Wirkung haben, sollten sie relativ häufig stattfinden, denn die Erinnerung wird immer schwächer und kurzfristiger, weshalb unsere Schläge, sollten sie zu sporadisch sein, das Risiko laufen zu Einzellfälle und Anekdoten zu werden. Wie jemand mal sagte: «Wenn sich die Angriffe ein ums andere Mal wiederholen, beginnt die Poesie».
Ist es also in einer Situation der Legalität, wo der Feind deine Schritte kennt und weiß wo du aufzufinden bist, möglich komplexe Angriffe großen Ausmaßes mit einer erheblichen Häufigkeit durchzuführen? Würde es die Klandestinität erleichtern Aktionen dieser Art durchzuführen?
Letzte Worte
„Es ereignet sich eine Aktion gegen die Macht die auf irgendeine Weise die Normalität aufwühlt, die Polizei beginnt sofort zu arbeiten es gelingt ihr Hinweise oder einen starken Verdacht zu erlangen, wer die Verantwortlichen sein könnten. Es sind jedoch weder ihr Aufenthaltsort noch die Orte bekannt die sie regelmäßig besuchen, noch die Leute mit denen sie in Kontakt stehen.»
Dieses Beispiel zeigt einen der Vorteile der Klandestinität. Die polizeiliche Arbeit in Bezug auf die Suche und Festnahme zu erschweren. In diesem Punkt ist es wichtig auf den Punkt des technologischen Fortschritts der Kontrolle und Überwachung zurückzukehren: Indem fast die gesamte Stadt überwacht ist, eine Überwachung die sich tagtäglich perfektioniert, wird jeder Fehler in der Ausführung sehr kostspielig und sollten die, die sie durchführen der Polizei bekannt sein, werden sie unmittelbar festgenommen. Dies passierte zum Beispiel den Gefährten Alfredo Cospito und Nicola Gai als sie auf den Atom-Unternehmer Adinolfi schossen. Die Klandestinität würde auf die ein oder andere Weise dazu führen, dass die Technologie teilweise für die Überwachung an Effektivität verlieren würde, denn in dem Moment in dem die Täter ausfindig gemacht würden, wären diese bereits wieder abgetaucht und daran sich für den nächsten Angriff zu verschwören. Die ständige polizeiliche Überwachung die über die Feinde der Macht ausgeübt wird, würde wirkungslos werden, was zweifellos einen weiteren Vorteil der Klandestinität ausmacht da sie viel mehr Bewegungsfreiheit erlaubt. Die Tatsache überall überwachende Augen zu haben schränkt das Handlungsvermögen enorm ein, sei es für sporadische Schläge oder noch mehr wenn diese regelmäßig durchgeführt werden. Die Klandestinität würde also eine Praxis des systematischen Angriffs genauso erleichtern, wie das Generieren von Komplizenschaften, da die politische Tätigkeit fast in ihrer Gesamtheit der Verschwörung und der Aktion gewidmet wären.
Aber diese Art von Leben, ist das wirklich das was wir suchen und wollen? Können wir diese Dynamik leben ohne in militaristischen Verhaltensweisen zu enden? Zweifellos würden in dem Moment, wo man sich für die Klandestinität entscheidet mehrere unverzichtbare Aspekte der anarchistischen Praxis auf der Strecke bleiben. Das permanente Hinterfragen das auf individueller und kollektiver Ebene betrieben wird um zu versuchen uns von autoritären und/oder bürgerlichen Verhaltensweisen zu lösen, wäre etwas, das schwer werden würde, wenn man die Dynamik der Klandestinität berücksichtigt, die, wie zuvor dargestellt, es verlangt Verhaltensweisen anzunehmen die oft nicht mit dem Ziel zu vereinbaren sind, nicht aufzufallen. Diskussionen sowie ausgedehnte und ergiebige Debatten mit Gefährt_Innen, die in unserer Entwicklung so hilfreich sind würden wegfallen, da die öffentlichen Kontakte spärlich oder praktisch inexistent wären.
Zu dem davor Gesagten kommt noch, dass die Klandestinität auch das Risiko beinhaltet Hierarchien und vertikale Beziehungen zu erschaffen, wobei wir zu dem werden was wir kritisieren und angreifen, wodurch eine abgrundtiefe Distanz zwischen Mittel und Zweck geschaffen wird. Von dem Moment an, wo dieses geschieht haben wir verloren, haben wir begonnen Methoden zu benutzen, die dem was wir propagieren entgegengesetzt sind und in diesem Fall wäre es ratsam die Option der Klandestinität zu verwerfen.
Darum: Wie sind eine Praxis des systematischen Angriffes großen Ausmaßes mit der notwendigen individuellen Entwicklung in den verschiedensten Bereichen vereinbar?
Allein die Offensive und das Perfektionieren des informellen anarchistischen Kampfes und die Wege die dieser eröffnen kann werden uns Antworten geben.
Francisco Solar
Hochsicherheitsbereich des Cárcel de Alta Seguridad, Santiago de Chile
September 2020
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Sur la corde raide : Contributions et considérations à partir du et pour le combat anarchiste
Ce texte se veut une contribution au développement et à l’approfondissement du combat anarchiste informel en prenant en compte les avancées technologiques toujours plus spécialisées dans le contrôle et la surveillance, de la population en général et surtout envers celles et ceux qui s’aventurent à se rebeller contre l’ordre établi.
Il provient aussi de la nécessité d’asséner des coups plus durs et continus au pouvoir, créant des brèches qui puissent continuer à s’ouvrir.
L’accroissement rapide de la surveillance par le biais des caméras de sécurité et des multiples cartes que nous devons utiliser pour à peu près tout et l’utilisation naissante mais en hausse rapide de drones de télé-surveillance ne sont une surprise pour personne. Si l’on ajoute à cela le contrôle par les téléphones portables, le panorama est encore beaucoup plus compliqué. De par son interconnexion, cet engrenage technologique commence à prendre le contrôle presque absolu de la ville, nore champ de bataille. Le croisement d’images, d’heures et l’utilisation de tel ou tel moyen, de transport ou autre, rend possible de détecter et d’enregistrer les mouvements de n’importe quel individu. La ville toute entière se retrouve sous la loupe, ce monde est pratiquement une prison de haute sécurité à ciel ouvert, il n’est pas exagéré de le dire. Et si nous tenons compte de la présence policière et maintenant militaire à chaque coin de rue, le cadre devient plus limité et contrôlé encore.
Cependant, si chaque individu de la société peut être tracé par cette interconnexion de la surveillance, pour celles et ceux qui se déclarent ennemi-e-s de cette société et agissent en conséquence, le contrôle augmente considérablement, et la situation devient encore plus tendue si nous pensons à des personnes déjà connues des appareils répressifs du fait d’avoir été en prison, d’être liées à des espaces qui font le pari de la confrontation ou pour d’autres motifs divers. La marge d’action transgressive se rétrécit, transformant la décision de passer à l’attaque en une corde raide de laquelle on est tout le temps sur le point de tomber. Que faire pour déjouer les coups répressifs? Ou même, que faire pour entraver le travail de capture des appareils policiers?
Options et décisions
L’un des aspects de la critique adressée par la tendance informelle de l’anarchisme aux groupes politico-militaires de gauche, est leur fort attachement à un appareil qui les mène, entre autres choses, à opter pour la clandestinité comme stratégie de lutte. Cette situation de clandestinité impliquerait une division marquée de fonctions qui serait étroitement liée à la militarisation de ces groupes. Entendue de cette manière, la clandestinité serait fondamentale dans l’engrenage d’une organisation qui divise ses militant-e-s en personnes légales et illégales, ces dernières constituant l’aile secrète qui se chargerait de réaliser les coups, les premières étant la face publique destinée à créer des réseaux de soutien, la logistique et la propagande, entre autres tâches. La vie en clandestinité se caractériserait par le fait d’être extrèmement limitée à des aspects opérationnels; une dynamique de combat permanent qui, selon les critiques, laisserait de côté des aspects aussi essentiels et enrichissants que l’échange nécessaire d’expériences, le partage de visions concernant la lutte, ainsi que l’essor qualitatif dans des domaines qui, quoi que ne se focalisant pas sur le combat armé, sont indispensables à la lutte pour la libération totale. Les vastes conversations où sont débattus divers sujets qui élargissent certainement l’horizon, sont très diffíciles voire impossibles à mener en clandestinité, cela donne une idée des moments ou des expériences déterminantes qui se perdent du fait de cette situation. Tenter de se défaire ou de s’éloigner des logiques de consommation (je ne fais pas par là référence à l’illusion des «bulles de liberté») est aussi compliqué à réaliser de manière clandestine, puisque celle-ci exige de suivre des chemins citoyens si l’on prétend passer inaperçu-e. Voilà quelques unes des restrictions, parmi tant d’autres, qu’implique cette vie dont la solitude est l’un des principaux éléments. Ceci dit, je veux indiquer clairement que je me réfère à une clandestinité dans et pour la guerre, et pas à celle qui, aussi valide et légitime soit-elle, s’attache à fuir l’ennemi pour mener une vie tranquille sans passer à l’offensive. Je parle du choix de la clandestinité – bien que certain-e-s soient contraint-e-s à cette situation- comme stratégie de lutte, comme stratégie pour porter des coups forts et constants au pouvoir
Une autre critique communément faite aux groupes et organisations qui optent pour cette voie est qu’ils finissent par consacrer toutes leurs activités politiques à la préservation de la «structure clandestine» qui a besoin de beaucoup de ressources de toutes sortes pour se maintenir à flot. Ainsi sont laissées de côté des tâches indispensables telles que la propagande ou la création de réseaux de soutien pour assurer la subsistance des clandestin-e-s, ce qui, de toute évidence, finit par être contre-productif et par renforcer le militarisme.
Des exemples à prendre en compte
Les organisations politico-militaires de gauche ne sont pas les seules à avoir opté pour la clandestinité afin d’affronter le pouvoir. Des groupes anarchistes et autonomes ont aussi eu recours à cette stratégie, il est nécessaire de considérer ces expériences lorsqu’on a ce choix à l’esprit.
L’une des expériences les plus notables dans ce sens a été celle du MIL (Mouvement Ibérique de Libération) qui a lutté à partir de la clandestinité contre la dictature franquiste au début des années 70 en Catalogne. Evidemment, l’asphyxiante botte de Franco a été déterminante dans le fait que ce groupe fasse ce choix, néanmoins ses membres, sans pour autant être identifiés par les appareils répressifs, sont systématiquement passés à la clandestinité une fois le groupe formé ou en y entrant. La particularité du MIL a sans doute été son ample production théorique qu’ils ont bien su compléter avec la lutte armée. L’élaboration constante de textes et de réflexions, y compris en créant les éditions «Mayo del 37», démontre que la propagande et l’élaboration de réflexions politiques constituait l’une des principales préoccupations du MIL, plus même que la lutte armée.
Les Groupes Autonomes qui ont opéré principalement à Barcelone, Valence et Madrid, pallèlement et postérieurement au MIL au cours de la transition démocratique dans le royaume d’Espagne ont suivi un chemin similaire. Au moment de prendre la décision de former un de ces groupes, les individus devaient déjà compter sur des ames, un contact avec une planque et des faux papiers pour ainsi passer à l’action. Selon différents récits, cette situation de clandestinité a fini par transformer leur pratique politique, la réduisant basiquement à des expropriations de banques pour financer la clandestinité, ce qui empêcha, entre autres aspects, d’élargir les réseaux de soutien. Il faut en outre signaler que les appareils répressifs de l’État Espagnol –La Brigade Politico-Sociale- sont restés en place lors de la transition démocratique, ce qui peut avoir influé sur le fait que les Groupes Autonomes de la fin des années 70 et du début des années 80 aient poursuivi la même dynamique que les groupes agissant sous la dictature.
L’expérience de la Conspiration des Cellules du Feu (CCF) en Grèce est aussi nécessaire à tenir en compte dans la mesure où il s’agit d’un groupe anarchiste informel d’action des dernières années qui a fait le choix de la clandestinité. Je ne suis pas sûr que cette décision ait été déterminée par l’identification préalable de ses membres, ou de certains d’entre eux, par les appareils répressifs. Mais c’est un fait que leurs attaques ont été constantes, s’élevant à plusieurs dizaines en une année, ce qui reflète peut-être un avantage de la clandestinité.
Un autre groupe anarchiste qui a mené la lutte armée sur le même territoire a été «Lutte Révolutionnaire», qui, poussée par les poursuites de la police, est entrée en clandestinité et dans cette situation a porté des coups forts et contondants au pouvoir. Le cas de «Lutte Révolutionnaire» est un exemple clair de clandestinité en guerre, où leurs actions d’envergure ont mis en échec le système dans son ensemble, selon l’une des décisions de justice à leur encontre. Tous les groupes mentionnés ont eu la particularité de ne pas s’être constitués comme des structures rigides avec une division marquée des rôles, telle que la présentent les organisations politico-militaires de gauche. Leur choix de la lutte clandestine a été une décision librement assumée prenant en compte les coûts qu’elle impliquait. Leur pratique politique a été dédiée à la lutte armée; certain-e-s réalisant des actions sporadiques d’envergure et d’autres des attaques incessantes qui ne laissaient pas de trève au pouvoir. Cependant, ni la réflexion ni la diffusion de celle-ci n’ont été délaissées, contribuant au développement qualitatif des luttes anarchistes et démontrant dans les faits une cohérence entre ce qui est posé et ce qui est mis en pratique.
Sur la nécessité de frapper durement
L’attaque contre l’ensemble de l’ordre établi est pleinement justifiée dès lors qu’existent l’État et le capitalisme, et cela est à mon avis partagé au sein de la tendance informelle anarchiste. Toutefois, la nécessité que ces actions prennent plus d’envergure est quelque chose qui a été affirmé en diverses occasions, mais qui n’a connu que peu de matérialisation. Des attaques qui fassent trembler les puissants, qui fassent savoir à l’entrepreneur qui assèche une rivière pour irriguer sa plantation d’avocats que son acte aura des conséquences, sont indispensables dans une perspective anarchiste de combat.
Des actions qui dénotent force et détermination et puissent être reproductibles par n’importe quel individu ayant la liberté comme horizon. Que ce soit pour accompagner, étendre et approfondir un contexte de révolte, pour tenter de créer des brèches et des fissures dans ce qu’on nous impose en situation de «normalité», ou bien comme un acte de vengeance, il devient nécessaire de faire un saut qualitatif dans le combat anarchiste informel qui permette d’ouvrir des possibilités que nous ne connaissons pas encore. De plus, si nous voulons que nos actions aient plus d’impact, elles doivent être relativement fréquentes, parce que la mémoire devient toujours plus fragile et à court terme, donc si nos coups sont trop sporadiques, ils courent le risque de se transformer en «faits isolés» ou testimoniaux. Comme l’a dit quelqu’un; «Lorsque les coups forts se répètent encore et encore, la poésie commence».
Alors, est-il possible de réaliser des attaques complexes et d’envergure à une fréquence considérable en vivant dans une situation de légalité où l’ennemi suit tes pas et sait où te trouver? La clandestinité faciliterait-elle le fait d’entreprendre de telles actions?
Derniers mots
«Une action contre le pouvoir se produit et met d’une certaine manière la normalité en alerte, la police commence immédiatement à travailler et parvient à obtenir des indices ou une forte présomption de qui seraient le, la ou les responsables, en revanche elle ne sait ni où se trouvent ces personnes, ni les lieux qu’elles fréquentent, ni avec qui elles sont en relation»
Cet exemple représente l’un des avantages qu’impliquerait le choix de la clandestinité. Compliquer le travail de la police en ce qui concerne la chasse et la capture. À ce point, il est nécessaire de revenir sur le sujet des avancées technologiques dans le contrôle et la surveillance; la quasi totalité de la ville étant quadrillée par ces technologies et ce traçage se perfectionnant tous les jours, n’importe quelle erreur dans la réalisation de l’action se paie au prix fort et si les auteurs sont connu-e-s de la police, leur capture devient imminente. C’est par exemple ce qui s’est passé pour les compagnons Alfredo Cospito et Nicola Gai lorsqu’ils ont tiré sur l’entrepreneur nucléaire Adinolfi. La clandestinité ferait en sorte, d’une certaine manière, que la technologie pour la surveillance perde en partie de son efficacité puisqu’au moment de trouver les responsables, celleux-ci seraient déjà dans l’obscurité, en train de conspirer pour la prochaine attaque. La surveillance policière permanente qui s’exerce sur les ennemi-e-s connu-e-s du pouvoir cesserait d’être effective, ce qui constitue sans doute un autre avantage de la clandestinité permettant une bien meilleure mobilité. Le fait que de nombreux yeux nous surveillent, restreint énormément la capacité d’action, déjà pour des coups sporadiques, et plus encore s’ils deviennent récurrents. La clandestinité offrirait donc plus de facilité pour mener à bien une pratique d’attaque systématique, ainsi que la création de complicités, dans la mesure où les activités politiques seraient presque totalement dédiées à la conspiration et à l’action.
Mais ce genre de vie, est-ce vraiment ce que nous cherchons et ce que nous voulons? Pourrions-nous mener cette dynamique sans tomber dans des comportements militaristes et d’appareil? Sans doute, de nombreux aspects indispensables de la pratique anarchiste seraient mis de côté à l’heure d’opter pour la clandestinité. Le questionnement permanent, au niveau individuel et collectif, pour nous défaire de comportements autoritaires et/ou citoyens se verrait entravé si l’on prend en compte la dynamique de la clandestinité qui, comme mentionné auparavant, exige d’adopter des conduites que nous ne partageons souvent pas dans le but de passer inaperçu-e-s. La discussion et le débat ample et frutueux avec des compagnon-ne-s qui nous aident tant dans notre développement individuel seraient aussi compromis, puisque les contacts publics seraient réduits ou pratiquement inexistants.
En lien avec cela, la clandestinité fait aussi courir le risque d’établir des hiérarchies et des relations verticales, nous transformant en ce que nous critiquons et attaquons et générant une distance abismale entre les moyens et les fins. Dès lors que cela se produit, nous sommes perdu-e-s, nous avons commencé à utiliser des méthodes éloignées et contraires à ce que nous affirmons, et dans ce cas il serait opportun de rejeter l’option de la clandestinité.
Par conséquent, comment conjuguer une pratique d’attaque systématique et d’envergure avec le nécessaire développement individuel dans les domaines les plus divers?
Seul l’avancée qualitative dans le combat anarchiste informel et les chemins qu’elle pourra ouvrir nous donnerons des réponses.
Francisco Solar
Section de Sécurité Maximale.
Prison de Haute Sécurité
Septembre 2020.