Originalmente recibido en portugués junto con las fotografías el 22/11/2020
Cuando las aguas parecían estar en la mayor calma, casi indiferente con una dominación sutil pero aguda, uno de los muchos asesinatos que practica las fuerzas armadas contra la población negra, aconteció el día anterior, el día de la conciencia negra, el día del recuerdo de un gran guerrero: Zumbi dos Palmares.
João Beto que ya había marcado su paso por la vida en su barrio y con el suyo marcó el desborde de la rabia con su triste muerte. Ciertamente, nada iremos a decir en defensa del templo de la mercancía que es la empresa Internacional de Supermercados Carrefour.
Tampoco vamos a analizar el papel de las Fuerzas Armadas ni su continuidad como capitanes de la selva en el Bra$il del presente. No queremos ser activistas o comentaristas de la revuelta. Estas palabras salieron entre las piedras y el fuego que tenían, sí, y mucho, en Porto Alegre.
A lo largo del día varias personas se pararon frente al supermercado comenzando la protesta. Pero fue por la noche cuando la ira se calentó y logró ingresar al Carrefour momentáneamente, fijar, y marcar su fachada con la frase PM ASESINA en letras gigantes, obra de un artista del rodillo.
Una retirada no siempre significa derrota. Y así, tuvieron que salir debido al enfrentamiento policial, la batalla continuó. Varios focos de incendio rodearon el supermercado, y a través de la puerta rota se atacaba desde una barricada a los policías que custodiaban la entrada a la Mercado. Algunas líneas del frente estaban detrás de esta barricada tratando de llegar a la policía con piedras y cohetes.
Otros rompieron el pavimento proveyéndose de más municiones, otros lanzaron petardos y cohetes, algunos devolvieron el gas lacrimógeno dentro del supermercado, se avanzaba y retrocedía, había unos en una dirección y otros para el otro. La policía intentó responder con balas de goma y disparando gases a los que se llevaron las municiones y a los que alimentaron hogueras.
Hasta que, en uno de estos atentados, la fuerza policial abandonó el mercado tratando de tomar el control de la calle. La revuelta pareció dividirse en varios grupos, lo que significó la ampliación del conflicto. Un vehículo oficial de policía visto al costado del estacionamiento del supermercado fue atacado inmediatamente, las piedras volaron sobre él y cerca fue parcialmente volteado luego un temerario invadió y trató de prenderle fuego. Varios ayudaron, pasando algo para alimentar el fuego inicial. Nos quedamos sin combustible (todos fuimos con pocas municiones y mucho odio). Llegó la policía para defender su coche, y un nuevo apuro.
Se invadió un edificio en construcción para sacar apartaderos, tarimas, puertas, piedras, botellas … que alimentaban dos barricadas, una de fuego en el frente y otra protección para las líneas del frente. La policía decidió seguir adelante y llegó con una fuerte arremetida de gas. Nuevo apuro.
En el camino, otro temerario levantó los ánimos con una motosierra que fue expropiada de un camión de bomberos. Varios aplaudían, otros gritaban. Un vehículo amenazante llegó desde el otro extremo de la calle, y una piedra cayó sobre él, bastó eso, una piedra voló contra él y otra más… el oficial de policía que conducía huyó del auto sin lugar a dudas aterrorizado.
Nuevo festejo. Los vehículos no siempre son recibidos de esta manera. Y no fue la única. Dos vehículos más pasaron por la misma calle y fueron recibidos con piedras de indignación por la muerte de una persona más en defensa de mercancías. Todos huyeron, ningún policía bajó ni dudaron salir a toda velocidad. Los refuerzos terminaron corriendo en desorden con
las sirenas casi gritando socorro.
Tiendas burguesas fueron atacadas cuando pasaron los vengadores. Unade ellas que expone colchones en un lado de la ventana mientras del otro duermen personas de la calle, se rompieron en pedazos vidrios pesados, después de varias pedradas. Dos sillas y un taburete estilo colonial más las almohadas salieron de la vitrina a la barricada. Nueva prisa y gasolina, dispersión momentánea, contenedores, puertas, fierros, piedras, todo estaba siendo arrojado a las calles para evitar que la policía avanzara mientras nos íbamos dispersando. El gas invadió edificios y viviendas en un sector noble del barrio que probablemente nunca sintió u olió la insumisión ante aquella represión.
Fue poco, fue lo mínimo, pero ya no fue una muerte más por la policía (que privados o públicos, militares o civiles hacen un trabajo similar) que pasó indiferente, ni fue un acto pacífico que sirva de plataforma política para los militantes. Fue una acción de hostilidad contra el racismo que ha sido urgente durante mucho tiempo en estas tierras.
El 20 de noviembre de 2020 se marcó con sangre el templo de la mercancía que irónicamente anunciaba la llegada del Black Friday. Fue un viernes de feria negra, un mercado de viernes de conciencia, de acción, de sensibilidad por la vida de los guerreros y guerreras que día a día sienten en sus cuerpos el peso de salir del estándar impuesto de buen ciudadano.
El silencio de la prensa, que actualmente sale en defensa de los bienes y mercancías, prefiere sofocar los actos de venganza, de modo que no te contagies y te conviertas en una costumbre, queremos resaltar con alegría lo que pasó, lo que vimos, lo que logramos hacer.
Algunos que, con amor y odio, fuimos a la calle a atacar la máquina que nos aplasta.