[Estado Italiano] Manifestación en Brennero: Condenas por 166 años

Traducción recibida el 20/05/2021:

Ayer, 14 de mayo, tuvo lugar la sentencia de primer grado contra los 63 acusados ​​y acusadas ​​en el «segundo troncón» del juicio por la manifestación contra las fronteras del 7 de mayo de 2016 en Brennero.

Como era de prever, la acusación de «devastación y saqueo», – con la cual había pedido el doble de las condenas respecto a aquellas pronunciadas ayer – ha caído. Pero para complacer de todas formas a la acusación, el juez ha tratado mas pesantemente los otros delitos (principalmente «daño» y «resistencia»), añadiendo un uso verdaderamente «creativo» del «concurso moral». Resultado: todos condenados, pocos a menos de un año, muchos a penas superiores a los 3 años, más de uno a 5, para llegar en un caso a los 6 años de prisión. Incluso el hecho de que se impusiera la pena máxima a un compañero que durante la manifestación hablaba por el megáfono demuestra que el juez ha mantenido inalterado el guión de fiscalía-Digos-Ros (enfrentamientos planeados con tanto de «jefes», «subjefes» y «gregarios»). Si agregamos que el proceso se ha realizado con un rito abreviado [1], por lo cual las condenas están ya «descontadas por un tercio», aquello de ayer se ha asimilado a un pelotón de ejecución que se mueve con la flema de un burócrata.

En la espera de un análisis más detallado, podemos leer detrás de sentencias similares la tendencia a golpear de manera ejemplar a cualquiera que participe en manifestaciones en las que se enfrenta a la policía. La violencia debe seguir siendo un sólido monopolio del Estado. Solo la protesta simbólica será tolerada. De lo contrario, la responsabilidad «moral» recaerá sobre todos y todas.

En lo que a nosotros respecta, el espíritu y el significado de aquel 7 de mayo nos lo reivindicamos con la cabeza en alto. Mientras continúa las violencias policiales a lo largo de la ruta de los Balcanes; mientras mujeres, hombres y niños se ahogan en el Mediterráneo; mientras el Estado italiano financia los campos de concentración y de tortura en Libia; mientras asistimos a un servil cuanto asesino coro de apoyo respecto a los masacradores de los palestinos, «Derribar las fronteras» es un grito, una invitación, un proyecto más justo y más urgente que nunca.

A continuación se muestra la declaración leída en la sala del tribunal el pasado 11 de septiembre y una contribución que escribió un compañero en arresto domiciliario para la concentración solidaria que tuvo lugar ayer por la tarde en Bolzano.

Declaración ante el tribunal de Bolzano

Todos los días el sistema de las fronteras aplasta a miles de personas. Aquello que está sucediendo entre Siria y Turquía, entre Turquía y Grecia, en el archipiélago del Egeo, en la frontera entre Bosnia y Croacia, en los campos de detención en Libia, en el Mediterráneo confirma que los muros y la caza al pobre son el rostro del nuestro presente. Mientras que las mercancías viajan libremente de una parte del planeta a otra, los seres humanos son sin piedad divididos entre quien puede cruzar las fronteras y quien no: entre los ahogados y los salvados., para retomar las palabras de Primo Levi[2]. Se antepone un orden económico – devastador en su lógica de guerra y cada vez más saqueador de materias primas, ecosistemas y autosuficiencia alimentaria – establece las condiciones por las cuales millones de mujeres y de hombres se ven obligados a abandonar las tierras en las que nacieron y se criaron; luego, un gigantesco aparato de alambre de púas, vigilancia electrónica y campos de concentración empuja a esta «humanidad de desecho» a una terrible carrera de obstáculos; quien sobrevive a la selección deben entonces estar tan exhausto y temeroso como para aceptar cualquier condición de vida y de trabajo en los países a los cuales llega. Y por esto mismo, finalmente, puede ser señalado por el racismo institucional y social como un chivo expiatorio al que echar cualquier culpa.

Cuando, a finales de 2015, el Estado austriaco declaró su intención de construir una barrera antiinmigrantes en el paso del Brennero, las quejas de las instituciones italianas se referían única y exclusivamente a las repercusiones negativas que ese muro habría tenido en el tránsito de las mercancías. Como emblema de un pasado que no pasa, la rueda de prensa sobre el proyecto de la barrera fue realizada directamente por la policía austriaca y el todo viene presentado como una mera «solución técnica» de gestión de la frontera. La expresión misma – «solución técnica»[3] – debería haber hecho hervir la sangre.

Mientras se escenificaba el baile de las declaraciones cruzadas entre los gobiernos austriaco e italiano, los controles de las policías sobre los trenes OBB se realizaban ya en territorio italiano y la «solución técnica» era trasladaba más al sur. Durante meses cualquiera que tuviera la cara no-blanca ni siquiera podía subirse en aquellos trenes, tanto en Bolzano como en Verona. El sistema-frontera, en cambio, es un dispositivo móvil, todo uno con las redadas de la policía y con los centros de detención administrativa. (Y debería hacernos reflexionar el hecho que la misma «solución técnica» haya sido adoptada meses antes para controlar y rechazar a los positivos a la Covid 19 entre los conductores y los pasajeros que se dirigían a Austria: los potenciales «infectados», esta vez, éramos nosotros).

Por todas estas razones, alguien ha bloqueado varias veces los trenes OBB; por esto, en los meses previos a la manifestación del 7 de mayo de 2016, se ha insistido por varios sitios sobre el concepto «si no pasan las personas, no pasan la mercancías»; por esto los discursos sobre cómo hacer fracasar la gestión de esa abominación llamada «solución técnica».

Aquello que los fiscales han presentado como una especie de diseño tramado por algún «jefe» y ejecutado por muchos «gregarios», era simplemente el sentimiento que ante aquella injusticia se tenía que reacciona. Los «ciudadanos honestos» que hoy no quieren distinguir aquello que es legal de aquello que es justo – que se duermen, es decir, en aquella obediencia contra la que meten en guardia las palabras de Hannah Arendt («Nadie tiene el derecho de obedecer») que con gran hipocresía las instituciones han hecho colocar ante este tribunal – recuerdan muy de cerca a aquellos que se giraban de otra parte cuando en este País se deportaban a los judíos y se fusilaban a los partisanos.

Y ahora entremos en los méritos del proceso. El delito de «devastación y saqueo» – en cuanto tal como y más aún según ha sido interpretado por los fiscales- deriva directamente del código fascista de 1930. Ya había aparecido en el 1859 con el artículo 157 del código del Reino de Cerdeña y en el 1889 con el artículo 252 del código Zanardelli. No solo eso, en aquellos casos, se hacía explícita referencia a la guerra civil y la masacre, pero las condenas previstas oscilaban entre los 3 años y los 15. Con el código fascista, sin embargo, desaparece esa cosita llamada guerra civil, mientras que la pena base prevista en el artículo 419 comienza a partir de los 8 años. Luego ha llegado la «democracia nacida de la Resistencia», se dirá. En efecto. El artículo sigue siendo el 419 y las condenas son las mismas. Ahora, dado que así se llega al absurdo jurídico por el cual, en su comparación, se arriesga decididamente menos con la acusación de participación en una «insurrección armada contra los poderes del Estado», aquello definido por el artículo 419 ha quedado durante mucho tiempo un así dicho delito durmiente. Uno de los pocos casos en los cuales ha sido aplicado desde el 1945 hasta finales de los noventa han sido los levantamientos insurreccionales que estallaron en 1948 tras el atentado a Togliatti[4], levantamientos durante los cuales en algunas ciudades los partisanos tomaron las calles con ametralladoras … Hoy el umbral de la disidencia aceptado está bajando tanto por lo que se intenta aplicar – y en algunos casos incluso se ha logrado – el delito de «devastación y saqueo» a manifestaciones por las cuales es incluso grotesco hablar de «destrucción de gran alcance». Y así llegamos a la solicitud, formulada en esta sala hace unos meses como si fuera una normal lista de la compra, de 338 años de prisión. Todo ello frente a una indemnización por daños solicitada por el ministerio del Interior de 8 mil euros… Dejamos entonces a los abogados la cuestión -en realidad mucho más política que «técnica» – de la forma tan desenvuelta con el cual se contesta a decenas de personas el delito de concurso material y moral en resistencia y lesiones en virtud de la simple presencia en aquella manifestación.

Como emerge de los folletos y de otros materiales citados, e incluso de los videos que se han mostrado obsesivamente en las pasadas audiencias, la intención de esa manifestación era bloquear las líneas de comunicación – de hecho, la manifestación fue cargada por la policía y carabineros propio en el momento que se estaba desviando hacia las vías. «Si algunos no pueden cruzar la frontera, entonces no pasa nada ni nadie»: ciertos conceptos éticos a veces necesitan de una generosa demostración práctica.

Las fronteras matan. Por ahogamiento, por congelación, por accidentes en los senderos de montaña o largo las vías férreas. O sino directamente, con el plomo de la policía, como ha sucedido en Grecia gracias a la legitimación de facto por parte de la Unión Europea. De todo esto no queremos ser cómplices.

A cada uno lo suyo. En lo que a nosotros respecta, el sentido y el espíritu de aquel 7 de mayo nos lo reivindicamos con la cabeza en alto. Como muestra de rabia contra las mil formas de racismo de Estado. Como expresión de solidaridad en el confronto de una humanidad perseguida. Y como gesto de apoyo. Hacia los trabajadores del campo que luchan en el sur de Italia, hacia las mujeres inmigrantes que se rebelan a la trata, hacia los presos en revuelta en los campos de concentración de la democracia. Hacia quien, en cualquier parte del mundo, no se cansa ni transige, porque ama la libertad de todos y de todas hasta el punto de jugarse la suya propia.

No nos hacemos pasar por víctimas de la represión. Somos conscientes de aquello que implica nuestra posición al lado de los damnados de esta tierra y contra los planes del poder.

Que el tiempo de la sumisión se detenga.

Bolzano, 11 de septiembre de 2020

Agnese Trentin, Roberto Bottamedi, Massimo Passamani, Luca Dolce, Giulio Berdusco, Carlo Casucci, Giulia Perlotto, Christos Tasioulas, Francesco Cianci, Andrea Parolari, Mattia Magagna, Sirio Manfrini, Luca Rassu, Roberto Bonadeo, Marco Desogus, Gianluca Franceschetto, Gregoire Poupin, Claudio Risitano, Guido Paoletti, Daniele Quaranta

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Abatir las fronteras, destruir la Máquina

Siento no poder estar allí con vosotros y os agradezco por esta iniciativa solidaria.

Mientras escribo estas líneas, desconozco el resultado del juicio por la manifestación contra las fronteras del 7 de mayo de 2016 en el paso del Brennero. En las múltiples presentaciones de esa manifestación, en las iniciativas posteriores y en la declaración colectiva que hicimos en la sala, hemos explicado y reiterado abundantemente el sentido y las razones de aquella manifestación. Aquello que puedo agregar personalmente es que me reivindico con orgullo el espíritu de aquella jornada; además, que estoy orgulloso de haber tenido a mi lado a tantas compañeras y compañeros que al Brennero han venido realmente con el corazón y que lucharon con valentía en un contexto a decir poco difícil. Actuar por lo que se considera justo e indispensable a menudo comporta un precio.

Aquello que ha sucedido y está sucediendo en el mundo gracias a la Emergencia Covid-19 no solo confirma la brutal división social entre incluidos y excluidos, sino que arroja nueva luz sobre las mismas fronteras de la democracia. La acusación que se nos ha presentado por la manifestación del 7 de mayo – «devastación y saqueo» – ha golpeado posteriormente las dos expresiones más intensas del conflicto contra la gestión estatal-capitalista de la epidemia: las revueltas en las cárceles de marzo de 2020 y los enfrentamientos callejeros contra las restricciones y el toque de queda del otoño pasado. Esta extensión cualitativa y cuantitativa de un delito que el legislador primero liberal y luego fascista reservaba a las situaciones de insurrección, «masacre» o «guerra civil» nos dice por sí misma en qué época hemos entrado. Y es solo la punta de un mecanismo represivo que en el último año ha golpeado cualquier práctica que haya perturbado los movimientos del cuadrante de mando: ocupaciones de viviendas, huelgas de la logística, luchas de los estibadores contra el tráfico de guerra, simple actividad de denuncia de las responsabilidades de Confindustria, para llegar a las web de contrainformación no alineados con la «narración pandemia única». Sin embargo, concentrándose solo en la represión se corre el riesgo de ser reductivo y engañoso. La aceleración a paso de gallina hacia un mundo cada vez más digital, medicalizado y militarizado está creando inéditas fronteras entre el ciudadano y el clandestino, entre el normal y el desviado. Una sociedad regida por algoritmos de inteligencia artificial, materializada en ciudades diseminadas por sensores; una realidad en la que entre individuo e individuo, entre el individuo y el mundo siempre exista la mediación de un dispositivo digital es literalmente inhumana. En sentido ético, porque su funcionamiento necesita cada vez más millones de semiesclavos empleados en la extracción y en el procesamiento de las materias primas; en un sentido antropológico, porque solo cuerpos-máquina y humanos-máquina pueden sobrevivir en un mundo de radiaciónes, escorias radioactivas y nocividad tecnológica. Quien rechaza las vacunas del bricolaje biotecnológico, quien se obstina en no tener un teléfono inteligente, quien que no quieren tener un «green pass» para moverse o incluso solo para ir a un restaurante, será el nuevo clandestino, variante interna (y todavía privilegiada) del refugiado. En el mundo en construcción, al apartheid del racismo de Estado irá acompañado del apartheid tecnológico. Como un ingeniero de Google ha «profetizado» hace muchos años, el destino reservado a quienes no acepten las prótesis de una condición poshumana será aquella de convertirse en sub-hombres: para usar su elocuente expresión, seremos nosotros los chimpancés del futuro. Un futuro que está aquí. «Seguir siendo humano» ya no es solo una invitación a la sensibilidad moral, sino un programa revolucionario, un desafío al cuchillo contra la dictadura de los expertos, de los militares, de las máquinas.

Si el estado italiano acelera en este cronograma cibernético – es el único gobierno, que yo sepa, que ha impuesto la obligación de vacunación para los sanitarios y el primero en Europa en haber introducido el «certificado sanitario» -, el verdadero puesto de avanzada de este tecno-mundo es el Estado de Israel, porque allí la cuestión colonial y la cuestión tecnológica se pueden comparar en un mismo territorio. Para juzgar adecuadamente la política del Estado italiano, debemos observar contemporáneamente los laboratorios high-tech ( alta tecnología) que financia aquí y los campos de concentración que financia en Libia. En Israel, la distancia entre aquellos lugares se mide en los pocos kilómetros que separan un barrio de otro, sin un mar de por medio. Los drones utilizados para controlar, advertir y, si es necesario, bombardear a la población palestina han sido utilizados durante la emergencia Covid-19 para monitorear a los ciudadanos israelíes, seguidos por una aplicación específica. Para ser el primer País al mundo en vacunar a su población, el Estado israelí no solo ha comprado las ampollas de Pfizer al doble de su precio de mercado, sino que también ha proporcionado a la multinacional estadounidense los datos sanitarios personales de todos los vacunados. Los ciudadanos de la «única democracia en Oriente Medio» transformados en conejillos de indias experimentales, en materia prima para la industria farmacéutica. Hablando de esto, el director ejecutivo de Pfizer ha definido al estado de Israel «el laboratorio del mundo». El «pass de vacunación» introducido inmediatamente después ha marcado la frontera interna entre quien se fía de la ciencia de Estado y quien se resiste, pero al mismo tiempo se ha convertido en una nueva frontera externa, un nuevo check-point para los palestinos. Falsa la operación «Israel Covid- free»- o, mejor, rendición permanente, con las futuras y periódicas revacunaciones – ha recomenzado con mas ferocidad en Gerusalem Este la operación «Israel libre de árabes» con desalojos de familias palestinas, destrucción de la mezquita de Al-Alqsa, ejecuciones por las calles de Sheikh Jarrah por parte de colonos, militantes de extrema derecha y soldados -y luego los bombardeos en Gaza. Vacunar en tiempo record a los tuyos o bombardear enemigos con control remoto son dos movimientos posibles por el mismo cuadrante de mando.

«Estamos en guerra», nos repiten desde hace más de un año. Las metáforas de guerra deben tomarse a la letra. El enemigo está fuera. El enemigo somos nosotrxs.

La naturaleza. El palestino. El israelí que desierta. El humano.

La Máquina tiene una solución para los cuatro. Pero la Máquina se puede destruir.

«Abatir las fronteras», hemos gritado aquel 7 de mayo. El alcance y la urgencia absoluta de ese grito hoy me están más claros.

Rovereto, 13 de mayo de 2021

Máximo

Fuente:
//ilrovescio.info/2021/05/16/manifestazione-al-brennero-condanne-per-166-anni/

Notas:

[1] rito abreviado es la posibilidad de tener un juicio más rápido, saltándose los tiempos bíblicos del proceder normal, pero con menos garantías para la defensa, que no puede presentar contra pruebas, etc. Entre las disposiciones de ese rito esta la reducción de la condena de 1/3 sea cual sea la condena.
[2] Primo Levi, sobrevivió a los lager nazis, muchos de sus libros hablan de esa «experiencia». Los «salvados» venian a ser los que mejor se adapataban al sistema.
[3] lenguaje usado por los nazis para la cuestión de los ebreos; para los nazis la solución del «problema» de los ebreos era una «solución técnica».
[4] en la época secretario del partido comunista italiano.