Recibido el 29/09/2021:
Cada vez que me vuelvo a situar en un mundo más grande que el patio de este módulo, las celdas diminutas y las calles angostas vigiladas por esos ojos que todo lo ven, me invade la incertidumbre de saber cómo podre volver al mundo exterior una vez todo esto pase. Pues, en algún momento terminará…
Aquí adentro muchas cosas son superficialmente diferentes, hasta las rutinas sin mucho sentido se extrañan a veces,pero con el pasar de los meses ha sido inevitable encontrar similitudes funcionales entre el presidio y la falsa libertad que es la vida fuera de los muros. La vigilancia constante, los horarios funcionales a quienes nos mantienen presxs, el control, la policía con y sin uniforme no son exclusivas del presidio, solamente que acá toman dimensiones exageradas, espectaculares.
Encuanto a lo diferente: hay palabras y situaciones cotidianas que acá parecen ser de vida o muerte, su significado cambia y mucho.Cualquier palabra dicha a la ligera se pudre y puede ser usada en tu contra. Cualquier exceso de confianza puede ser una puerta sin retorno a ser aplastado, y eso me hace extrañar el poder hacer oídos sordos y masticar mi silencio, algo que solía hacer mucho afuera, pero que acá pasa a ser un signo de debilidad. Acá no puedes “comerle a nadie”, un verdadero desafío para quienes hemos sido silenciosos toda una vida.
Nunca fui de muchos amigos y siempre he mirado con ojos críticos la amistad, pero acá no hay amigos, y aunque compartas la mayor parte de tu día con determinadas personas, llegado el momento podrías terminar siendo solo “una cuchilla más”.
Si afuera la ayuda nunca es desinteresada imagínate acá adentro, dónde todos velan por si mismos.
Entre el concreto frío y húmedo, y la ilusión de libertad a la que estamos acostumbrados es mil veces preferible lo segundo, pero es prudente recordad que hay cárceles menos materiales y mucho más pesadas que las de fierro y concreto, que te aprisionan incluso haciéndote sentir libre.
El tiempo y el espacio los tengo dislocados, y creo que será muy difícil volver a sentirlos como antes. El presidio no es eterno y eso es, a veces, la única esperanza, pero como he y hemos dicho hasta el cansancio: Estar triste y hastiado no será nunca estar derrotado. Si algo crece día a día es el odio a la injusticia y las ganas de acabar con una sociedad que busca acabar con nuestra libertad.
No hay espacio para arrepentimiento, y queda aprender de los peores momentos para curtir la experiencia y que todo esto, por más cruel, termine un día siendo útil cuando la guerra que proponemos este desatada.
“La guerra es lo que hay”, y en ella hay muertxs y presxs.
“La guerra es lo que hay”, y para quiénes eligen hablar menos y pasar a la acción, para aquellxs que no pueden vivir con todo el peso de la injusta sociedad, es necesaria para seguir viviendo.
La accion antiautoritaria no es por orgullo, ni por lemas, ni por banderas: es por todxs aquellxs que día a día dejan de vivir y solo subsisten. Es por esxs tantxs y por nosotrxs mismxs, que muchas veces estamos dispuestxs a pisar este suelo frío y estás celdas malolientes. No es porque nos guste la cárcel, ni por hacer llorar a nuestras familias. A nadie le gusta el presidio, pero es una consecuencia ineludible para todxs lxs que incomodan a los dueños de esta sociedad y a sus guardianes. Es el precio de gozar aquel cáustico placer.
Luis Avaca.