No se si escribo Yo, lo dudo.
Quizás mi sombra o mis fantasmas.
Me inunda un terrible asco.
Asco que no desaparece
pero que se niega a convertirse en vómito.
Tal vez estoy muerto,
y el aroma nauseabundo, que tanto asco me da,
emana de mi fallecido Yo.
Eso debe ser:
¡Mi Yo ha muerto!
¡Que triste la Verdad!
Consuelo estúpido:
“Podría ser peor” ¿Te acuerdas?
¡Podría ser mejor!
Tal vez el que escribe es mi anhelo
de lo que quise ser y no pude
por estar preocupado en “deber ser”.
Quizás nunca fui algo.
Siempre fui nada, en el sentido de vacío.
¡Una nada hablando de Amor y de Libertad!
Me miro al espejo y me encuentro usurpado, ajeno.
Horrible bestia, criatura abandonada.
Abortado por la Libertad
que no desea parir un hijo impuro, miserable.
Un aborto más de la Libertad,
cansada de tener hijos que hablen de la Vida sin conocerla,
que hablen de su madre sin ni siquiera recordarla.
Pseudo nihilista que rezó por un puñado de pseudos revolucionarios,
coreando cantos de caridad y de la más apestosa ideología.
Caritativo creyendo ser solidario.
Individualista con miedo a estar solo.
Revolucionario con más palabras que actos.
Oveja teñida de negro,
despreciando el rebaño del que se alimenta y sacia su sed bestial.
¿Para qué seguir?
¡Todo eso soy!
Y más ¡Siempre se puede más!
¡Basta!
¡Yo no escribo!
¡Yo no existo, hace mucho tiempo!
¿Quién sabe desde cuando soy lo que soy?
¿Por qué?
¿Con qué sentido darse cuenta?
¿Por qué no seguir soñando?
¡Qué tortura!
No estar de un lado ni del otro,
soñar y estar despierto,
oveja con conciencia.
¿Serán los fracasos, las pérdidas, la traición?
¿Quién me ha hecho lo que soy?
¿La Humanidad, la Sociedad?
Quizás soy yo el único responsable de mi angustia, de mi bestial fealdad.
¡Soy yo mi enemigo!
¿Es el precio que tengo que pagar?
¿A quién?
Tal vez a mi Yo,
ese que está por ahí, viendo en lo que se convirtió:
un ser despreciable, indigno de la Vida.
Nathaniel Rifiuto – Ediciones Gazakia