Como en el caso de la mayoría de mis compañerxs no desperté de repente para descubrir que soy anarquista. Fue más bien un proceso gradual que comenzó con la determinación de combatir el racismo, desafiar el patriarcado y dudar de la existencia de un viejo omnipresente de barba blanca.
Nací en 1987 de una madre rusa y un padre georgiano en Siberia durante los últimos años de la URSS y pasé la mayor parte de mi infancia viajando de aquí para allá entre Rusia y Georgia, cambiando a diferentes ciudades, escuelas y conociendo gente con ganas de demostrarme lo mejor nación que era Georgia comparada con Rusia y viceversa. Lo que más afectó mi ideología fue la decisión de mi familia de mudarnos a Grecia donde conocí a mucha gente interesante y, durante los últimos años de escuela, con amigxs empecé a leer libros sobre ateísmo, feminismo y anarquía.
Las razones por las que me considero anarquista, tienen que ver con que creo que cada ser humano sin importar su etnia, género, color, religión, etc., debería poder disfrutar de los derechos en cualquier parte del mundo; algo que obviamente no es el caso en este momento y nunca lo será a menos que se haga algo para cambiarlo. Y la razón por la que no considero que Comunismo de Estado sea un sistema político por el que valga la pena luchar es, además del hecho de que cualquier forma de jerarquía es inaceptable para mí (especialmente la que deja absolutamente sin opciones de expresar cualquier pensamiento diferente que rete el funcionamiento con el que funciona la sociedad), es el hecho de que en una sociedad comunista en la que vivieron mis padres, aun cuando ellxs tenían las misma responsabilidades en cuanto a las horas y condiciones laborales se refiere, mi padre disfrutó de mucha más libertad en su vida diaria que mi madre.
Además, como migrante en Grecia, un país con muchxs migrantes y mucho más problemas, tuve que aprender a acostumbrarme a ser el/la «otrx» quien siempre es un blanco fácil al que el Estado puede culpar de todo, ya sea de un partido político de izquierda o de derecha, al igual que los medios de comunicación de masas que siempre intentarán todo lo que puedan para enfatizar que la nacionalidad de cualquier ladrón/a no es la griega. En esta sociedad, tuve muchísima suerte de conocer personas para las que categorizar a seres humanos según su raza, entre otras cosas, es inaceptable y, mientras ayudábamos a migrantes a aprender griego en nuestra escuela de idioma para migrantes con el nombre simbólico de «Odiseo», nosotrxs mismxs aprendimos de nuestrxs estudiantes y lxs unas de lxs otrxs lo poco que importa y lo superficiales que son estas categorizaciones.
Llevo los dos últimos años viviendo en Irlanda donde, además del racismo y los problemas de clases, para mucha gente, la vida de una mujer tiene menos valor que la de un feto. Algo que, junto con otros problemas más o menos importantes que presencio diariamente, me hace estar más segurx de que la única forma en que las personas puedan vivir en un mundo más justo es solidarizarnos lxs unxs con lxs otrxs y luchar por los derechos de todxs, nos afecten o no.
Nephele (otoño de 2013)