Recibido el 17 de noviembre:
Los perros le ladran a lo que no conocen…
No nos sorprenden las mentiras y todo el show que en los últimos días armó la prensa, los mismos siervos del capital que hace muy poco quisieron vincularnos con la extrema derecha saben la conveniencia de la mentira para su negocio, no necesitan repetirla mil veces para que unos cuantos incautos se la crean. Los plumíferos de El País y los que han repetido sus palabras, sin preocuparse de si tenían algo de cierto, como El espectador o M24, saben bien que lo que importa en el espectáculo es cacarear. No pedimos peras al olmo, no le pedimos sinceridad o verdad a la prensa. No es eso lo que denunciamos sino el objetivo que se esconde detrás de los intentos repetidos de ensuciar la actividad de la Solidaria, los distintos compañeros que allí participan, y ahora, a aquellos que se han acercado a solidarizarse. La prensa, haciéndole los mandados al Estado y a los especuladores que han comprado la casa, prepara el terreno para vengarse de los que se oponen al negocio, a todos los negocios. Es por eso que intentan ensuciarnos, es por eso que hablan de ratas y otras mentiras, no quieren, no se atreven a poner sobre la mesa los verdaderos debates que La Solidaria abre: la especulación inmobiliaria, la propiedad privada, la lucha por un mundo mejor. Si mañana se saca a los ocupantes de la Solidaria, si se cierra el centro social que funciona en Cordón desde hace tres años, y como biblioteca muchos más, la prensa ya habrá terminado su sucio trabajo preparando todo para la represión.
¿Por qué tan peligrosos?
La Solidaria no es el local de ningún grupo u organización política. Es un local donde funciona la auto-organización social basada conscientemente en principios opuestos al valor dinero y su mundo. No sólo sabemos lo que no queremos, sabemos también lo que queremos y lo llevamos a cabo. Si el capital y su Estado crean relaciones basadas en la competencia, la dependencia y el consumo, nosotros le oponemos relaciones basadas en la reciprocidad y la solidaridad. En La Solidaria la competencia se convierte en apoyo muto, la vida adquiere sentido al cada uno trabajar por sí y por los demás, y el dinero se convierte en un papel sin importancia. Cada compañero y compañera acuerdan libremente y luego son responsables ante si mismos y ante los otros por lo que hacen. No necesitamos soñar con un mundo nuevo, lo vivimos mientras peleamos. Si el Estado propone a la gente dormirse con todas las drogas posibles, con la televisión, el encierro y el consumo de todo lo que no es necesario, nosotros proponemos empezar a dialogar acerca de qué cosas queremos y necesitamos realmente. Y lo más importante, mientras cada vez más la recuperación del capital pasa por hacer creer que uno decide cosas que no decide, nosotros mostramos que es posible tener la capacidad de decidir y hacerse cargo. Siempre lo hemos hecho.
Algo está mal y todos lo sabemos.
Mientras los que viven en el miedo o generando miedo santifican la propiedad privada y el dominio, nosotros pertenecemos a un mundo que con actos niega la necesidad de la explotación y las jerarquías. Estamos orgullosos de no mirar para otro lado, de meternos y de no sólo intentar tener un discurso lindo sino de llevarlo a la práctica. La lucha a la cual pertenecemos no comenzó ni termina en nosotros sino que es parte de una larga lucha por la libertad que se ha librado en todos los tiempos. Queremos desterrar del todo aquellas jerarquías que han puesto al hombre sobre la mujer o al ser humano sobre la naturaleza. Las empresas necesitan de la competencia, la guerra, la explotación y el consumo desenfrenado, las personas no. Sabíamos desde el principio que un lugar como el nuestro en donde todas las actividades son gratuitas, las decisiones se toman en común y la ley es sustituida por el libre acuerdo, se convierte en un peligro para los defensores del orden existente. Algo está mal y todos lo sabemos, la naturaleza amenazada, la vida despreciada y la explotación defendida como nunca por los acomodados, tiene que cambiar. La diferencia entre nosotros y otras personas preocupadas es que nosotros ponemos en práctica soluciones, es que peleamos contra lo que está mal.
Quién debe decidir.
Ahora hablarán de la legitimidad de los dueños, de los que han puesto dinero, de tener nuestra casa, de sacarnos de ahí para continuar con el negocio de la especulación inmobiliaria, de continuar arrastrando a la gente del barrio hacia afuera para que el negocio continúe. ¿Pero qué legitimidad es esa? ¿Son los políticos los que deben decidir sobre nuestra casa, los mismos que se enriquecen con lo que nos roban, que viven de nosotros? ¿O son los empresarios los que deben decidir, los mismos que nos explotan en el trabajo y solo conocen el evangelio de san ganancia? Nuestras formas de auto-organización los desconocen, es en nuestras asambleas abiertas y horizontales en donde tomamos nuestras decisiones. Es por todo esto que miles de afiches dicen en la calle “saquen sus manos de nuestros centros sociales”, no los necesitamos, nunca lo hemos hecho. Estos días la palabra solidaridad va adquiriendo cada vez más sentidos. Sabemos que la libertad es esto, lo que está sucediendo no pasará nunca en la puerta de los dueños de las cosas. A alguna lágrima de una vecina, a alguna carta de apoyo por debajo de la puerta, se suma la fuerza y entereza de muchos otros vecinos que llegan a mostrar su apoyo y potencian una cosa que ya sabíamos: pelear vale la pena. Ahora que el lugar está quedando chico para las asambleas, ya que muchos solidarios se han acercado, es cuando nos damos cuenta que es posible estar a la altura de lo que los tiempos nos exigen. Hasta ayer, sabíamos que teníamos muchos compañeros, hoy sabemos que tenemos muchísimos cómplices. Es imposible evitar sentir regocijo por la gente que se ha acercado, no tiene que ver con el número, tiene que ver con lo que aprendemos de esto: solo la libertad rompe el miedo. La solidaridad internacional también nos ha llenado de alegría, la voz de los compas por el mundo solo nos reafirma. Cuando los carceleros que tenían niños encerrados en las peores condiciones se fueron, y ocupamos la casa para darle vida, una vecina enseguida hizo la denuncia, unos años después, cuando la policía intentó desalojarnos, ella misma estaba en la primera linea para defender el proyecto, con estos ejemplos, las palabras sobran. Nuestra responsabilidad es seguir luchando por un mundo distinto.
Y entonces…
Nos quieren sacar pero a lo sumo solo lograrían movernos de lugar. Nuestros proyectos no se circunscriben solo a una casa, una casa es sólo un par de muros, nuestros proyectos traspasan todo muro. Lo que somos es imparable pues somos parte de la conflictividad social, somos parte de los proyectos más amplios por transformar la realidad, acabar con el mundo basado en el dinero, y crear un mundo basado en la solidaridad y la libertad. Nuestras convicciones son firmes y nuestras ideas claras. Potenciamos la auto-organización social, alejada de partidos políticos, religiones o ideologías. Potenciamos el orgullo de no agachar la cabeza y tener un modo de vida opuesto a los mandatos del dinero. Por eso no pueden hacer nada con nosotros. No les pedimos permiso para ocupar un lugar vacío y no les pedimos permiso para cuestionar su sagrada propiedad. No vamos a rogar a ningún poder nada, no hemos nacido para obedecer o llevar una vida triste.
Hace tres años ocupamos un lugar vacío y lo convertimos en una posibilidad para la vida. A lo que nosotros le decimos vida no es lo que predican los políticos u otros empresarios, vida para nosotros se relaciona con la capacidad de elegir, disfrutar y la responsabilidad de hacerlo. Queremos todo y no negociamos nada, por eso la Solidaria es una amenaza para este mundo.
Asamblea contra el desalojo del centro social autónomo La Solidaria.