Por una lucha anticapitalista en Europa

Texto del congreso de las organizaciones europeas que participan en www.anarkismo.net

El tratado de Lisboa entró en vigor hace un año, con la crisis económica mundial en su punto culminante. Este tratado facilita a la Comisión Europea un ‘poder absoluto’, con respecto a la emisión de directivas que garanticen el ‘acceso competitivo de las empresas europeas a los mercados mundiales y la seguridad operacional dentro de ellos’. Además, en cuanto a la Justicia, garantiza sólo una libertad, la libertad del mercado y la protección de la competencia libre como requisito para la ‘liberación’ del potencial laboral, de la sociedad y del entorno de los 27 países miembros. El nuevo tratado acarrea la perspectiva de la desregulación del sistema productivo entero, sirviéndolo en su sentido más amplio, y permitiendo así la aplicación práctica de la directiva Bolkestein, la cual abre la puerta a la privatización total de los servicios de sanidad, de la educación, del suministro de agua y de las pensiones.

Ésta estrategia no toma en consideración la devastación causada por la actual crisis económica mundial y con su aplicación viene a arrasar los servicios públicos (Sanidad, Transportes, Educación, Suministro de Agua, Alojamiento), a nivel tanto simbólico como real. Introduce el concepto del mercado como un medio de concesión (‘servicios de interés general’) y de satisfacción (el que ahorre puede tener acceso a servicios de sanidad privados, pensión completa, etc.). Ésta es la Europa que, desde el 1 de enero de 2009 tiene prohibida a sus países miembros la adopción de políticas fiscales de redistribución de la riqueza, de los gastos públicos, de la protección social y las prestaciones sociales, mientras que al mismo tiempo garantiza la creación de ‘paraísos’ fiscales.

Las primeras víctimas de las susodichas políticas son, desde luego, mujeres que a menudo se dan cuenta de que tienen que luchar solas, dedicadas a su cotidiano deber de atender a los niños, a los padres, a los miembros de la familia. Esto se nota mucho en ciertos países, en los que, las mujeres, sin ninguna asistencia social, hasta tienen que darse de baja para cumplir con éste deber.

En esta situación, es natural que el mercado laboral y las asociadas selecciones políticas se rijan sólo por las reglas de oro del capitalismo neoliberal: desregulación gratuita (flexibilidad), casualización generalizada del potencial laboral (acompañada por supuesto por la suspensión de los derechos sociales y laborales).

En una Europa que está creciendo  junto con la crisis mundial, esto puede significar sólo dos cosas: el empleo del dumping social y el rechazo del derecho a la huelga para quienes piden condiciones de trabajo iguales para las empresas reubicadas y todo en el nombre de la competencia social y de la economía del mercado.

Desde el Acuerdo de 2007 sobre la flexiguridad, la flexibilidad de las empresas de manejar ellas mismas su propio potencial laboral significa en realidad libertad absoluta de la organización del trabajo, la cual al mismo tiempo se supone que tiene como obvio aparente garantizar la seguridad de los trabajadores, con toda la necesaria adaptabilidad que se les solicita, desde estar constantemente cambiando de puestos de trabajo hasta etapas largas de formación continua.
Así pues, en un mercado laboral que ya ha sido golpeado por la crisis, estamos viendo una reactivación del lema de la competitividad, algo que a su vez no sólo conlleva un dumping social y por consiguiente la privatización de los servicios que son esenciales para la población, sino también un intento de reducir el coste laboral con medidas asociadas con aquella política que aumenta la flexibilidad y la movilidad del potencial laboral, así como la capacidad adaptadora.

Alemania, Francia e Italia, países que antaño se consideraban ‘fuertes’ en el sector de la seguridad social y ‘duras’ en el sector de los derechos de los trabajadores, ya han reformado el mercado laboral interno, llegando al nivel de España, de Irlanda y del Reino Unido, respecto de sectores como subsidios de desempleo, convenios flexibles, debilitamiento de redes de seguridad social etc.

La política de inmigración de la UE es también influida por la lógica del mercado y tiene dos caras: por un lado existe la necesidad de un potencial laboral compuesto por no-ciudadanos de la UE a causa del envejecimiento de la clase obrera europea (este potencial laboral es necesario y suficiente para garantizar el trabajo casual requerido por la competencia), y por otro lado, hay políticas que niegan el derecho de adquisición de la nacionalidad, las cuales alimentan el racismo, acusando a los inmigrantes de clandestinidad, se valen de la represión y el control con tal de dar respaldo a las  explotadoras, inequitativas y agresivas relaciones entre norte y sur, en particular en el área mediterránea influida por Europa.

Para los trabajadores europeos e inmigrantes, en la práctica la flexibilidad significa disposición a trabajar a base de las necesidades de la producción. Para las empresas que están en crisis, cuando millones de puestos de trabajo se están perdiendo, no hay nada mejor que todo eso. Así el mercado laboral se convierte en un mero mecanismo que actúa y se mueve, es gobernado por reglas (leyes, instrucciones de ejecución, ad hoc sentencias jurídicas, directivas, etc.) y por instituciones, con el fin de evitar cualquier tipo de conflicto social.

Siguiendo este sistema económico y social fragmentario, las luchas sociales y laborales se han fraccionado en mil piezas, despojándose de este modo de su eficacia. Necesitamos ver una recomposición de los derechos y los intereses directos de los trabajadores y de los ciudadanos, en el ámbito de un nuevo y unitario planteamiento y organización del trabajo remunerado.

Tenemos que oponernos a la lógica de la segmentación y la flexibilidad, que constituyen el modelo social y productivo del capitalismo y luchar con firmeza por los derechos de todos, de hombres y mujeres, por los derechos laborales, sociales y  políticos.
Tenemos que eliminar los económicos, políticos y otros obstáculos que tienen nuestra libertad e igualdad en nuestra vida cotidiana limitadas, y poner en duda  el concepto que ellos tienen de la participación en la organización de la sociedad. Para nosotros, la participación directa es posible sólo en la base de la solidaridad y la ayuda mutua.

Tenemos que oponer a sus conceptos de la competencia y la competitividad nuestra noción y práctica de solidaridad.

Todas las fuerzas laborales, sociales y políticas que son coherentemente alternativas, han de apoyar los derechos y los intereses de los trabajadores, en una sociedad organizada en base a la solidaridad, la falta de competencia, el respeto, la libertad y la igualdad y en base al autoritarismo, del individualismo y de la falta de democracia. Existe realmente una sola respuesta, nuestra única reacción posible en base a estos principios y opciones:

Movilización social

– por la Europa de los pueblos de ella, de los inmigrantes y de los trabajadores,

– para defender nuestros intereses en los sectores del empleo, de los ingresos, del beneficio social y de la solidaridad social,

– por la democracia desde abajo,

– para defender y crear órganos colectivos de base, espacios auto-organizados dentro de la sociedad y las zonas de trabajo, con tal de echar los cimientos de la lucha anticapitalista,

– para desarrollar una alternativa libertaria a la barbarie de la crisis causada por el capitalismo y los Estados.

París, 7 de febrero de 2010

Alternative Liberataire (Francia)
Counter Power (Noruega)
Federazione dei Comunisti Anarchici (Italia)
Liberty & Solidarity (Gran Bretaña)
Organisation Socialiste Libertaire (Suiza)
Workers Solidarity Movement (Irlanda)