Avanzar olvidando la cabeza es como regresar con un brazo menos.
Crónica del fin de semana de resistencia en Chefresnes.
Dar paso a la fragilidad o destrozarlo todo.
Un madero me disparó dos veces.
Tengo 15 impactos de metal en el cuerpo y ahí se quedarán; la pierna, el hueso de la rodilla, la vagina, el pecho, el brazo. Me han seccionado el nervio del brazo derecho, tuvieron que operar. Dentro de un año, quizás recobre sus capacidades.
Escribo para que no se pueda decir: no lo sabíamos. Quien quiere saber, sabe.
Escribo para que dejen de censurarnos, golpearnos, encerrarnos, matarnos bajo una supuesta democracia y un supuesto Estado de derecho.
Escribo porque ya estoy harta de que se remita a la violencia de países lejanos y pobres haciendo desaparecer, vilmente, los asuntos revolucionarios que tienen lugar en Túnez, Libia, Egipto, Siria, etc. diciendo que en Francia no es lo mismo, y aún peor…
Escribir porque a los 20 años he sufrido, visto, y entendido demasiada violencia policial tras escaparates de mentiras y propaganda mercantil.
Escribir porque se me hace insoportable sentir esa bola de angustia en la barriga cuando me cruzo con un paco y esa niebla de soledad e impotencia frente al sistema policial.
Escribir para no gritar que las cosas ya no pueden seguir así y actuar en consecuencia.
Escribir porque la libertad de la civilización occidental es una mentira mortífera.
Escribir porque hay demasiado silencio y mentiras sobre la represión, sobre nuestras luchas, sobre los peligros de la nuclear, entre otros, sobre la violencia del sistema.
Esta vez, occurió en Chefresnes, un pueblo que resiste a la implantación de una línea de alta tensión de 170 km. de largo (esta línea forma parte de la creación de una gigantesca red de circulación de información mundial, no solo con venta de electricidad sino también control de la población y automatización de los intercambios con la administración central). La corriente eléctrica la producirán motores eólicos en el mar del Norte, centrales nucleares como la EPR de Flamanville, pero también mecánicamente a través de los tres reactores de Tricastin, ya no dan suministro eléctrico a la fábrica Eurodif, que cerró).
Pero llevo conmigo muchxs heridxs, muchxs muertxs, muchos silencios, no solo en Francia, no solo en todas partes. Llevo conmigo cárceles llenas y sé de las impunidades que ensayan los verdugos legítimos. El 21 de abril, Amine Bentounsi fue asesinado de bala por la espalda y, después de esto, la policia armada y uniformada se manifestó reivindicando el derecho a matar en prevención.
Desde su entrada en vigor, las pelotas de goma, las granadas aturdidoras y las urticantes dieron lugar a muchxs heridxs, ojos perdidos, llagas, minusvalías, muertes; y nadie ganó ante la justicia.
Conozco ciudades más y más aseguradas, todo un arsenal jurídico más y más liberticida, el perfeccionamiento del control de la población al mismo tiempo que el de las fronteras.
Escribo porque estoy harta de que me pregunten si “va todo bien”. A aquellxs a lxs que les dije que sí, sería la cortesía o la costumbre.
Resumiendo…
Nos dispararon bajo las torretas de alta tensión de las que el campo está plagado, en un desastre mundial que amenaza con explotar a cada instante y en el cual nos quisieran civilizadxs, pasivxs.
Nosotrxs, depués de todo, desposeídxs de casi todo, de nuestra historia, de su sentido, del lenguaje, de la información, de nuestros cuerpos, de nuestros deseos, de nuestro tiempo, de nuestras vidas.
Mientras nos quieran inofensivxs, temerosxs, no violentxs, no quiero que me traten de “la enferma”, que me infantilicen, que me compadezcan. Necesito que cuidemos lxs unxs de lxs otrxs, para durar, y también necesito que respondamos. Para curarme, necesito un sistema sin pacos, sin poder.
Sí, tengamos en cuenta los daños de un fragmento de guerra social explícita, con sus propios dolores y violencias, pero nos nos rindamos, ¡organicémonos! Lo que no nos mata nos hace más fuertes, decía aquel, siempre y cuando no nos mintamos.
¿Quieren detalles? Los medios de des-comunicación fueron a mi habitación del hospital antes de la operación. Un médico de cabecera, presente en el campo, había testificado sobre la violencia policial y el uso de armas de guerra (granadas urticantes y aturdidoras, gases lacrimógenos, porras…) dejando numerosxs heridxs. Fue estupendo en el campo pero ahí fue incómodo; las moscas de mierda del poder, o sea los periodistas, querían grabar los impactos del metal en los cuerpos para difundir el testimonio. Sin imagen, no hay palabra, ese era su chantaje. Estuvieron una hora en la habitación, intentando defenderse de la bajeza de sus perdiódicos (comunicados de prensa en francés aquí) y de su trámite.
Viendo, sin sorpresa, lo que salió de eso, se imponen unas rectificaciones.
El avance de las obras de la línea hacen más que urgente y necesaria una resistencia concreta y determinada en las infraestructuras.
“Es evidente y necesario, puesto que nos imponen los postes erigidos sobre nuestras tierras, que muchas personas sienten la necesidad de actuar directamente en contra de este eslabón débil de la industria nuclear debido a la inaceptable represión de los oponentes, la violación de los derechos fundamentales de las personas, las humillaciones impuestas por la RTE (Red de Transporte de la Electricidad) a la población” (extracto del llamamiento Todxs a Chefresne, finde de resistencia).
Estas líneas participan en el desposeimiento de nuestras vidas y se imponen con la misma arrogancia y el mismo fascismo que el aeropuerto de Notre Dame des Landes, el TGV (Tren de Alta Velocidad) entre Lión y Turín, la central de gas en Finistère, los ecobarrios en nuestras ciudades gentrificadas o incluso las cárceles con cara humana, linda imagen de la hipocresía de la mierda actual.
Entonces, ¿de dónde sale la violencia ?
Ya lo sabemos y podemos indignarnos después, pero es importante recordarlo: los llamamientos públicos de encuentros o acciones acarrean inevitablamente un tremendo despliegue de dispositivos policiales: ocupación policial y militar del territorio, control y cacheo de lxs que se acercan allí, vigilancia (helicópteros, dispositivos de escucha), refuerzos policiales entrenados sobre el terreno (en el caso de Chefresnes, la PSIG: Pelotón de Vigilancia e Intervención de la Gendarmería, los guardias móviles de Blain, entrenados en la lucha de Notre Dame des Landes). Había más de 500, armados bajo la presión de una prefectura traumatizada por Valognes (o la pérdida del dominio de un territorio). Su voluntad parece clara: romper el movimiento, hacer daño, fisica y moralmente.
Mientras los medios de des-comunicación construyen meticulosamente la figura del peligroso radical con el que quieren acabar (con no se sabe qué) y con quien viene de lejos para ello (figura amenazante y completamente despolitizada), pasan bajo el silencio las luchas y la, cada día en aumento, represión que sufren. Un territorio que resiste es a menudo ocupado militaramente, como podemos ver en Chefresnes, en Notre Dame des Landes o en el Valle de Susa. Con la expropriación y la expulsión como telón de fondo, se desarolla, a diario, la presión psicológica, financiera, judicial y policial. Detrás de la supuesta libertad de pensamiento: la prohibición de actuar. Nos dan la tabarra para que no seamos violentxs detrás de una violencia creciente.
El 24 de junio, salió una manifestación en dirección a la torre del agua, lugar de encuentros y resistencias, desalojado el miércoles 20 de junio. Otro cortejo, en el que yo me encontraba, se fue en dirección a las torretas (dos de pie y otra todavía en el suelo).
Es difícil decir si hay que renunciar definitivamente a toda acción en masa anunciada, sería una derota anunciada si no se tratara más que de un afrontamiento anticipado con los pacos mejor equipados, decirse que el miedo, el deseo de cancelar estuvieron presentes el día anterior y por la mañana y que, quizás, hubiera sido lo mejor. Me parece importante que nos planteemos las formas de toma de decisión en momentos de urgencia y de “espectáculo” como este. “La marcha por el honor” nos dejó un triste regusto a esos ejércitos ya vencidos avanzando hacia su ruina. Ser transversales, imprevisibles, inesperadxs para no tener que convertirnos en fuerza militar… Un amigo me dijo después “Una vez más nos cruzamos de cerca con la muerte, unx de nosotrxs hubiera podido palmarla”.
En el campo gris por el gas, no teníamos la relación de poder o la inteligencia necesaria para no dejarnos arrastrar rápidamente y con violencia hacia el campo. Oíamos detonaciones, gritos y, en la última carga, las miradas con las que me cruzaba eran de susto o sufrimiento. Las líneas de maderos, mientras escuchaban “¡hay heridos, calma!”, se pusieron a cargar gritando y disparando. Después de haber tenido la impresión de quemarme, tuve la de perder el brazo y, luego, el miedo de que nos disparasen por la espalda o que paren. Alguién me agarró y me sacó de allíí.
A los que dicen que la guerra se acabó, yo les digo que está latente, escondida, pero que podemos contar nuestrxs muertxs, para no olvidarlxs. Hace algunos años, a un activista le pasó por encima un tren nuclear que quería bloquear encadenándose a la vía. Otrxs se dejaron tendones, quemados por la amoladora (la disque) de los maderos que querían sacarlxs de la vía, otrxs… la lista está incompleta. ¿Cuántxs muertxs por las nucleares, desde Hiroshima hasta Fukushima pasando por lxs que esconden aquí, cuántas toneladas de residuos que se amontonan, cuántxs irradiadxs y cuántos falsos debates democráticos?
Allí, había una carpa médica llena de heridxs. Con tristeza pero con eficiencia, los gestos y los reflejos se ponen en marcha: curar las urgencias, dominar el dolor y acompañar el de lxs demás, evacuar a pesar de los cordones policiales, evitar a los que bloqueaban la entrada del hospital de St. Lo, esperar desesperadamente a los bomberos bloqueados, sufrir la requisa de uno de sus vehículos para evacuar a un policia arañado en detrimento de una chica que corría el riesgo de perder la vista…
Al llegar al hospital, cuento todo esto mientras muestro mi cuerpo mutilado. La gente se indigna, se enoja en el servicio hospitalario no familiarizado con la violencia policial de la Francia del 2012. Algunxs hubieran querido ir a la mani pero trabajaban, algunxs me dijeron alzando el puño que seguiera con la lucha, otrxs no se le creían, alguien me dijo “Hicimos la guerra en Normandia, sabemos lo que es”. Tengo al teléfono a un responsable del acceso a los cuidados del hospital de St Lo (en relación con los cordones policiales, dos camiones y una línea de guardias móviles en la vía de acceso al hospital). Otra vez, le digo que los bomberos no pueden acceder al campo y me respone que hace lo que puede. Añade que desde la mañana está recibiendo, por parte de la prefectura, presiones para que les diga el nombre y la naturaleza de las lesiones de lxs heridxs de Chefresnes. Me garantiza que el secreto profesional no permite ninguna filtración. Le respondo que resista a las presiones y se lo agradezco.
Me trasladaron y me operaron. Les transmito los momentos en que, en esta habitación, tuve la impresión de estar en cana y donde temí que los pacos llegaran, los momentos en que el asombro de la gente me dio ganas de decirles “pero abre los ojos e infórmate”, la preocupación por lxs que se quedaron en el campo, las ganas de hablar con todxs lxs que vivieron ese momento, las ganas de decir que solo les guardo rencor a los maderos, las ganas de romper la tele o de ocupar el plató en el momento de las noticias regionales…
Solo sé de un momento que me obsesiona, esa hora entera cuando, con el brazo anestesiado en la sala de espera del quirófano, no pude reprimirme y no paré de llorar. No solo por el brazo, no solo por estas esquirlas, no solo por el estrés, sino por el desamparo de saberme involucrada en una guerra pacificada cuyas razones al igual que las consecuencias solo las conocen unxs pocxs compañerxs, ahogadas en la indiferencia general.
Tengo una pregunta importante en la garganta, ¿qué hacer ahora frente a esta violencia policial? Sé que no tengo nada que esparar de esta justicia de clase sino una tribuna o mediatización del problema. Aun así. Sé que es cotidiana esta violencia. Sé que somos muchxs lxs cabreadxs. Sé que estamos un poco solxs y desprovistxs también.
Ya aprovecho para decir que ir a las manis con casco, máscara antigás y protección no es ser violentx, es condición básica para nuestra superviviencia física.
Además, tenemos que ser más inteligentes que la policía, que sus jueces, que sus infiltrados, que su sistema de control.
Y, para terminar, me gustaría que no dejemos de hacer lo que sabemos, puesto que “para quien aun se sorprenda”, la violencia policial ha entrado en la realidad y la banalidad del político.
Amal Bentounsi (hermana de Amine Bentounsi) llamaba a un movimiento nacional contra la licencia para matar de la policía, yo llamo a una insurrección internacional contra la policía, contra todo lo que nos impone, lo que defiende y contra aquellos a los que sirve.
Escribir es fácil pero nunca sabemos cómo se leerá.
Hasta pronto