escrito bajo el pseud. Sibilla Vane (aparecido en Vertice, Arcοla, La Spezia (Liguria), 21 de abril de 1921)
Que la sabiduría de los podridos insumisos no se mofe ni se escandalice la idiota castidad de las señoritas de bien.
Soy una adolescente precoz que después de un largo viaje concluso a través de los laberintos fosforescentes de las más temibles profundidades remontó por el vértice para cantar en el sol la sacrílega y soberbia canción de mi aun joven y, al mismo tiempo, libre vida. Alguien me dijo: “¡Tú serás mujer, después esposa, después madre!…” Yo respondí con la siguiente pregunta: ¿Qué quiere decir mujer, esposa y madre? No diré aquí lo que se me respondió; solo sé que al pensarlo me río, sí, todavía me río. ¿¡El Amor entendido como una misión!? ¿La mujer esposa y madre?
¡No, no, no! ¡Yo no seré esposa, yo no seré madre! Mi revuelta no se puede detener a la mitad ni caer en el error. Mi revuelta -además de contra la familia- lanza también sus dardos contra la naturaleza. Yo no quiero ser esposa, yo no quiero ser madre. ¡No, no, no!
***
Ayer por la noche, me desnudé delante del espejo y me observé durante un largo rato. Vi mi cuerpo de carne envuelto en una onda de luz que tenía pequeños temblores. No sé bien por qué, pero me adoré…
Los turgentes pezones se erguían soberbios sobre los senos, tesoro de blancura lechosa. Mi vientre liso y redondo me daba la impresión de ser algo modelado en el marfil más fino de la mano milagrosa de un artista divino.
Tenía anillos rubios de mechones de pelo que caen redondeados en las curvas de la espalda y los ojos de los húmedos párpados, levemente rodeados de violeta y negro. El vello coronando la baja concavidad de mi vientre se me asemejó a un ala de oro en el dorso sagrado de los ángeles del cielo. Mi boca roja me parecía una granada madura, abierta a las rubias caricias del sol.
Me acerqué al espejo y besé con pasión mis labios reflejados…
No sé si alguna vez he deseado algo con más intensidad en la vida como cuando ayer por la noche deseé ser yo misma un hombre para dejar caer sobre la cama aquel blanco cuerpo virginal que el misterio me mostraba en el nítido espejo.
Pero la idea del coito me dio otra idea.
Cada causa tiene un efecto…
Me tendí sobre la cama. Me martilleaban las sienes. La sangre me estallaba en las venas. Quizá estaba delirando…
Sé que tenía los ojos cerrados y solo veía tinieblas. Pero entre las tinieblas vi otro espejo.
El de la imaginación que mostraba la realidad. Me miré. Vi mi bonito vientre liso y esmaltado tremendamente hinchado, con una línea simétrica en el centro de color verde oliva, que me dio la viscosa sensación de una pequeña babosa tendida sobre un saco repleto de gruesa hierba mustia. Después, también, mis pechos blancos y soberbios los vi caídos y sin vida…
¡Era madre!
Un odioso crío me chupaba la sangre con avidez, consumía mi juventud, destruía cruelmente mi divina belleza que hubiera deseado inmortal. El deseo de ayer ha pasado, pero ha quedado la pesadilla.
Madre… ¿Qué quiere decir todo eso? Dar hijos a la especie, más esclavos a la sociedad, más desamparados al dolor…
… Madre… Esposa… Entonces, ¿son estas las metas del Amor?
Ay, viejas brujerías de la moral, viejas mentiras de esta vieja humanidad.
No, yo no seré nunca la esposa de nadie, yo no daré ningún hijo a la especie. ¡Nunca!
La vida es dolor, la humanidad es mentira. Quien acepta perpetuar la especie es enemigo de la belleza pura.
¡La humanidad es una raza que debe DESAPARECER!
El Individualismo tiene que aniquilar a la sociedad, el placer tiene que estrangular al dolor. Que el llanto y el dolor mueran ahogados en una orgía final de alegría. Entregaos a la alegría loca del vivir vosotros que amáis la vida, vosotros que amáis el final…
¿Qué debe importar el futuro? ¿Qué puede importaros la especie?
Vamos, vosotros que os habéis descubierto, hagamos del mundo una fiesta y de la vida una orgía crepuscular de amor. Para aquellos que vienen de los abismos de la mentira social a la que se aferran las raíces del dolor humano, la alegría tiene que ser un fin y el fin, la meta suprema.
Yo no quiero un hijo que me chupe la belleza, que marchite mi juventud.
Yo no quiero una familia que limite mi libertad; yo no quiero un marido insípido, celoso y brutal, que como recompensa por un trozo de pan, impida a mi alma los líricos vuelos a través de las más divinas y pecaminosas locuras de la lujuría y de la pasión que dan a la carne los múltiples amores.
Yo no amo a los maridos y, quizá, tampoco a los amantes.
Yo amo al placer y al amor. Pero el amor es una flor que florece en la boca de los hombres.
Cuando yo me acerque a su boca para recoger la flor perversa del Amor, solo lo haré por mi amor. Amar a otros es siempre superfluo y, a veces, tonto. Basta amarse a uno mismo. Basta saberse amar. ¡Y yo sabré amarme tanto, tanto!
Me amaré desnuda ante el espejo por la noche, me adoraré desnuda en la bañera por la mañana, me embriagaré desnuda entre los brazos de los amantes.
La humanidad anda por los caminos del dolor para perpetuarse, yo me dirijo a los caminos del placer porque busco el final.
***
Yo camino hacia el oriente, yo camino hacia el occidente.
Yo quiero andar por los caminos del mundo para recoger las flores del amor, de la alegría y de la libertad.
Amo las medias de seda negra y color carne. Bragas de seda blanca y de seda rosa. Zapatos de caucho y tejidos refinados.
Baños de agua curativa y de colonia, perfume de Cotty y manojos de rosas.
Yo quiero andar por los caminos del mundo para recoger las flores del amor, de la alegría y de la libertad.
Quebraré las ramas de los tilos, recogeré tubos de hortensias, ramos de glicinas y flores de oleandro para preparar a mi amor camas perfumadas.
Y seré amante de vagabundos y de ladrones. Y seré el ideal de los poetas.
Porque yo no quiero dar nada a la patria, a la especie y a la humanidad.
Yo quiero emborracharme en la fuente del placer, de la lujuria y de la pasión. Yo quiero quemarme entera en la hoguera del amor. No quiero ser madre, no quiero ser esposa. ¡No, no, no!
Camas perfumadas, besos de amantes y música de locos violines.
Bailes y canciones.
Lo sé. Me llamaréis loca y perversa. Me llamaréis p…
Pero son viejos nombres impotentes que ya no me afectan.
Soy la adolescente precoz que, después de haber vagado por los más temibles abismos de la profundidad, reboto sobre el vértice para cantar en el sol la sacrílega canción de mi libre vida.
Vida de belleza y de fuerza, vida de arte y de amor, fuente del pecado divino, agua tranformadora, en el oasis sagrado de la pasión. Ya basta de epilépticos frenesíes del espíritu.
Nada más de mi joven cuerpo pertenece a la pagana belleza.
Oh, Amor, álzame al vuelo