Abajo Francia. Porque no nos olvidamos de ninguno de sus errores, porque sus masacres y bombardeos, ya sean humanitarios, coloniales, nacionalistas, por el petróleo o por su honor, nos han exterminado, nos han hecho creer que ya no es posible elegir la rebelión. Nosotrxs le escupimos a la cara, nos limpiamos con su bandera, vomitamos su himno, quemamos sus puestos fronterizos y profanamos sus santuarios y sus ídolos manchados con la sangre de nuestros hermanos y nuestras hermanas sin patria.
Abajo todas las naciones y fronteras. Porque la pretendida pertenencia nacional no es innata, sino que se nos enseña a golpe de servidumbre, porque se trata de un concepto religioso: ya sea francés, tunecino, portugués, o de Mali, exactamente o sea cristiano, musulmán o hebreo, y si vota igual que si va a misa. Porque es en nombre de las naciones que los ricos y poderosos de distintos lugares, pero con el mismo hedor, hacen la guerra a fuerza de carne de cañón. Abajo todas las fronteras porque, como todas las demás normas, estas definen a los indeseables y dividen a las personas “de bien” de las malas, francés o incluso inmigrante, con o sin documentos, bárbaro o civilizado. Es en su nombre que cada día la basura estatal y policíal y los colaboradores de la máquina de expulsión hacen redadas, encierran y expulsan, o incluso disparan a ojo, en las líneas que demarcan los distintos Estados.
Abajo todos los políticos. Porque son ellos los que administran el tan banal apocalipsis permanente que vivimos desde hace siglos, pasando de la mano de los señores a la de los nobles, luego a la de los propietarios, para acabar bajo la capa de la mercancía y del control difuso. Porque, ya sea a golpes de bombardeo quirúrgico, de porras, de justicia, de guerras limpias o de paces sucias, de cárceles y de trabajo, de campos humanitarios, de concentración o de exterminio, de referéndum, de bonitos discursos o de bombas atómicas, los políticos tienen como único objetivo el de mantener su poder y extenderlo, compitiendo entre sí por el dominio del ganado del parque humano.
Abajo la resignación. Porque la libertad no aparecerá por milagro, porque el capitalismo no caerá sólo, porque lxs que caen en la línea de frente de la guerra social no deben quedarse solxs frente a jueces y otros sepultureros de este mundo, porque lamentarse no sirve de nada y nosotrxs no queremos volver a ser víctimas, porque solo hay una entidad real, la tierra y en las condiciones que nos imponen solo hay una manera de vivirla: a degüello con este mundo de dinero, prisiones, poder, control, mediocridad y aburrimiento.
Porque no podemos entrar en un mundo mejor sino es allanándolo.
En esta guerra social, ya no escuchamos más las sirenas nacionalistas y políticas, porque las promesas, como las hojas, caerán con la llegada del otoño. En un mundo en el que toda libertad es desorden, entre ellas la libertad de consumir y de elegir al propio patrón, no hay nada que defender, sino todo un orden que atacar, allá donde quiera que se encuentre.
Por un mundo sin Estados, ni patrias, ni fronteras, ni cárceles, ni naciones.