La historia es larga, tanto como las humillaciones que la clase de lxs pobres sufre desde tiempos inmemorables, tanto en Turquía como en cualquier parte.
Luego, lo imprevisto. En Estambul, en la plaza Taksim, algún centenar de personas se opone a la destrucción de un parque con sus seiscientos plátanos. Un poco de espacio y de verde en medio de los escaparates, los bancos, las mercancías y lxs turistas. La violencia de la policía durante el desalojo del parque es brutal. Pero la represión, esta vez, hace que se desborde la rabia. La revuelta explota en todo el país, contra el primer ministro Erdogan, contra el terrorismo de Estado, contra las condiciones de vida cada vez más miserables. Miles de personas vuelven a la plaza, día tras día, una y otra vez, a pesar de lxs heridxs, lxs arresadxs, lxs muertxs. Máscaras antigás en el rostro y piedras en las manos, lxs rebeldes tienen todas las edades y todas las razones del mundo. Para recordar que Estambul está a la vuelta de la esquina, a dos pasos de nosotrxs, algunxs rebeldes de la plaza Taksim escriben a lxs No TAV de Val de Susa y cantan el Bella Ciao.
Los políticos y periodistas locales fingen indignarse por la brutalidad de la policía turca, por las mangueras y los lacrimógenos usados contra la muchedumbre. Ciertos métodos, evidentemente, van bien en Valsusa y no en Turquía.
Para Erdogan, lxs rebeldes son todxs “terroristas”. Un apelativo que aquí sirve para criminalizar las minorías rebeldes y revolucionarias, allí se aplica a una amplia parte de la población.
Primero fue el Norte de África el que se sublevó: se sabe, es el “tercer Mundo”. Después, Grecia: ahí, se dice, es distinto. Después Islandia, Inglaterra, incluso la socialdemocrática Suecia. Y Brasil, donde la miseria y los homicidios de Estado no se pueden seguir ocultando detrás del Espectáculo de los mundiales de fútbol.
Mientras que en el mundo, el “hecho anómalo” comienza a ser la resignación y no la revuelta, en Turquía jóvenes y ancianxs continúan batiéndose. Con rabia, coraje y alegría.
Mientras, nos y os preguntamos qué tendría que pasar todavía en Italia para que salte el tapón del aguante, para que el lamento entre en la calle abierta de la rebelión, queremos responder a los hermanos y hermanas de Turquía.
Porque, por si no lo entendéis, nos hablan también a nosotrxs.