El gaseoducto o metanoducto TAP (Trans Adriatic Pipeline) debería recorrer un trayecto de unos 900 km, partiendo del mar Caspio para alcanzar Salento, en la costa de San Foca (provincia de Lecce), transportando gas natural. A finales de junio, el consorcio de Shah Deniz en Azerbaiyán, compuesto entre otros por British Petroleum, Total y Statoil, hizo su elección a favor del TAP, prefiriéndolo al proyecto Nabucco que debería haber pasado por Rumanía, Bulgaria, Hungría y Austria. El proyecto TAP, un holding compuesto por Axpo (Suiza), E.On (Alemania) y Statoil (Noruega), ha sido considerado de interés estratégico por el gobierno italiano y por la Unión Europea y proveerá el mercado europeo de gas.
Algunas preguntas
La oposición al TAP, como a cualquier nocividad, igual que la lucha contra la cárcel, constituye una “lucha parcial” clásica; parcial, para ser clarxs, no con un significado negativo, sino en el sentido de definir un aspecto particular. Pero teniendo un horizonte más vasto en todo lo que se hace y en las luchas que se llevan a cabo, intentar identificar al Poder y a la autoridad, de cualquier tipo y en todas sus configuraciones, e intentar oponernos a él, es el objetivo que se nos plantea. La perspectiva debería ser la base de nuestro accionar, un pensamiento que nos acompañe constantemente, más que una moda de aproximación a las luchas. Cuando nos oponemos a la guerra, a las nocividades, a la cárcel, a la represión, a la explotación, a la autoridad, a la moral, habría siempre que tener en mente todos estos aspectos e intentar tener una visión de conjunto. Un ejemplo, cuando nos oponemos a una central nuclear, nos oponemos a la nocividad que esta representa, a la destrucción irreversible del medio ambiente, pero también se tiene en mente el uso que se dará a esta energía nuclear, su uso para continuar reproduciendo un sistema económico-industrial de explotación, o para perpetuar la vida supertecnológica y supercontrolada de las ciudades hechas a la medida de los bienes más que a la de los seres humanos. Este ejemplo, que puede ser válido para muchos otros casos, plantea un problema. ¿Nos podemos ocupar de una lucha sectorizando, separando y diferenciando?
Con el mismo TAP, surgen varias preguntas: desde la devastación medioambiental a la guerra, al saqueo de recursos, al neocolonialismo capitalista, etc.; bien mirado, todos estos discursos están estrechamente relacionados. Pero lo que no se ha hecho, quizá, sea el intento de relacionar todos estos aspectos desde el punto de vista de la perspectiva. La oposición al TAP es una oposición parcial de una más amplia, que es la oposición al Estado y a la economía; en una palabra, a lo que llamamos el Dominio que, por otro lado, es lo que regula nuestras vidas al igual que las de millones de individuxs y la razón por la que estamos precarizadxs, explotadxs, controladxs, reprimidxs, etc. Ahora, no exigimos que todxs aquellxs con quienes nos relacionamos en una lucha sean compañerxs o quienes lo sean, para entendernos, tengan el mismo enfoque, pero nuestro intento va en esta dirección, porque cuando hablamos o actuamos contra la explotación, ya sea la de la naturaleza o la de las personas, no lo hacemos como un ejercicio retórico, sino porque deseamos la existencia de relaciones horizontales entre individuxs y, por ende, el fin de la explotación.
Algunas notas sobre el método.
Después de este preámbulo que puede que sea evidente pero útil para intentar ser clarxs, se llega a la modalidad de la acción, según la que no se exluye relacionarse con nadie, siempre y cuando sea de manera horizontal y autoorganizada. La lógica institucional, los partidos y la delegación forman parte del problema y, por lo tanto, de lo que nos oponemos. También aquí en Salento, rápidamente, se han creado comités contra el gaseoducto TAP, cuya motivación principal es que esta obra perjudicaría el aspecto turístico del territorio e, inmediatamente, han aplicado los esquemas estándar e institucionales: delegación en el parlamentario de turno, peticiones, participación en mesas de discusión con el TAP, es decir, con la multinacional que deberá realizar el gaseoducto, manifestaciones autorrepresentativas, en el sentido de que, normalmente, solo contienen la bandera con sus siglas, entrevistas en televisión y en diversos periódicos, contribuyendo más a la espectacularización de la oposición que a la oposición misma; especialmente, también la televisión y la prensa forman parte del problema. Pero bueno, cada unx elige su camino y actúa en consecuencia. Lo más importante es que esta no es nuestra forma de luchar y que, como la oposición al TAP, nos interesa también y nos implica, no solamente porque se encuentre en un territorio que habitamos, sino también porque nuestras investigaciones van hacia otra forma de intervención. El error, en nuestra opinión, es pensar que si se crean comités, por fuerza podemos encontrar en ellos cómplices para luchar juntxs; esto podría también llegar a suceder, pero pensarlo de manera sistemática, como si fuera un hecho, es un error que hace perder, entre otras cosas, tiempo y energía. La lucha contra el TAV en Val Susa, a la que todo el mundo se refiere, probablemente, ha contribuido a crear este equívoco, como si la lucha importante que se ha ido desarrollando allí desde hace algunas décadas fuera reproducible en cualquier lugar o fuera el único modelo factible. A menudo, los comités tienen una estructura y una forma de hacer política que se distingue poco de la forma más institucional, cosa que no llegamos a ver porque estamos cegadxs por una apariencia de acción de base.
Poner inmediatamente sobre la mesa nuestra forma de intervención, sin delegaciones, sin política y nuestra crítica a los bienes y a lo existente; buscar cómplices o interlocutorxs a partir de nosotrxs mismxs; esto es lo que entendemos como ponerse en marcha para intentar, desde ya, apuntar alto y luchar contra la nocividad, en este caso, un gaseoducto, para actuar contra este existente mortífero. Pero aquí aparece otra cuestión: si no encontramos a nadie con quien llevar adelante la lucha, ¿qué hacer? La respuesta depende de la discusión, de la voluntad y la rabia que le echemos. Si partimos de la idea expresada por un/a compañerx de que, potencialmente, cada unx de nosotrxs puede cambiar las cosas, entonces no hay más que añadir algunos ingredientes: la determinación, el estudio y la fantasía, que quizá pueden ser “armas” mucho más fuertes y potentes de lo que pensamos. Incluso siendo pocxs, si estamos determinadxs, se puede llevar una lucha adelante o, al menos, intentar obstaculizar el mecanismo al que nos oponemos. La lógica cuantitativa, en cambio, lleva a pensar que si no somos suficientemente numerosxs no podemos hacer nada y esto constituye una renuncia y una ocasión menos para anteponer nuestra crítica a lo existente. Está claro que, a veces, puede ser importante ser muchxs, porque podemos hacer cosas que no se pueden hacer estando solxs, pero nosotrxs que no buscamos consenso y no reflexionamos necesariamente en términos de organización, tenemos más libertad en este sentido.
Contra la delegación
Algunxs dentro de los comités, como pasa siempre, se mueven por una auténtica intención de oposición a las nocividades, pero sus modalidades, recogida de firmas o el uso de los medios de comunicación son antiéticos para nosotrxs. Más aún cuando no falla nunca la costumbre de sus líderes de intervenir en todas las ocasiones, sintiéndose los únicos representantes de la lucha, para hablar por lxs otrxs o disociarse de otros métodos. Ha bastado una pintada “NO TAP”, pintada por alguien en el muro de un club de golf (que ya de por sí constituye una nocividad, teniendo en cuenta que para regar sus inmensos prados se les quita el agua a los cultivadores de la zona haciendo bajar alarmantemente los niveles de los acuíferos), que albergaba a puerta cerrada y blindado por las fuerzas del orden un encuentro entre miembros del TAP y administradores locales, para hacer iniciar la delación y la disociación. Nos preguntamos si cuando lleguen las excavadoras a realizar los trabajos, estos simpáticos activistas de los comités pedirán leyes especiales y la deportación de quien tenga ganas y rabia de oponerse de verdad. Esperar a que lxs distintxs miembros de los comités se den cuenta de que la recogida de firmas o la delegación en los parlamentarios no llevará a ninguna parte, es una ilusión, pues, delegar significa reproducir, no obstaculizar, este sistema representativo y autoritario. La argumentación, la crítica y la acción pueden, por el contrario, ser inmediatamente instrumentos válidos de oposición, incluso muy simples y al alcance de todxs, teniendo en cuenta la perspectiva de la que se hablaba al principio. El TAP solo es un aspecto del Dominio, aunque muy grande, pero lo que nos interesa también es intervenir en la relación entre individuxs; lo que nos interesa propagar y poner en práctica es una manera verdaderamente horizontal, autoorganizada y desde abajo. Y si la lucha se consiguiera desarrollar de esta manera, a lo mejor involucrando a algunx o muchxs distintxs a nosotrxs, extendiendo la crítica a la autoridad y poniendo en tela de juicio, al menos, parte de esta existencia, entonces, se estaría yendo en una buena dirección, incluso prescindiendo del resultado final de la lucha contra una nocividad específica.
Una chispa que se puede propagar
Desde el momento en que se eligió el proyecto TAP para la realización del gaseoducto, las distintas instituciones locales y nacionales han expresado su posición. Algunas asociaciones ambientalistas como Legambiente han sentido que debían expresar su parecer positivo. El gobierno italiano ha declarado enseguida su posición a favor de esta obra, considerándola estratégica para la economía nacional y empezando a mitificar la realidad de las cosas que recaen en el territorio, puestos de trabajoy facturas más baratas. Por el contrario, los políticos locales y regionales, empezando por el gobernador Vendola y sus asesores, han empezado a hablar de consulta, negociación, comparación y diálogo necesario con las poblaciones locales, de involucrar a lxs ciudadanxs y a los comités en la realización de la obra. No es muy difícil comprender que su idea de diálogo significa pacificar, evitar la contra hacia esta obra por parte de lxs habitantes de Salento, quien por intereses personales como los operadores turísticos, que se preocupan seriamente por el impacto ambiental, se transforme en hostilidad. La obra se debe hacer, se dice, pero es necesario tener la oposición bajo control, que se quede en el recinto democrático de la recogida de firmas y los métodos legalistas, que tenga la apariencia de participación, incluso mientras se sufre. Que se enmascare la oposición a un proyecto inútil y dañino y que solo sirve para que se lucre alguna multinacional, dialogando con las administraciones locales, quizá proponiendo alguna ventaja seria económica y monetaria, intentando convencer a lxs ciudadanxs de la bondad de la obra pero, sobre todo, de su inevitabilidad. El pueblo es un niño, diría alguien, y este es el momento de los caramelos. Si esto no fuera suficiente, el carácter estratégico de la obra podrá siempre llevar a la militarización. Pero este discurso también esconde un miedo, un punto débil para quien tiene el poder. La oposición a una nocividad puede convertirse en una chispa, un inicio, un fuego que se propaga y pone en tela de juicio muchas otras cosas. Una ocasión para oponerse en primera persona y parar un monstruo para después parar muchos más y, entre ellos, también la mentalidad de la delegación. Del trabajo, la escuela, la casa, el tiempo libre, los sitios que habitamos, nos sustraen trozos de vida de los que queremos reapropiarnos mandando a la mierda a los defensores del progreso y de este mundo.
[Tairsìa, n°5, agosto de 2013]