Aquí estamos de nuevo, estas paredes de hormigón y barrotes, entre cámaras y carceleros. Aquí estamos de nuevo, sin agachar la cabeza y orgullosos de lo que somos. Orgullosos de ser parte del vendaval impredecible que busca acabar con todo atisbo de Poder que una vez más se quita la careta y se deja ver tal cual es, en su brutalidad y también, por que no, en su debilidad. En este caso particular, la colaboración entre el Estado chileno y el español, para lograr nuestro encierro demuestra lo coordinado que pueden estar para hacer frente a lo que perciben como amenaza, pero la importancia que nos otorgan estos señores del Poder no refleja otra cosa que su fragilidad. Sus inconsistentes discursos de seguridad son el manto que oculta el temor de saber que una casualidad puede desatar el desmadre generalizado. Sus golpes y mordazas no hacen más que fortalecernos al afilar nuestras ideas y nuestras vidas para cualificarnos en el enfrentamiento permanente.
Saludamos con un fuerte abrazo todas las expresiones de apoyo, son un empuje que debilita los barrotes. Entendemos la solidaridad como la constante puesta en práctica de nuestras ideas anarquistas, en todas sus formas, que hacen entender al enemigo que acá nada termina, que todo sigue en la cárcel o en la calle. Desde donde se esté: ni un minuto de silencio y una vida de combate. Sobre todo a la inmensa muestra de solidaridad de compañeros que han utilizado su cuerpo como arma llevando a cabo una huelga de hambre.
Saludamos a quienes continúan tejiendo complicidades, a quienes se aventuran a lo desconocido, a quienes los motiva la incertidumbre, a quienes insisten por la anarquía. A ellos todo nuestro respeto y cariño.
Recibimos con mucha tristeza la muerte de Sebastián, pero a la vez nos llena la alegría su vida coherente con sus ideales: un guerrero pleno. Nos encantaría estar con los compañeros que lloran a nuestro caído, pero sólo desde aquí les enviamos mucha fuerza y un «nos veremos pronto».
Mónica Caballero
Francisco Solar