Traducción recibida junto con las fotos el 12/01/2020:
A última hora de la tarde del 31 de diciembre de 2020, hemos incendiado siete jeeps de la Bundeswehr [ejército alemán] en el aparcamiento de la Mercedes en Leipzig-Schönefeld. El ejército merece nuestra atención ante la represión estatal, al par de las demás instituciones golpeadas en estos últimos años, en ocasión de la víspera de Año Nuevo.
Se pueden invocar numerosos argumentos válidos para criticar a la Bundeswehr: hace la guerra («misiones de fuerza en el extranjero»). Está diseñado para hacer cumplir -con la fuerza- los intereses del estado alemán en todo el mundo. Se trata de una estructura autoritaria, llena de redes de la derecha y caracterizada por relaciones machistas. Con la plataforma militar del aeropuerto de Leipzig-Halle, la ciudad de Leipzig, que aspira a una buena reputación, dispone también de una estructura militar que puede operar en todo el mundo.
Puede ser que estos inconvenientes de la Bundeswehr, evidentes para todos los espíritus bien intencionados, nos hayan empujado a tener una actitud negativa hacia esta institución. Sin embargo, también ha reforzado en nosotrxs la idea de que el Estado -en cuanto poder del ser humano sobre otro ser humano- es nuestro enemigo. Las organizaciones represivas de este poder, como los esbirros, el ejército, la justicia o las agencias de trabajo, merecen en modo particular nuestros ataques.
El carácter distintivo del ejército se hace aún más evidente por las discusiones actuales sobre el despliegue del ejército dentro del país, para apoyar a las autoridades sanitarias en ocasión de la pandemia Covid-19. En estas discusiones entran varios argumentos: en estos tiempos, numerosos servicios de salud están colapsando debido a la cantidad de personas contagiadas, y de sus contactos, a gestionar. Los soldados se habrían movilizado para rastrear ciertos contactos, y luego evaluar con mayor precisión quién más podría estar contagiado y limitar así la propagación de la pandemia. Por otro lado, el uso de soldados en Alemania a menudo se ve de manera crítica y existen serios obstáculos para el despliegue de la Bundeswehr en Alemania. Después de sopesar los pros y los contras, la decisión a menudo va a favor del apoyo del ejército a los servicios de salud, rara vez en contra.
La vida del/a ciudadanx bajo el dominio del estado -en cuanto capitalista perfecto, jefe de la policía, proveedor de la pensión, hermano mayor y organizador de la educación de los jóvenes, o en cuanto poder que encierra-, es ya una catástrofe. Aunque si no conozcamos nada más que esta vida, vemos que nos transforma en esclavos a quienes el miedo por su propia piel les hace perder su humanidad. No se trata aquí de la inhumanidad que permite ignorar el sufrimiento a las fronteras exteriores de Europa o la pobreza que nos rodea, sino de la inhumanidad que permite de negar a las personas su igualdad y que hace aprovechar de un mundo en el cual somos juzgadxs según el color de piel que se tiene, de la clase social, del género. El hecho de creer en la promesa de poderse elevar socialmente a través del sometimiento a la lógica de la explotación y al espíritu de competencia nos sirve como criterio de evaluación de nuestros símiles. Para considerar normal enviar soldados alemanes por todo el mundo, pero no querer que sean empleados aquí, se necesita haber aceptado ya la diferencia entre la gente «de todo el mundo» y la gente de aquí.
Los beneficios y los flagelos del dominio estatal nos han llevado a no saber cómo cuidar de lxs demás y de nosotrxs mismxs en forma solidaria y libre de cualquier dominación. Por tanto, parece importante, en estos tiempos de pandemia, que los servicios de salud cuenten con el personal necesario para rastrear los contagios y que, inevitablemente, el ejército intervenga para ayudar. El hecho que se acepte que desarrollen el trabajo de los servicios de salud nos muestra cuán dependientes somos de las instituciones estatales. La aceptación de los soldados como apoyo revela la desesperación en la que estamos dispuestxs a abandonar nuestros principios.
Pero poco importa: las decisiones del Estado están en cualquier caso fuera de nuestro alcance. Solo podemos intentar preservar, o de conquistar, nuestra humanidad. Sin saber claramente cómo deshacerse del dominio del Estado, sabemos que no hay nada de malo en un ataque reflexionado en modo maduro. Intentamos, en este sentido, de no ir a las ciegas: teniendo en cuenta las circunstancias, por ejemplo, nos parece absurdo culpar a los servicios sanitarios, ya que, si se trata ciertamente de instituciones del Estado, no vemos cómo su labor de limitar la propagación de la pandemia podría ser reemplazado. Mientras que es posible hacer a menos del ejército.
Durante el año pasado, hemos tenido que sufrir varios golpes represivos. En toda Alemania, ha habido numerosos registros contra compañerxs y varixs antifascistas están bajo custodia cautelar. Se trata de criminalizar las acciones antifascistas y de reducirlas a terrorismo, la Asociación de las Personas Perseguidas por el Régimen Nazi, una asociación antifascista, ha visto revocada su propio estatuto de asociación sin fines de lucro. Los nazis son recibidos con los brazos abiertos en el Bundeswehr y en la policía, donde pueden almacenar armas y municiones.
Esta situación ha sido contrastada através de respuestas rápidas por nuestra parte. Después del descenso [de los nazis; NdAtt], ha habido numerosas manifestaciones, desafortunadamente la mayoría de las veces solo en el barrio de Connewitz. En nuestra ciudad ha habido más movimiento en el enfrentamiento entre el ambiente autónomo y el Estado, en particular después y durante el arresto de Lina *, pero esto ha sido frenado por la pandemia que golpea a todo el planeta. Es absolutamente necesario continuar por este camino.
¡Hacia un 2021 de lucha!
¡Libertad para Lina, Dy y Jo!
¡Por una sociedad que no necesita cárceles!
* Nota de Attaque: antifa de Leipzig arrestada en noviembre del 2020 con la siempre verde acusación de «asociación criminal». Jo y Dy han sido arrestados en junio y en noviembre en Stuttgart, acusados también de ataques contra los nazis.