[Estado Italiano] Capitalismo y electrificación

Traducción recibida el 19/09/2021:

Este texto es una contribución para la homónima discusión «Capitalismo y electrificación», celebrada en el Circolaccio Anarchico de Spoleto el 11 de septiembre como parte de la iniciativa » Palabras al vitriolo «

Capitalismo y electrificación

En la actual organización, en cuanto monopolistas de la ciencia que permanecen como tales fuera de la vida social, los científicos forman ciertamente una casta aparte que ofrece muchas similitudes con la casta de los sacerdotes. La abstracción científica es su Dios, las individualidades vivientes y reales son las víctimas y estos son sus inmoladores consagrados y licenciados.
M.A. Bakunin

Se hace rápido a decir «ideología»

La narrativa dominante desde hace al menos treinta años nos aburre con el «fin de las ideologías». Según los «pensadores» de la corte, el colapso de los países a Capitalismo de Estado habría inaugurado una nueva era, aquella que el filósofo Francis Fukuyama (1992) llama «fin de la historia». La historia, por tanto, se entendería como un desarrollo lineal donde el Estado democrático y liberal representa el telos [1], el Fin último de la evolución más allá del cual es imposible ir. Son los principios del liberalismo los que dictan la evolución, marcada e impulsada por la fuerza de la racionalidad.

Alcanzado este estado de «perfección», no tienen sentido ni siquiera las ideologías. El choque entre visiones del mundo opuestas y alternativas es irracional e improductivo, la razón técnica decide aquello que es justo y aquello qué es erróneo, lo único que podemos hacer es seguir la racionalidad. Cualquier desviación seria por lo tanto absurda.

De manera contradictoria, Fukuyama sostiene que esta etapa final de la evolución humana es el Estado democrático. Aquello que no ha podido prever es que, precisamente en virtud del dominio racional de la técnica, la propia constitución democrática pronto quedaría obsoleta. Si no hay nada que elegir, si la cosa mejor de hacer es la más racional… ¡Otro mundo es imposible!

Se trata de una fuerte idea de inmovilidad. No solo se ha convertido en síntoma de una inminente crisis psicótica pensar en poder derrocar al Estado, de tomar el poder político (¡imaginemos el destruirlo!), Sino que también se ha vuelto intocable, hasta en los más mínimos detalles: también en la ruta: no solo el capitalismo se convertía en el único mundo posible, sino, dentro de él, la única variante neoliberal era la sola forma económica necesaria en los años a caballo entre los dos milenio. De aquí desciende la redundancia del régimen democrático. Este se ha demostrado cada vez más ser un teatro de sombras, cuya dirección, sin embargo, es una copia, un duplicado de la ideología única.

En particular, se debe hacerse una distinción entre «ideologías» al plural e «ideología» al singular. Aquello que ha sucedido en los últimos años no ha sido en absoluto el fin de la ideología, sino el fin de las ideologías. La ideología es más fuerte que nunca: esta se ha convertido en pensamiento-único. Por otro lado, la afirmación «las ideologías están muertas» es, esta misma, una afirmación ideológica. La tesis sobre el fin de las ideologías es la tesis eminentemente ideológica. Es una tesis que, cerrando el debate y declarada derrotada cualquier posible refutación, funda así misma como la ideología necesaria: tan necesaria que ni siquiera tiene que declararse como tal, ni siquiera tiene que usar el término – es intangible, como el Espíritu Santo. Si le preguntas «¿qué eres?» esta te responde como Dios con Moisés: » Ego sum qui sum «[2].

Las ideologías solo tienen sentido si se piensan como resueltamente contrapuestas, una contra otra armadas. En este sentido es, desde un cierto punto de vista, correcto decir que las ideologías están acabadas. La ideología dominante es, por lo tanto, una paradójica, monstruosa, Súper-Anti-Ideología. Hoy, el movimiento más radical, aquella verdaderamente revolucionaria en el plano teórico, es la denuncia de la naturaleza ideológica mistificada del pensamiento técnico. Pero afirmar que lo que nos manda sigue siendo una ideología, es más, es la más radical y por esto mistificada, no es todavía suficiente. Aquello que debemos hacer en el confronto de esta nueva religión, más bien, es: no creerla.

Aquí comienzan las dificultades para el movimiento anarquista. El anarquismo revolucionario del nuevo milenio ha tenido el mérito histórico incalculable de haberse puesto como la sola verdadera negación (cuanto menos en Occidente) de la nueva ideología dominante. Desvinculado del mito científico que impregna el marxismo, sin estar aturdido por el colapso del Muro de Berlín, el anarquismo podía ser, y en muchos aspectos lo ha sido, la fuerza revolucionaria del siglo. Probemos solo a pensar: ¿qué habría sido el movimiento no globalización sin el anarquismo, qué habría sido la crisis griega sin el anarquismo, qué habría sido la lucha contra la catástrofe ambiental sin el ecologismo radical por buena parte anarquista, qué habría sido nuestra época sin esa interminable serie de ataques contra los políticos, los economistas, los científicos llevados adelante por los anarquistas?

Si por un lado, entonces, el anarquismo no ha naturalmente encontrado ninguna dificultad en erigirse espontáneamente como la negación de la ideología dominante; Por otro lado, como veremos mejor, componentes del movimiento han expresado un límite sustancial: han creído a alguna tesis de la ideología dominante. A veces, aun revertiendo el juicio de valor, tendemos excesivamente a creer a todas las mentiras que nos propinan los ideólogos del Estado. ¿La ideología dominante afirma que puede someter y controlar todos los rincones del mundo con la tecnología? Entonces la creemos y hablamos de resistencia a una «megamáquina» con contornos totalitarios, aparentemente casi invencible. ¿La ideología dominante afirma que la lucha de clases ha terminado? Entonces les creemos y hablamos de nuevas opresiones, de una multiplicidad indistinta de privilegios. Nuestra acción seguramente siempre ha sido en buena fe (aquí, por supuesto, solo nos interesa hablar de compañeros en buena fe), nuestro actuar siempre ha estado dirigido a atacar la megamáquina y el privilegio. Pero desde el momento en el cual, aun revolcando los valores, tendemos a creer a las tesis de la ideología dominante, muestra análisis queda de todas formas viciado por un horizonte hermenéutico que es aquello decidido por el Estado

La variante afgana

¿Pero las cosas están realmente así? ¿La historia realmente ha terminado? ¿Las ideologías están realmente muertas?

Propio cuando nos encontramos con el aniversario del 11 de septiembre. Ni siquiera diez años después de la salida de Fukuyama, la historia volvía a asomarse prepotente. Lo que siguió después es conocido. La administración Bush declara guerra a los talibanes e invade Afganistán. Dos años después, será el turno de Irak. A distancia de veinte años podemos ver cómo han ido a terminar las cosas. El Irak es, desde hace mucho tiempo, de hecho, un Estado controlado por gobiernos pro iraníes, los peores enemigos de los americanos. En Afganistán, después de veinte años de sangrar, económicamente y literalmente, los estadounidenses son finalmente obligados a retirarse y los talibanes han conquistado nuevamente el país. ¡Una derrota que al Occidente recuerda el Vietnam, con americanos y aliados (incluidos los italianos) obligados a huir de las embajadas en helicóptero!

El ejército más potente y armado del mundo ha sido derrotado por una guerrilla de pastores armados solo de un mito. Los mismos pastores que hace cuarenta años han destruido al Ejército Rojo. El ejército más destartalado del planeta que en el giro de medio siglo derrota a las dos superpotencias mundiales. Cierto, los economistas más irreductibles encontrarán una multiplicidad de partidarios que han apoyado a los talibanes en los últimos años en nombre de los mas innobles intereses económicos. Seguramente no son fuerzas que puedan competir con los Estados Unidos, Rusia y China juntos, todos aterrorizados, por diferentes razones, de la expansión islámica en Asia Central.

La verdad es que los talibanes han derrotado a la OTAN y antes al Ejército Rojo porque no tienen miedo a morir. Tienen un Dios y una práctica religiosa premoderna en nombre de la cual creen absurdamente que les esperara el paraíso cuantos más enemigos consigan eliminar. El mito, los mártires, los héroes, contra los placientes occidentales superpagados, deseosos de matar unos cuantos salvajes y de volver a casa con la cuenta bancaria llena de los lujosos salarios de los mercenarios. El mito de Alá contra el mito de Messi y Michael Jordan. ¿Quién otro podía ganar? Un resurgimiento del mito que en el espacio de cuatro décadas ha derrotado a las dos principales ideologías de la modernidad.

¿Qué tiene esto que ver con nuestro discurso? Muchísimo.

La ideología dominante (que dice de no ser tal) se considera invencible. Predica la racionalidad técnica como una forma no superada e insuperable de la evolución histórica. La oposición a este Moloch, como mencionamos, a veces ha aceptado su contenido, aun invirtiendo el valor. Pero no solo nosotros los anarquistas debemos oponernos a la ideología dominante, nosotros no debemos creerla.

La ideología dominante afirma la superación del ser humano y de sus límites a favor de las máquinas. Sucede que sus oponentes la crean firmemente, aunque declarándose disgustados. La fe hacia este destino es tan fuerte, que acaba por engañar a los propios voceros. La ideología, al no tener oposición, acaba por engañar a sí misma. ¿La variante afgana no nos habla igual también del fracaso de esta distopía? Puedes bombardear pueblos con los drones durante veinte años, pero luego se necesitan humanos para controlar el territorio. ¡Otra cosa que tecnologías avanzadas, otra cosa que cyborg para usar en la guerra! Sin botas calzadas por pies humanos no controlas el territorio, cuando los drones regresan al nido después de sus vuelos de muerte, los humanos recuperan el control.

Pensemos a cuantos dicen que a causa de la pandemia, se habría instaurado una especie de «dictadura sanitaria» por parte de Big Pharma. Quizás estos deberían hacer dos cuentas con la «variante afgana» más que con la variante inglesa o la variante india. ¿No pensáis que es un duro golpe para las Big Pharma haber perdido al mayor proveedor de opio del planeta? El punto, obviamente, no es dejar de combatir a la Big Pharma, ponerse al servicio de la izquierda vacunista y del general Figliuolo. El punto es siempre aquello de no creer en sus tesis ideológicas, no creer que el suyo sea el solo destino posible. Su ciencia no es la sola ciencia posible, el dominio de la racionalidad técnica al servicio del capitalismo no es un destino teleológicamente necesario.

Por otro lado, ¿no estaba propio el General Figliuolo al frente de la misión de guerra en Afganistán por cuenta de las tropas italianas de ocupación? Aquí esta, la así llamada «campaña militar de -vacunación» está en manos del general que, junto con otros, ha perdido Afganistán. ¿Los generales al poder? Sí, ¿pero qué generales? ¡Figliuolo es un perdedor!

La «variante afgana» nos lleva a otro pensamiento, mucho más inquietante: la modernidad como paréntesis. ¿Y si los ejércitos de ocupación de los Estados capitalistas del planeta un buen día «retiraran las tropas»? ¿Y si ese día no debiera surgir el Sol del Advenir, sino la reacción medieval, el oscurantismo religioso, la barbarie humana, la opresión de la mujer? Debe haber sido este pensamiento, tan perturbador que se sebe esconder en el inconsciente más profundo, el que ha empujado a tantos ex compañeros a un terreno exquisitamente reformista. Ante el colapso, muchos podrían resultar no así tan revolucionarios. El miedo a la muerte o algo mucho peor podría empujar a muchos a decirse que sí, después de todo, nuestro gobierno no es tan malo. ¿Una cierta oposición al fascismo, una cierta retórica socialdemócrata en defensa de los débiles, una cierta visión neoliberal sobre el rol de las minorías, en fondo no nos habla también de esto?

¿Qué debemos hacer nosotros? ¿Casarse con el oscurantismo? ¿Gritar que «Alá es grande» o salir a la calle con los conspiradores? No, nosotros debemos contraponer a las divinidades de la técnica y de la reacción aquello Alfredo Cospito llama «el mito de la anarquía vengativa». La idea de que los señores ricos que nos han reducido a estas condiciones un buen día lo pagaran. Y no será por alguna milagrosa asistencia divina, ¡la posibilidad de hacer justicia está solo en nuestras manos!

Del «totalitarismo tecnológico» a la crisis de los chips

Otro modo con el cual nos estamos oponiendo a la ideología dominante de nuestra época es aquello que denuncia el peligro de un inminente totalitarismo tecnológico. Estos compañeros, de nuevo, en el oponerse justamente a las tendencias en acto, terminan, pero, por aceptar las creencias. La idea de que el desarrollo técnico no tendrá límites y conquistará todo el planeta es solo una enésima quimera ideológica. Nosotros no solo estamos en contra de los proyectos de reestructuración del capitalismo, también somos escépticos en el confronto de las mentiras que nos cuentan sus corifeos.

El pasado 17 de junio, los periódicos económicos han difundido una noticia desconcertante, bien escondida por los medios de masa. Este es el lanzamiento de la agencia LaPresse :

«Milán, 17 de junio (LaPresse) – Audi y Volvo pararan sus plantas de Bruselas y Gante en Bélgica esta semana debido a la escasez de microchips. Esto es lo que informan varios medios locales, incluido The Brussels Times. La escasez de chips ha retrasado la producción de alrededor de medio millón de vehículos en todo el mundo, según la Asociación europea de proveedores automovilísticos (Clepa), y se espera que sus efectos se harán sentir hasta el 2022. No es la primera vez que ambas plantas han tenido que interrumpir la producción a causa de la escasez de microchips, que pueden estar presentes por docenas en los modelos de automóviles más recientes. «El segundo trimestre del 2021 ha sido muy difícil y estamos todavía asistiendo a retrasos en la producción», ha afirmado el presidente de Clepa, Thorsten Muschal. Audi ha explicado que el suministro de chips seguirá siendo limitado en los próximos meses – y que, por lo tanto, no se pueden descartar más ajustes en la producción -, incluso si se espera que la situación mejore. «Parece que se ha alcanzado el punto más bajo de la crisis», ha dicho el portavoz de la planta, Peter D’Hoore. «Nos esperamos una mejora en el segundo semestre del año», ha proseguido ».

Pero como, ¿queréis hacer la revolución digital y no tenéis los chips para los coches?

Los efectos de la crisis de los chips se sentirán hasta 2022, dicen. En el momento del lanzamiento de la agencia (junio de ’21), se hablaba de medio millón de vehículos no producidos a causa de la escasez de materias primas. Sin embargo, se confiaba que «el punto más bajo de la crisis» había sido alcanzado. La crisis de los chips, al contrario, continúa expandiéndose, golpeando a todos los sectores tecnológicos y no solo a aquellos. Publicamos grandes extractos de un artículo de Il Sole 24 Ore que puede leer en su totalidad en este enlace (en italiano): https://www.ilsole24ore.com/art/dal-caffe-playstation-cosi-crisi-materie-primesconvolge-pprice- mobiliario electrónico -AE9KJwR .

Después de Audi y Volvo le ha tocado el turno a Tesla, el coche eléctrico de Elon Musk que tuvo que parar por falta de litio y cobalto:

«Problemas también para Tesla, el titán del coche eléctrico de Elon Musk. Precios al alza por la escasez de materias primas. Propio el Ceo ha explicado la situación en un tweet: «Los precios están aumentando a causa de la presión de los costos de la cadena de suministro en toda la industria. Sobre todo de las materias primas ». En este caso entran en juego los precios de materias primas como el litio y el cobalto, ambos creciendo rápidamente (según la International Energy Agency (IEA), la demanda de minerales para vehículos eléctricos y baterías crecerá al menos 30 veces para el 2040) ».

Problemas que, como es inevitable, reguardan obviamente también a los electrodomésticos:

«No va mejor en el sector de los electrodomésticos. Según el presidente de Whirlpool en China, la misma escasez global de materias primas (chips en modo particular) que ha sacudido las líneas de producción de los fabricantes de automóviles, ahora está afectando a los fabricantes de electrodomésticos, incapaces de satisfacer la demanda. Propio Whirlpool, una de las empresas de electrodomésticos más grandes del mundo, se ha visto reducir los envíos de chips en un 10% respecto a sus pedidos, en el mes de marzo. Hangzhou Robam Appliances Co Ltd, un fabricante chino de electrodomésticos con más de 26.000 empleados, ha tenido que retrasar cuatro meses el lanzamiento de un nuevo ventilador de estufa de alta gama porque no podía obtener un número suficiente de chips ».

Y los videojuegos: «Desafortunadamente encontramos una gran escasez de semiconductores y otros componentes». Son las palabras del Chief Financial Officer de Sony, Hiroki Totoki, a propósito de Play Station 5. Aquello que no nos hubiéramos esperado es que la crisis de los chips también pusiera en serias dificultades a otros sectores, como la construcción, el café e incluso el papel higiénico.

«Parece absolutamente absurdo, pero uno de los sectores metido en crisis por el caos de las materias primas es aquello del papel higiénico. La Suzano SA, el mayor productor de pasta de madera – la materia prima para productos incluido el papel higiénico – ha hecho saber que las dificultades logísticas desencadenadas por la crisis de las materias primas (contenedores requeridos por otros sectores, transporte en la balanza, etc.) podrían crear problemas de suministro ».

Por último, propio en estos primeros días de septiembre, la crisis de los chips comienza tímidamente a agujerear los noticiarios nacionales, que intentan, en todo caso, limitarla a las páginas internas de economía: Stellantis (es decir, la antigua FIAT) está escribiendo en estas horas a los trabajadores para anunciar la prórroga de las vacaciones de agosto para buena parte de septiembre en varias plantas que producen Panda y Fiorino, a causa de la ya crónica escasez de semiconductores.

En un mundo electrificado, la crisis de la electrificación es una crisis general. No solo porque ya la robotización ahora afecta a todos los sectores, sino también porque, hablando en términos estrictamente materiales, la crisis de los chips es una crisis del extractivismo: faltan los minerales para los ordenadores, ¡pero empiezan también a faltar los árboles para el papel!

La crisis de los chips naturalmente no es una crisis improvisada, sino un signo profundo de los tiempos. Por un lado, la demanda cada vez mayor de conductores, semiconductores y superconductores, por otro lado, la incapacidad de las minas africanas para estar al paso de esta demanda cada vez mayor de materias primas.

El resultado de este desequilibrio entre la demanda de metales conductores y la debilidad de la oferta probablemente tendrá importantes consecuencias no solo en los volúmenes de producción, sino también en los costos. La gran fuerza de la digitalización ha sido la deflación progresiva de sus artefactos. Ordenadores, teléfonos celulares, dispositivos de varia naturaleza durante muchos años han costado cada vez menos, convirtiéndolos en un bien disponible para todos – incluso para quien no consigue comer o pagar el alquiler. Un aumento del precio de estos dispositivos tendrá ciertamente un impacto en la velocidad de propagación de su difusión planetaria. Pero la naturaleza finita del planeta, vale también para las materias primas de las cuales están hechos los teléfonos inteligentes y PC, nos habla de límites objetivos de la expansión tecnológica.

Con esto no queremos difundir la fácil ilusión de un agotamiento espontáneo de los recursos útiles al cambio tecnológico autoritario. En el pasado, nos hemos fácilmente engañado sobre el fin del petróleo, para luego, gracias propio a las nuevas tecnologías de extracción, encontrar nuevos sitios en profundidad y la forma de llegar a ellos. El capitalismo no se apagará espontáneamente, por falta de combustible, ¡somos nosotros los que tenemos que hacerlo saltar!

El capitalismo siempre encuentra nuevas áreas para explotar y nuevas técnicas para hacerlo. La expansión de minas en busca de metales como el coltán fuera del Congo encaja con estos intentos. El punto está en no creer a la fama de invencibilidad de la maquinaria capitalista. Estas investigaciones también producen luchas de resistencia, así como una mano de obra ciertamente más cara de los esclavos que vienen utilizados en África. De nuevo, por lo tanto, un aumento de precios y una disponibilidad cada vez más excluyente de las aplicaciones tecnológicas.

Aquello que hipotizamos no es, entonces, un totalitarismo tecnológico, sino una condición de especificidad tecnológica en un contexto de retroceso general. Habrá «ciudadelas» (el término no es para entenderlo literalmente) hiper-desarrolladas , fuera de las cuales abundará la gran masa de la humanidad, cada vez más excluida de los polos del bienestar. Una imagen que no debe ser hecha «geográficamente», como alguna vez se imaginaba el tercer mundo. Esta dinámica excluyente atravesará verticalmente a todas las sociedades. En este contexto, la imagen del obrero con el chip en el mono que espía todos los movimientos en el trabajo irá acompañada al mismo que, una vez de regreso a casa, vivirá cada vez más en una condición de barbarie cultural – incluso con problemas de abastecimiento de café y papel higiénico. La revolución tecnológica seguirá apoyando sus cimientos sobre la explotación de los seres humanos. Así será mientras exista el capitalismo. La carne humana sigue siendo la verdadera mina de oro para los explotadores. Las nuevas tecnologías servirán, en todo caso, a controlarlo mejor.

Se escribe «green new deal» y se lee «despidos»

Si en el mercado informático todavía los precios de esta crisis de los chips aún no son visibles, así no es para los denominados coches eléctricos. Para la compra de un coche eléctrico con prestaciones «decentes» – no estamos hablando de los sucedáneos que van a 50 km por hora – hay que soltar al menos 18 mil euros y esto solo gracias a las aportaciones públicas, de lo contrario la factura sería más cara de otros 3-4 mil. No es casualidad que el coche más usado en Italia siga siendo el Panda, que cuesta menos de 10.000. En resumen, la «revolución verde» sigue siendo un privilegio de clase.

No es casualidad si gretini y ecologistas de régimen no hacen que repetirnos que, junto con el coche eléctrico, debe cambiar nuestro estilo de vida en los traslados. Con el coche eléctrico nos moveremos sobre todo con el coche compartido. «¿El futuro? Eléctrico, pero conectado y compartido »escribe por ejemplo Diego Colombo en el Eco di Bergamo. ¿El motivo? Sencillo: ¡no todos podrán permitírselo!

Este es un ejemplo de aquello que definimos «ciudadelas» de la civilización tecnológica rodeadas por la miseria. Incluso el automóvil, signo distintivo de la sociedad de consumo de los años Sesenta, se convierte en un privilegio para pocos.

Naturalmente, aquí el punto no es medioambiental, ya que todo depende de con qué se produzca la electricidad. Si la electricidad se produce con carbón, es evidente que los coches eléctricos provocarán en el planeta muchas más emisiones de CO2 de aquellos tradicionales, a gasolina. Ya, pero esto sucederá «fuera», en las regiones en las cuales están las centrales eléctricas a carbón. Podemos probar una vez más la dinámica no totalitaria, sino más bien la «ciudadela» del próximo régimen tecno-capitalista: ¡el centro histórico tendrá menos smog Madame la Marchesa !

Y, naturalmente, todo este deseo de electrificación no hará que alimentar las pulsiones nucleares de los científicos de la muerte.

Entonces, el punto no es aquello de salvar el medio ambiente, como nos dicen los ideólogos de corte. El punto es una reestructuración global de la sociedad, con una más estrecha fortaleza de inclusión y una más amplia masa humana de desposeídos. El empobrecimiento de las magníficas cuanto metafísicas «clases medias» nos habla de este proceso global. Este empobrecimiento está vinculado a la «variante afgana» en un sentido amplio, a los impulsos reaccionarios de tantos patrones empobrecidos.

Este empobrecimiento es una consecuencia necesaria, deseada del nuevo rumbo. Siempre quedándose en el tema de la electrificación automovilística, se estima que entre un 30 y un 60% de los puestos de trabajo están en peligro en el sector del automóvil a causa del cambio de producción del motor de combustión a aquello eléctrico. La transición ecológica hace rima con la transición digital, no es casualidad que el gobierno Draghi – régimen de Unidad Nacional en nombre de la reestructuración capitalista- se haya inventado el Ministro de la Transición Ecológica y reinventado el Ministro para la innovación tecnológica y la transición digital. Y como reivindica Mefistofélicamente, el nuevo ministro de transición ecológica, Roberto Cingolani, la transición tendrá un costo social enorme. Los carros cinglados de Cingolani marchan haciendo el verso a aquellos de Stalin: capitalismo y electrificación abanderan sobre los letreros de las nuevas purgas.

Nunca fue tan cierto el dicho: queríais la bicicleta, ahora darle a los pedales.

La Unidad Nacional de Cremaschi a Bonomi

Para que este proyecto vaya adelante, para que esta enorme reestructuración autodenominada Grande Reset pueda realizarse necesitamos, entonces, un empobrecimiento de masa en todo el Occidente. Esto pasa, lo hemos visto, por la pérdida de millones de puestos de trabajo a causa de la digitalización y de la robótica. ¡La electrificación pide carne humana!

El gobierno italiano ya ha pensado con el desbloqueo de los despidos, el verdadero proveimiento por el cual se puso en marcha la operación Renzi para derrocar al anterior gobierno y establecer el gabinete de Mario Draghi. Ahora que ya no hay prohibiciones de despidos, cualquier excusa es buena para cerrar. Y la pandemia mundial pretextos ofrece a mansalva.

Es el 20 de julio cuando Giorgio Cremaschi, líder histórico de la FIOM, el fue poderoso sindicato de trabajadores metalúrgicos de la CGIL y exponente del partido «centrosocialista» Poder al Pueblo! [3], en el lenguaje agramatical de Twitter, gorjea:

«Quienes se oponen al #green pass deberían coherentemente oponerse a: carnet de conducir, carnet de sanidad, carnet de identidad, certificado de residencia, cualquier similar diablura de la dictadura comunista. Sin límites ciertamente, pero también simplemente #fascistas al estado bravo ».

El mismo día, Carlo Bonomi, presidente de Confindustria, escribe una carta decididamente menos analfabeta al primer ministro Mario Draghi, revelada por el diario Il Tempo:

«[Título: ¿No te ponen la vacuna? Ningún sueldo. La amenaza de Confindustria[4] a los trabajadores. Con el fin de proteger a todos los trabajadores y llevar a cabo los procesos de producción en el pleno respeto de las libertades individuales, Confindustria ha propuesto la extensión del uso de certificaciones verdes – cd. Green pass – para acceder a los contextos empresariales/laborales ».

No es necesario ser conspiraciónistas para observar que la coincidencia de fechas es cuanto menos inquietante. Pero incluso admitiendo que aquello de Cremaschi haya sido «solo» un imperdonable error y el síntoma de un izquierda geriátrica para ser encerrada en una casa de retiro más que en un centro social, una coincidencia del genere, por cuanto «desafortunada», ha dado la sensación de un cerco mediático para el cambio seguritario que de allí a pocos días habría advenido.

Debemos prestar mucha atención a la sustancia que el verbo toca cuando se usa el término «gobierno de Unidad Nacional». La Unidad Nacional no es un simple gobierno técnico, ni un mero gobierno político de «amplios entendimientos». La Unidad Nacional es un gobierno en el cual la Nación está unida y movilizada para un fin de emergencia supremo. Desde un punto de vista parlamentario, no hay una diferencia con los llamados acuerdos amplios: muchos partidos que votan juntos un gobierno político. Sino que la Unidad Nacional es algo diferente. La alianza de gobierno atraviesa toda la sociedad, las fuerzas sociales, los intelectuales, la gente común: todos están movilizados por la patria.

Desde este punto de vista, las salidas concéntricas de Cremaschi y Confindustria nos hablan de una sustancial unidad, de un verdadero frente patriótico para salvar a la burguesía de la crisis provocada por el Coronavirus. Es un verdadero gobierno burgués de masas que, a diferencia del fascismo, mantiene la pluralidad de los partidos y los moviliza a todos en la guerra patriótica. Cremaschi, oponente ficticio, con aquellas declaraciones se inscribe a todos los efectos en el equipo de la Unidad Nacional, se declara movilizado por sus decisiones de carnicería social.

 

La Covid-19 es un síntoma. Sí, ¿pero de qué?

Nunca hemos dado a la pandemia un rol central en nuestros análisis. No porque cuanto ocurrido no haya sido, desde todos los puntos de vista, eminentemente histórico. Sin embargo, creemos que la Covid-19 no haya sido un evento inesperado, un meteorito que ha golpeado el planeta cambiando su curso para siempre. En todo caso, creemos que el Coronavirus es de alguna manera una especie de expresión del espíritu de la época.

Ya, ¿pero a dónde van si corren?

La Covid-19, quedando en la metáfora clínica, es solo un síntoma. Sí, ¿pero de qué?

Sin duda es un síntoma del estado de salud del planeta. También es un síntoma de cómo funciona la ciencia moderna: crea la enfermedad y luego vende el remedio. Es un síntoma de cosa puede provocar la continua urbanización, la agricultura intensiva, la selección biológica «natural» a través de vacunas y antibióticos. Pero aunque fuera una conspiración, de una oscura maniobra dietrologica, sería sin embargo de un síntoma: el síntoma del nivel alcanzado por los aparatos militares, de la inconsciencia psicótica de los grandes financieros, etc. Y si aunque fuera – hipótesis intermedia – el resultado de una fuga accidental de un laboratorio de investigación [en las dos variantes: a) laboratorio militar; b) laboratorio médico que estudia los virus para el «bien» de la humanidad], de nuevo sería solo un síntoma: un síntoma de la peligrosidad social de la ciencia capitalista, que corre, autónoma y sin frenos, metiendo en peligro a todos nosotros.

En resumen, un síntoma es y un síntoma permanece. Por esto debemos renunciar a la tentación de seguir la Covid y sus bailes con la lente deformante de la razón técnica. Sería, como de costumbre, elegir el campo de batalla y las armas impuestas por el enemigo. Debemos mirar más allá, hacia el mal real: el mal real es una organización social mundial altamente desigual, que esta depredando todos los ambientes, que está protegida por un aparato militar sin precedentes en la historia de la humanidad.

En cuanto espíritu de la época, el Coronavirus no ha revertido las tendencias fundamentales de nuestra época, simplemente las ha acelerado. La crisis de la globalización ya era previsible antes de la emergencia sanitaria. Algunos de nosotros, entre otras cosas con herramientas analíticas y datos empíricos muy pobres, ya lo habían previsto hace algunos años. Así como habían previsto que se iba hacia un nuevo tipo de giro autoritario. La pandemia ha sido el vehículo en el cual estos fenómenos se han, finalmente, expresado. La pandemia es el vehículo de la crisis de la globalización y del cambio autoritario de nueva forma, pero estos no son pasajeros, están en el asiento del conductor.

Desde este punto de vista nosotros juzgamos los dispositivos autoritarios como el reciente pasaporte sanitario, el llamado green pass. No estamos interesados estrictamente al tema de las vacunas, a la discusión técnica, a l debate científico que reemplaza el debate político. Entre los autores de estas notas hay, indistintamente, vacunados y no. Una división que hace el juego del poder, donde el Estado ha acelerado deliberadamente en esta dirección para crear una mayor fragmentación de los explotados y el aislamiento de sus «exaltados». El green pass golpea en primer lugar la libertad y la confidencialidad de quien lo tiene: controlado cuando suben al tren, cuando van al cine o a la universidad, es el propietario del green pass a venir sobre todo espiado.

El objetivo, como observado al principio, es un objetivo ideológico: la creación de una sociedad donde torne ontológicamente imposible el horizonte de la subversión. En este marco, la ideología de la técnica, impersonal e imparcial como se quiere pintar, se convierte en la sola ideología tolerada. Si la técnica dice que hay que espiarnos a todos, que es la única solución racional para los problemas de sanitarios… bien, todos debemos ser espiados. El que toma las decisiones es lógico e impersonal: otro mundo es imposible, y exactamente veinte años después de Génova, el 20 de julio Cremaschi y Confindustria marchan juntos.

Giro autoritario, ¿pero de qué tipo?

Ha sido utilizado sobre las columnas de «Vetriolo» el lema «giro autoritario de nuevo tipo» o «giro autoritario de nueva forma» para describir cuanto habría sucedido. Se trata en primer lugar de una definición negativa, sin contenido. Nos hemos limitado a observar que la nueva sociedad autoritaria no habría tenido las connotaciones del fascismo histórico del siglo XX. Era importante subrayar este hecho para evitar los peligros del llamado frentismo: la unidad antifascista en nombre de la democracia.

Cuando hemos empezado a razonar en estas categorías, aquí como en gran parte del mundo, estaban creciendo los partidos de extrema derecha y los llamados soberanistas. Temíamos lo que en efecto se ha verificado: que el alarmismo antifascista habría ayudado a frenar esta ola de derecha, sí, pero para restaurar el orden neoliberal mundial. Así ha sido en Italia con el gobierno Draghi y en Estados Unidos con la «derrota» de Trump. Obtenido el resultado de restaurar el liberalismo, estos mismos movimientos se han desinflado, hasta casi desaparecer. Es el eterno retorno del ciclo fascismo-antifascismo-liberalismo en el cual, por enésima vez, los movimientos se han quedado empantanados.

En esa época, por tanto, la sola cosa que podíamos hacer era advertir contra el uso que el poder habría hecho del antifascismo, tratando de explicar que el giro autoritario que se avecinaba no era el mero retorno de un régimen totalitario, sino algo muy diferente. No podríamos dar más información sobre los contenidos ya que no somos profetas. El contenido nos lo habría mostrado la realidad. Hoy podemos decir algo más. Podemos dar de la sustancia al giro autoritario de nueva forma.

La primera evidencia es que tal giro autoritario se ha producido en la sustancial preservación del orden constitucional liberal. Alguno podría objetar que en Italia ni siquiera el fascismo ha suspendido el Estatuto Albertino. Esto es verdad, pero no se puede no ver que la vieja constitución monárquica italiana era muy vaga y no preveía, por ejemplo, garantías hacia los partidos y los sindicatos. El fascismo suspendió la pluralidad de partidos y las libertades sindicales, operando un giro provocando un giro constitucional en la sustancia del ordenamiento político. Las actuales constituciones europeas son mucho más prescriptivas en cuanto a derechos y los deberes. El giro autoritario de nueva forma, esto es de suma importancia, no está cambiando sus connotaciones. Al contrario, se está propio desinteresando. Para los reformistas, para los izquierdistas en servicio permanente efectivo en defensa de la Constitución, han representado mayores peligros los intentos reformatorios de Berlusconi y Renzi. En pleno estado de emergencia, a nadie ha venido en mente de modificar en sentido autoritario las constituciones occidentales.

En definitiva, el giro autoritario en marcha, mientras cierra a los individuos en casa, enviste a los obreros en huelga, masacra a los presos en revuelta, pide el pasaporte sanitario y establece checkpoint en cada esquina de la calle, hacer llover medidas restrictivas para anarquistas y refractarios, no está en absoluto interviniendo sobre el involucro institucional.

Este hecho podría parecer sorprendente sólo desde un punto de vista superficial. En realidad, esto está estrechamente relacionado con la particular naturaleza ideológica mistificada del pensamiento único de la razón técnica. Si hay solo una opción obligada, si las cuestiones sociales, éticas, ecológicas tienen una sola respuesta y si tal respuesta viene individuada por la dinámica impersonal del problema solving, las democracias no representan ningún peligro para el nuevo autoritarismo. Quien llegue al poder tendrá que adoptar necesariamente las mismas políticas, dado que solo una es la solución y es obligatoria.

Anunciación de sangre

El giro autoritario es realidad. Estamos, pues, en una nueva época histórica, la cual, como toda revelación que se precie, necesita una Anunciación, de una simbología radical, de una pasión de sangre. En Italia, esta «anunciación» se ha encarnado en la masacre en las cárceles de marzo del 2020. Dieciséis muertos sobre los cuales con demasiada rapidez se ha extendido el velo del olvido.

Una reacción radical en primer lugar. Frente a la inaudita revuelta en las cárceles italianas, un Estado disuelto por el estallido de la pandemia ha reaccionado como ha podido, como ha sabido: con puño de hierro. Un mensaje para aquellos revoltosos, cierto, pero también un mensaje para toda la sociedad: esto es aquello que espera a quien se rebela, a quien se revuelta. El Estado está. Estas son las palabras del entonces Ministro de la Administración Carne Humana:

«Quiero subrayar que en todos los casos más graves las instituciones se han demostrado compactas: magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas policiales han intervenido sin dudarlo, haciendo aún más determinado el rostro del Estado ante los hechos delictivos que se estaban consumiendo ».

Palabras pronunciadas por un ministro de «justicia» ante un Parlamento que consiente. Una responsabilidad política e histórica inequivocable: nosotros, colegas parlamentarios, junto con «magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas policiales», somos los responsables de la masacre. En la matanza de marzo se anuncian los años veinte de nuestro siglo. Sentimiento surrealista, cuando se está en las condiciones de deber casi que agradecer al verdugo en buena fe por habérnoslo finalmente mostrado sin velos, por aquello que es, «el rostro del Estado».

Esta es la naturaleza del enfrentamiento que nos encontraremos a enfrentar. Todos estamos advertidos, quien no se la siente es igual el caso que haga ahora un paso atrás. Incluso las imágenes de las torturas de Santa Maria Capua Vetere adquieren un importante valor comunicativo en el mensaje terrorista del poder. Hemos aprendido en esta parte del siglo cómo el poder, sabiamente, saca a relucir los escándalos de tortura: Guantánamo, Abu Graib, son lugares de tortura aislados del mundo, si algo hemos sabido de aquello que ha sucedido es porque la ideología ha querido mostrárnoslo. Una advertencia, un escalofrío de terror para quien decida combatir en armas el ejército de ocupación: allí podría estar yo.

No puede ser casual, entonces, si las imágenes de las torturas, con gran indignación de las almas bellas democráticas, hayan salido de una prisión donde no haya escapado el muerto. No puede ser casualidad que solo en Santa Maria Capua Vetere los carceleros han sido tan gilipollas como para dejar las cámaras encendidas. La verdad es que, de vez en cuando, ciertas informaciones tienen que salir. Para que estéis todos advertidos: ¡los próximos podréis ser vosotros!

Pero las masacres en las cárceles italianas han sido, y siguen siendo también ahora, un test más profundo. Son un termómetro social sobre nuestra asuefaccion. El poder ha querido probar el grado de reactividad, de dignidad que queda en la carne humana que quiere administrar. Quiere ver si estamos realmente preparados a la electrificación. A juzgar por el hecho de que la inmensa mayoría de la población aquellos muertos no los recuerda siquiera, que se les pide que piensen en lo que fue marzo de 2020 son bien otros los recuerdos (arresto domiciliario masivo, el terror del virus), podemos decir que el experimento ha sido un éxito: el paciente ha muerto.

El otoño que nos espera

Con estas premisas, el otoño que nos espera será un otoño de miedos, desde la ansiedad por los síntomas de la gripe hasta la ansiedad por perder el trabajo. Será un otoño de restricciones y de caza de brujas. Nada hace creer que será un otoño de alguna forma «caliente». Es mejor decirnos en la cara una desagradable realidad que continuar a ignorarla, a perseguir y luego frustrarnos después del fracaso de la enésima intervención social.

A pesar de este triste cuadro de partida, los movimientos no faltaran. El giro autoritario, la reestructuración digital, la electrificación social ya están generando resistencias y desesperación. Resistencia y desesperación, juntas, sentimientos de quien está con las espaldas a la pared, pueden ser el próximo detonador social. Un rechazo radical de este futuro obligado será el primer movimiento de los insurgentes.

En este contexto, la expresión más auténtica de la lucha de clases, parece una paradoja, será propio el nihilismo. Si otro mundo es imposible, entonces la sola alternativa que nos habéis dejado es precisamente en la falta de alternativas, en la ferocidad de la fiera perseguida. Un contragolpe absoluto de este mundo en el cual estaremos cada vez más estrechos, cada vez más pobres, cada vez más enfermos.

Esta reacción, pero, se si limita a esto, también corre el riesgo de convertirse en el último golpe de la cola de una humanidad ya ahora sometida a la dinámica impersonal de la electrificación. Para dar este segundo paso se necesita una fe, se necesita un mito, un horizonte de (no) sentido, un horizonte que no existe, que tal vez no existirá nunca, pero que solo avanzando hacia él podemos revertir una historia que está ya está escrita. Una masa, una energía surrealista que doble el tiempo lineal de la técnica capitalista. Todo esto es profundamente humano.

Todo esto también se hace con el ejemplo: demostrando que el poder es frágil, tiene muchos puntos débiles, se puede resquebrajar. Demostrar con los hechos que la historia no saldrá como quieren los señores, que hay quien está dispuesto a hacérsela pagar por ello.

La región del mundo en la que nos encontramos, aquella gobernada por el Estado italiano, es, entre otras cosas, particularmente estratégica en este cuadro de reestructuración. No es casualidad que Italia sea el País al cual se ha destinado más dinero en la denominada NextGenerationEU , bien 210.000 mil millones de 807.

No es un gesto de bondad por parte de la dominación europea, sino la convicción de que Italia es el gran enfermo del continente y el país que es el primero en arriesgarse a romper el sueño del Súper Estado europeo. Esta montaña de dinero no solo es una ayuda, también representa una cadena. Europa quiere asegurarse de que el Estado italiano no se derrumbe y al mismo tiempo bloquearlo firmemente bajo su mando. La inestabilidad de Italia hoy es un posible, importante espina en el costado del capitalismo occidental. Quizás sea a partir de esta última consideración que deberíamos empezar a actuar.

[Septiembre de 2021]

Fuente:
//roundrobin.info/2021/09/capitalismo-ed-elettrificazione/amp/

Notas:
[1] El objetivo o propósito
[2] «yo soy quien soy'»
[3] se refiere a los comentarios de Twitter sobre los origines políticos del sindicalista mencionado
[4] La patronal.