El siguiente texto se escribió el 21 de marzo, 24 horas antes de la fuga mágica de la cárcel de Trikala*.
Tal vez sea interesante comentar los dos últimos intentos de fuga de prisiones de máxima seguridad; una con helicóptero en Trikala y la otra con un pequeño engaño en Malandrino.
En el primer caso, parecía que la policía no dudaba en arriesgar -con el fin de consolidar su doctrina de tolerancia cero- la vida de decenas de personas, invocando la intención de impedir una fuga, acción considerada como delito menor…
En el segundo caso, vimos lo que un preso puede lograr camuflando en una simple radio el control remoto de una bomba (¡!) si los mecanismos procesales saben que no se bromea con su libertad. A pesar de que al final no pudo salir, logró poner en alerta una cárcel entera durante 24 horas, con su determinación como única arma.
Pero lo que tiene verdadera importancia en ambos casos es el cambio en el sentido de la fuga y su mutación a caso individual del preso. Hasta finales de los años 90, el motín y la fuga eran dos conceptos casi interconectados. El motín era generalmente el resultado de un intento de fuga colectivo. Los presos de una prisión intentaban escapar juntos, algunos lo lograban, otros terminaban heridos por las balas de los polis en el intento y el resto regresaba e incendiaba la cárcel. Las razones de esta mutación deben buscarse, por un lado, en el desarrollo de la tecnología y la arquitectura de la represión y, por otro, en la atomización sin precedentes de los presos actuales.
Las prisiones modernas están diseñadas con el fin de lograr el mayor control posible, tanto a través de métodos físicos como electrónicos. Se trata de cámaras en cada esquina de los módulos perfectamente cuadrados y ausentes de cualquier elemento natural. Se trata de puertas electrónicas que se abren solo desde la sala de control. También se trata de que –detalle importante– el tejado, tradicional refugio de los presos rebeldes, no es accesible casi de ninguna manera.
Por otro lado, el cambio en la composición de la población carcelaria en la última década ha traído también cambios en la percepción de los presos. La población no está compuesta ni por criminales sangrientos ni por ilegalistas románticos. Consta de migrantes de África y Asia que, la mayoría de las veces, no conocen ni el idioma y ni la razón por la que están en prisión. Consta de toxicómanos cuyo lugar debería ser los hospitales. Consiste en estafadores y deudores aterrorizados, la nueva tendencia de las cárceles griegas. Consta de mafiosos y matones quienes, a cambio de pequeños favores y servicios, mantienen el equilibrio entre la corrupción y la paz social dentro de las cárceles griegas.
Las relaciones entre los presos son falsas, hipócritas hasta las náuseas y diplomáticas. Un juego de dominación que sirve de freno para la construcción de relaciones de confianza, lo que reduce el estado de ánimo combativo que la solidaridad requiere. Los presos, fragmentados en naciones y tribus, en condenas cortas y largas, delitos diferentes, diferencias personales que se deben, principalmente, a la heroína y los intereses personales, destruyen cualquier lucha común que se pudiera construir. En última instancia, quien quiera reclamar su libertad lo tiene que intentar solo o con algunos amigos. Las soluciones colectivas parecen un romanticismo superado que pertenece a los años 90.
Y ¿por qué tiene importancia todo esto?
Porque la prisión no es el espejo de la sociedad. Es el espacio donde se concentran sus funciones, valores, tradiciones, ética y problemas. Mirando y analizando lo que sucede en el interior, se puede interpretar la inercia social de fuera.
Espectaculares y coherentes son los helicópteros de la fuga, pero son más bellas las llamas del motín. No debemos dejar de honrar a aquellos que lograron o incluso intentaron escapar, pero no hay que olvidar que el objetivo no debe ser volar por encima de las muros, sino bailar sobre sus ruinas.
Anastasios K. Theofilou
21/03/2013 Módulo E1, cárcel de Domokos
* El 22 de marzo de 2013, 11 presos de las prisiones de Trikala se fugaron con éxito (9 de ellos siguen prófugos, mientras que dos fueron atrapados por la policía en los alreadedores).