António Ferreira de Jesús, natural de Oliveira do Bairro, nació el 30 de octubre de 1940 y falleció el 6 de noviembre de 2013. De sus 73 años de edad, pasó 52 años encarcelado en Portugal, caso inédito en Europa. Apenas estuvo 21 años fuera de los muros. O sea, ¡sufrió 52 años de secuestro estatal!…
MEMORIA DE UN INDOMABLE
Extraído de “Mapa. Jornal de Informação Crítica” nº4, Diciembre 2013 – Enero 2014.
António nació en el seno de la miseria económica, en la que vio morir a dos hermanos de tierna edad: uno de hambre, el otro por falta de atención y cuidados médicos. Inconforme con las desigualdades sociales y con el terrible terrorismo que constituye la violencia económica, se opuso al robo de la vida -el sistema salarial impuesto por el dominio- y comenzó a expropiar a la clase dominante, intentando reapropiarse de su vida, prefiriendo antes el riesgo que acarrea la expropiación que humillarse mendigando o aferrarse a un vil salario. Defendió a su madre de los malos tratos de su padre oponiéndose enérgicamente a éste cuando, en más de una ocasión, la estaba agrediendo, lo que, a partir de entonces, nunca más volvió a suceder. A los 17 años de edad fue llevado a prisión. Después de cumplir la condena, lo obligaron a cumplir una famosa medida correccional fascista en la cárcel-escuela de Leiria (1). Junto a otros «hijos de los hombres que nunca fueron niños», quedó marcado por la opresión que allí existía. En contacto con los presos políticos en el penitenciario de Lisboa, ganó conciencia política. Cumplió trece años de prisión y sufrió 4 años de aislamiento y otros castigos.
António salió de la cárcel tan rebotado que se fue a asaltar la cárcel-escuela de Leiria, con el objetivo de liberar a los presos y darle fuego a la prisión. Y porque no pagaban los salarios de unos trabajadores, su sentimiento de clase lo llevó a quemar la fábrica donde éstos trabajaban, eliminando primero al guardia de la fábrica en autodefensa, después de una lucha cuerpo a cuerpo, antes de que éste lo eliminase. Realiza algunas expropiaciones. Tiene a la PIDE (policía política del régimen fascista) detrás suyo. Un hermano, que participó en el asalto frustrado a la cárcel-escuela, lo delató. Es condenado a la pena máxima del Código Penal de entonces: 24 años de prisión y con «la delincuencia» fue considerado de difícil corrección (2). Con la Revolución del 25 de abril de 1974, la pena pasa a 12 años de cárcel, con la condición de salir a mitad de condena, o sea, a los 6 años de prisión. Pero lo obligaron, por ser un preso en lucha, a cumplir la condena en su casi totalidad; faltaban apenas unos meses para cumplir los doce años cuando lo dejaron el libertad condicional, durante la cual, pasados pocos meses, es condenado de nuevo a 18 meses de prisión por poseer un arma ilegal, revocándole la respectiva condicional. En 1991 fue puesto en libertad condicional cuando le faltaban pocos meses para cumplir la condena. Posteriormente, en 1994, es condenado a 10 años por expropiaciones, siendo, también el mismo año condenado, junto con otros compañeros, a una pena de 18 años por secuestro y robo a un famoso traficante de heroína.
Por donde pasó dejó rastro: en la cárcel-escuela de Leiria, durante el régimen fascista, participó en varias protestas contra el rancho (organismo encargado de alimentar a los presos) miserable y la prepotencia. En la cárcel de Coimbra, después del 25 de abril de 1974, se amotinó con otros presos durante semanas y estuvo en lo alto de la cúpula de la cárcel comunicando con la gente de la calle a través de un megáfono, exponiendo los motivos del motín. En seguida, en la cárcel de Paços de Ferreira, es elegido presidente de la asociación de reclusos. Tuvo lugar un motín en el que murió un compañero que se encontraba a su lado por una ráfaga de ametralladora. Ferreira escapó por milímetros. El guarda, autor de la ráfaga, comentó que la ráfaga era para Ferreira y no para el otro. Es transferido a la entonces Colonia Penal de Pinheiro da Cruz, donde es ingresado, en aislamiento total, en una celda del Ala 1, en eses entonces desocupada, donde estuvo más de un año solo. «Sólo les faltó darme una cuerda para ahorcarme», fueron palabras suyas. En 1976, tuvo lugar un motín en ese ala, ocupada ya por más internos. Los presos se subieron al tejado del ala y muchos de ellos fueron brutalmente desalojados. En el curso de la dinamización que llevaba a los presos a tomar conciencia de sí mismos y de sus derechos, introducida y aleccionada en varias cárceles por gente de izquierda con la total oposición de las direcciones de las cárceles, António Ferreira es considerado por las autoridades como un radical por sus opiniones y posicionamientos. La derecha se queja y protesta, en los medios de comunicación, de que son los guardias los castigados en vez serlo los presos, y de que las cárceles viven en “anarquía”. En 1978 es uno de los principales organizadores de la fuga realizada a través de un túnel excavado con decenas de metros de longitud, por donde 123 presos (incluido Ferreira) escaparon de la cárcel de Vale de Judeus, donde acababa de ser trasladado desde Pinheiro da Cruz. Pasadas unas semanas, es capturado. Se suceden varios motines, planes de fuga, huelgas de hambre, protestas, reivindicaciones e incontables (de tan numerosas) denuncias hechas a los medios de comunicación y a otros organismos, donde su nombre se encuentra asociado con castigos o bien con el aislamiento de toda la población penal. Sufrió inmensos traslados en anocheceres, unas veces para otras alas o para celdas disciplinarias; otras veces para otros aislamientos, con régimen 111º (3); otras veces a otras cárceles como castigo informal y para desmovilizar luchas. El tratamiento discriminatorio y la mala fe sobre el papeleo relacionado con la acumulación (refundición) de las penas lleno de irregularidades procesales, lo torturó profundamente, llevándolo a una situación equivalente a una condena perpetua encubierta, dejándolo con todas las incertidumbres y esperanzas por el suelo.
Con todo, siempre se mantuvo firme ante el pozo sin fondo hacia donde lo lanzaron. Ya casi con 70 años de edad, en la cárcel de Pinheiro da Cruz, rechazó cambiarse de ala y les dijo a los carceleros, con valentía y decididamente: “¡De aquí no salgo! ¡Yo, por mis propios pies, no salgo! ¡Sólo salgo por la fuerza o pasando por encima de mi cadáver!” Los mercenarios se quedaron estupefactos, pero a cambio de un vil salario, cumplieron la orden y se lo llevaron a la fuerza, pero no por sus propios pies. Lo llevaron en una camilla, pero no a otro ala, sino para el violento castigo del aislamiento total (equivalente al, revocado en 2009, régimen 111º), al Big Brother (4), la cárcel dentro de la cárcel, separada rigurosamente de toda la población reclusa, como represalia por su insumisión.
Inmediatamente se puso en huelga de hambre, de sed y de silencio. Una huelga de silencio que implicó que ninguna palabra le fuera dirigida al enemigo: carceleros o cualquiera de los demás funcionarios ligados al Estado. Los carceleros intentaron hablar con él, y nada: no obtuvieron ninguna respuesta; fue la asistente social, y nada; fue la educadora, y nada; fue la psicóloga, y nada; fue el enfermero, y nada; fue el médico, y nada; fue el psiquiatra, y nada. “¡Basta! ¡Es imposible dialogar con los opresores!”, se decía a sí mismo. “¡Éste hombre está loco!”, afirmaban. “No sabían lo que hacer… andaban como cucarachas atontadas, sin saber qué decisión tomar”, fue una observación suya. Apenas aceptó hablar con su último abogado, José Preto. Ésta lucha lo envejeció mucho y lo dejó muy debilitado a nivel de salud. Después de haberle roído los huesos y la carne, cuando se encontraba casi con los pies en la fosa, medio ciego, con diabetes y habiendo sufrido varios accidentes cerebro-vasculares, se le restituyó, el 15 de marzo de 2012, la “libertad”, tal vez para evitar engordar la escandalosa estadística de mortalidad dentro de las cárceles…
¿Cuántas muertes de compañeros vio? (¡Toda muerte dentro de prisión es un crimen de Estado!) ¿Cuántas palizas bárbaras a compañeros vio? ¿Cuánta degradación vio? ¿Cuánto terrorismo fue el que sufrió o vio sufrir? ¿Cuánta tortura sufrió? (¡La cárcel ya de por sí es tortura!…) ¿Cuántas veces fue inducido al suicidio? ¿Cuántas amenazas de muerte sufrió?
Rechazaba terminantemente enviar cartas de forma legal, porque le repugnaba profundamente la censura y la vigilancia que éstas sufrían. Se ponía casi enfermo de tanta repugnancia e indignación que sentía con las investigaciones que guardaba en sus carpetas, disimuladas entre otros papeleos relacionados con sus procesos para despistar a los carceleros. Muchas veces llegó incluso a tener lugar el robo de éstas mismas por parte de los carceleros durante los registros. Sus carpetas se componían, entre otros papeles, mayoritariamente por anotaciones sobre presos apaleados por carceleros, sobre presos muertos, muchos de los cuales de forma sospechosa por parte de los carceleros y otros por falta de asistencia médica, además de variadas exposiciones para organismos varios y cuadernos reivindicativos. Estaba siempre atento a lo que pasaba. Todo de lo que tenía conocimiento, lo anotaba con los debidos pormenores, las fechas y los respectivos nombres de los responsables, y lo guardaba junto con los diferentes objetos que tenía en la celda.
António Ferreira, individuo resistente y con principios, ética y gran firmeza de ánimo, fue el represaliado, el perseguido, el castigado dentro del castigo con aislamientos varios (5), por no callarse respecto a la dilacerante monstruosidad que representa la institución penitenciaria -¡cual centro de exterminio!-, por defender su dignidad y ser solidario con sus compañeros. Antes prefería morir que dejarse pisar su dignidad, que consideraba su bien más preciado.
Palabras de António Ferreira escritas durante sus medidas cautelares enviada a varios organismos nacionales e internacionales desde la prisión de Vale de Judeus en el año 2005:
“Dentro de la cárcel defiendo ideas y convicciones, por eso soy perseguido. Defiendo mi dignidad, por eso soy perseguido. Escribo para la prensa desde 1974, por eso soy perseguido. Me hice socio y corresponsal de organizaciones de Defensa de los Derechos Humanos y de los Reclusos, por eso soy perseguido. Profeso ideas libertarias, por eso soy perseguido. Llamo la atención en relación al incumplimiento de sus propias reglas, de la sistemática violación de la Reforma Penitenciaria (Decreto Ley 265/79), por eso soy perseguido. Combato contra la corrupción, contra el abuso de poder, contra la violencia gratuita, contra la incompetencia, contra la sujeción de los presos a trabajos con salarios de esclavitud, por eso soy brutalmente perseguido. Finalmente (no tan finalmente como eso…) soy testimonio de acusación (aquí entramos en la parte más delicada para ellos, ¡y más peligrosa para mí!) en varios procesos que están en los tribunales contra funcionarios de esta prisión (Vale de Judeus) que allí se les considera presuntos implicados en crímenes de corrupción, abuso de poder y muerte de reclusos. ¡Por eso soy odiado, perseguido, reprimido y amenazado de muerte!”
A pesar de todas las obstrucciones inherentes a la cárcel, con su propio esfuerzo aprendió a leer, la profesión de técnico de radio, de cerrajero y de tornero mecánico con categoría de profesional. Era un autodidacta. Leyó libros de historia, sociología, política, marxismo, anarquismo, filosofía, ecología, psicología, psiquiatría, antipsiquiatría, física, química, astronomía, astrología y ciencia. Cuanto más leía, más conciencia de sí ganaba, luego más rebelado se encontraba. Y las palabras para él tenían significado. No era un retórico ni un malabarista de la palabra. Pensaba con su propia cabeza, así que era considerado peligroso para el sistema. No era nada indiferente a lo que ocurría a su alrededor, tanto local como globalmente. Al contrario: era un individuo socialmente informado y preocupado. Y comentaba con espanto, preocupado y todo exaltado, “¿¡por qué es que las personas fuera de los muros no se rebelan hasta el punto de poner las estructuras del dominio que las destruye patas arriba!?… ¿¡Cómo es que las personas todavía continúan tragándose el discurso de los políticos y sosteniendo el dominio que las somete a “vivir” en la ignominia?!”.
Él vibraba de indignación salvaje con lo que pasaba cerca de él tanto con lo que pasaba fuera. Sí, salvaje porque nunca se dejó domesticar. Él era insumiso y manifestaba sus sentimientos de una forma nada ambigua. Era frontal y despreciaba «las buenas maneras» sociales en las que encontraba mucha hipocresía y representación. Sentía las injusticias de este mundo de una forma exaltada, palpitante y con un profundo deseo de combatirlas con todas sus fuerzas y capacidades. ¡Ah!, cómo comentaba, gritaba, se enervaba, sufría y vivía los acontecimientos que le llegaban a través de los periódicos, de la radio (todavía no había televisores en las celdas) y más adelante a través de la televisión. ¡Y cómo conocía muy bien las mentiras en el discurso del Estado!… ¡Cómo le repugnaba el discurso charlatán y mentiroso de los políticos!… Era un inadaptado dentro y fuera de los muros.
António Ferreira, referencia para lxs compañerxs que no se dejaban degradar ni vender, era visto y sentido con simpatía y fascinación por quienes lo rodeaban, como un compañero en la verdadera concepción de la palabra. Hacía charlas y esclarecía a sus compañeros que desconocían sus derechos. Inspiraba total confianza y compañerismo a éstos. Era solidario y generoso, hombre de palabra, siempre al lado de sus compañeros, fomentando el compañerismo, la lectura de buenos libros, luchando por la defensa de la dignidad y de la libertad, insuflando ánimos, fuerza interior y resistencia para llevar adelante la lucha contra los aguijones del poder. Era un individuo altivo, indomable, enemigo de la autoridad, luchador, andaba siempre en constante estado de indignación, siempre hirviendo y ardiendo en una profunda revuelta y constantemente en confrontación contra los carceleros y otros siervos del poder, contra la institución de la cárcel, de forma corajosa, con valentía y una determinación exaltada y sin temor, lo que a veces, llegaba a asustar a los compañeros más próximos por las consecuencias que podían surgir para él. Transpiraba revuelta por todos sus poros. Y muchas veces era visto y sentido como una bomba a punto de explotar, de tanta revuelta que le impregnaba a todo él.
Sus detractores, algunos auténticos estalinistas que hacen y deshacen la historia, personas que con la versión policial en la boca parecían más policías que la propia policía en el sentido de inventarse historias (como la mentira sobre la muerte de un pastor y de su perro por la que António fue condenado), trataron de pintarlo como un inmoral, de crear juicio público y de fabricar opinión, pero a pesar de eso no pudieron apagar lo que António Ferreira fue y representa, y toda la extraordinaria consideración de todos los presos en lucha y otrxs compañerxs que lo conocieron y compartieron momentos con él, tanto dentro como fuera de prisión.
Nadie pretende ponerlo en un pedestal, él sería el primero en rechazarlo porque no aceptaba pedestales para nadie. No obstante es importante poner los puntos sobre las íes. Tenía la capacidad de reconocer sus errores dentro de los caminos fuera de la ley, nunca se presentó al Estado, al cual no reconocía ninguna legitimidad. El currículum de estos detractores y pseudo críticos, algunos de los cuales periodistas-policías, comparado con su hoja de servicio, sólo revela demagogia, servidumbre al Poder y muchos sapos engullidos vivos debido a su complicidad con éste. Pero, ¿qué saben estos hipócritas y falsos moralistas sobre lo que es vivir constantemente en el filo de la navaja en una rebelión permanente contra el Poder y sus distintas trampas? ¿Qué saben ellos de dignidad? Algunos no saben nada de lucha clandestina y lo que eso implica y significa. Y ni un pelo suyo llegaría a los tacones de António en términos de estar en este mundo en una confrontación constante, incluso estando sometido a las peores condiciones de prisión, que es la máxima expresión de la opresión.
Él dejaba a los carceleros y a otros funcionarios estupefactos y amedrentados con sus invectivas, amenazas de denuncia y reivindicaciones proferidas en voz alta y a los cuatro vientos, haciendo resonar el eco de sus palabras por las paredes de la sofocante arquitectura penitenciaria.
En la década de los ’80, en la prisión de Pinheiro da Cruz, por orden arbitraria de los carceleros, todos los presos que se encontraban en el patio del campo de fútbol salieron, excepto Ferreira, quien se enfrentó como un león, cuerpo a cuerpo, contra un subjefe y otros carceleros, que tenían acusaciones de corrupción y de palizas a presos, dejándoles las caras rojas, hinchadas de ira y con el rabo entre las piernas. Él tenía información de mucha de la corrupción y la podredumbre que existía en la prisión y jugaba con esa información de manera frontal y audaz.
Ningún carcelero lo tocó. Decía en voz alta: “No permito, en ninguna circunstancia, que ningún carcelero me toque ni siquiera con una uña. Moriré en seguida, ¡pero primero lo mando inmediatamente a la “chatarra”!”
Ferreira era de los que no hablaba con ellos (policías y otros funcionarios de prisiones) y todo aquel que fuese visto hablando mucho con ellos, lo consideraba sospechoso. Tenía a los carceleros y a muchos presos transformados en policías, vigilando cada paso que daba. Todos los presos que se atrevían a acompañarlo al recreo quedaban registrados con tinta roja en sus procesos internos, lo que de por sí los estigmatizaba y perjudicaba de forma informal y prepotentemente en sus procesos para salir en libertad condicional o en relación a sus derechos.
Para preservar lo más profundo de su ser, su dignidad, su personalidad, después de estos 52 años de cárcel, creó toda una coraza, compuesta de amargura, acidez y aspereza simultáneamente mezclada con una exultante y asustante revuelta, que llegaba a veces a alejar a lxs compañerxs más cercanos a él. Sólo quien lo conocía un poco más a fondo sabía de su gran sensibilidad y generosidad, tanto como de alguno de sus sueños que lo hacían avanzar y resistir.
António manifestó varias veces en público su profundo agradecimiento por la extraordinaria solidaridad que recibió de compañerxs tanto a nivel nacional como internacional y que debido a ese apoyo consiguió resistir y escapar a la muerte en la cárcel. Solidaridad que no le faltó cuando salió de prisión y que le dio un techo hasta su último día de vida. ¡Bien por estxs compañerxs!
Es con profunda simpatía, compañerismo y amistad que compartimos su memoria y con profundo dolor sentimos su fallecimiento.
¡El espíritu de António Ferreira no murió!
¡Hasta siempre, compañero de tus compañerxs!
António Ferreira fue sepultado en el cementerio de Portimão. En su tumba se puede leer: “Altivo, indomable, enemigo de la autoridad, ¡tu sueño por la libertad jamás será destruido! ¡Amor y Anarquía! De tus compañerxs”.
Notas:
(1) Pena de prisión aplicada en el régimen fascista por «mal comportamiento» para añadir a la pena inicial.
(2) En el código penal fascista, cuando un tribunal condenaba a un individuo a una pena cualquiera, por ejemplo, 5 años de cárcel y además con la “delincuencia”, esto significaba que el individuo podía cumplir, a parte de los 5 años, otro periodo de otros 3 años más; y si el individuo tenía alguna otra sanción disciplinar, le aplicaban otro periodo de 3 años; y si volvía a tener otro castigo, le aumentaban otros 3 años, o sea, el individuo podía cumplir en total: 5+3+3+3=14 años de cárcel. En el caso de António, si no hubiese pasado lo que pasó el 25 de abril de 1974, podría haber cumplido 24+3+3+3=33 años de cárcel. La “delincuencia” era una medida de castigo que podría ir hasta 3 periodos de penas de 3 años cada uno, que se podían sumar a la pena inicial, de acuerdo con los criterios de las direcciones de las prisiones. Y ser considerado “de difícil corrección” por el tribunal, implicaba medidas de vigilancia muy especiales contra el individuo.
(3) En 2009, el poder legislativo sustituyó el régimen 111º por otro equivalente. El artículo 111º decreto ley 265/79 de 1 de agosto, que dice:
Medidas especiales de seguridad:
1- Se le pueden aplicar al recluso, medidas especiales de seguridad cuando, debido a su comportamiento o su estado psíquico, exista serio peligro de evasión o de práctica de actos de violencia contra sí mismo o contra personas o cosas.
2- Se autorizan las siguientes medidas se seguridad: a) Prohibición de uso de determinados objetos y su posesión. b) Observación del recluso durante el periodo nocturno. c) Separación del interno del resto de la población reclusa. d) Privación o restricciones a la permanencia a cielo abierto. e) Utilización de esposas. f) Internamiento del recluso en una celda especial de seguridad.
3- La aplicación de las medidas previstas en el número anterior se autoriza cuando de otra manera no sea posible evitar o alejar el peligro de ataque o de fuga de reclusos o cuando exista perturbación considerable del orden y de la seguridad del establecimiento.
4- Las medidas especiales de seguridad se mantendrán el tiempo que dure el peligro que determinó su aplicación.
5- Las medidas referidas en el punto nº2 no se pueden utilizar a título de medida disciplinaria.
(4) “Big Brother” (Gran Hermano) designa el nombre que los presos le dieron a la cárcel construida (de forma sofisticada y llena de cámaras de video-vigilancia) dentro de la prisión de Pinheiro da Cruz en la década de los noventa, totalmente separada y aislada, hasta el punto de que los guardias y otros funcionarios de prisiones, excepto los abogados, podían tener contacto con los presos allí aislados separadamente entre sí, en auténticas jaulas de hormigón y acero.
(5) La cárcel en sí es un/a castigo/tortura. El individuo condenado a pena de prisión ya está sufriendo el castigo y dentro del castigo que es la cárcel sufre otros castigos, como por ejemplo, las celdas de «habitación», las celdas disciplinares, el régimen de aislamiento total, con separación de toda la población reclusa, etc., además de las prepotencias inherentes de quienes ejercen la autoridad.