No es novedad que los medios de comunicación del dominio le sirvan precisamente a él, que el espectáculo mediático sea una parte esencial del control hegemónico y que se mantenga vigente justamente gracias a esto. Los medios varios constituyen la forma más sencilla y menos rigurosa del adoctrinamiento ciudadano, en oposición con los múltiples aparatos disciplinarios como la escuela, el trabajo y la cárcel. Éstos se entienden como un factor externo a la demanda de la maquinaria Estado/Capital, al menos materialmente, no responden a la urgencia de suplir una necesidad, ni son un castigo por la infracción a la norma, como es el caso de la cárcel. Su función es clara, fabricar un individuo con opiniones/ideas más o menos generales, productor y reproductor de consignas hegemónicas. Para conservar el status quo, la propaganda se disfraza de información objetiva.
No es de extrañar que apenas un enemigo del orden es expuesto al aparato mediático, ya sea por su captura, caída o posicionamiento político, se inicie una cruzada espectacular con el fin de reducirlo, banalizarlo, suprimirlo como entidad política, ridiculizar sus actos, sus decisiones y su identidad, crean historias fantásticas a su alrededor, y lo más importante, mostrarle al sometido/espectador las consecuencias de no responder a la norma. Vuelve el teatro como castigo.
Nada de lo que he escrito es algo nuevo, ni aun menos local. Fue una de las armas más importantes del poder para establecer un bloque ciudadano fabricado con delirios paranoicos en el “Caso Células”, donde encarcelaron a los compañeros de la Conspiración de Células del Fuego, o en el “Caso Bombas”, donde la ciudadanía demandaba a viva voz el encarcelamiento de los “terroristas”. Aun sabiendo que nada de esto es nuevo y que no responde más que a una estrategia del poder, es que decepciona que los “compañeros”, sujetos con supuesta consciencia político-revolucionaria, absorban la información de la prensa amarilla para formarse una opinión plástica de otro, influyendo (obviamente) en la relación (o no) que se crea con el mismo.
Es imposible –y poco práctico- que todos los revolucionarios se conozcan, pero que el espectáculo defina nuestras discusiones y relaciones es degradante e hipócrita.
Tampoco apetece el amiguismo generalizado –otra plasticidad-, pero si gritamos a los cuatro vientos que somos enemigos del poder, de la masa, de su doctrina y de su norma, es que nuestra conciencia y acción revolucionarias deben estar acompañadas de una crítica aguda constante.
En cuanto a la opinión pública, escupo en los comentarios del ciudadano enajenado.
Cuatro meses han pasado de mi detención y encierro, el final no se ve cercano, se dibuja un extenso camino por recorrer y se acercan tiempos decisivos, pero a pesar de las incertidumbres y de la evidente represión material, existe una premisa que no se sofoca ni muere: acá no se acaba nada.
Estos pocos meses han estado cargados de experiencias y aprendizajes, cosas que sólo en la individualidad cobran sentido, pero que no dejan de responder a parámetros coyunturales y muchas veces más colectivos de lo que creemos. Es por esto último que conocer las experiencias de los demás nos ayuda a dibujar un plano de posibilidades y opciones. En lo personal, nunca he sido un ávido lector de comunicados, cartas o autobiografías, no sé si no les di una oportunidad o netamente no enganchaba con lo que leía. Ahora la cosa ha cambiado, es una mierda que estando acá recién les tome la importancia y cariño que se merecen: las cartas, comunicados y autobiografías nos acercan en la adversidad, aparece el cordón de oro invisible y bajan al revolucionario del pedestal que muchas veces se construye, lo humanizan, nos hacen entenderlo como un cómplice y no como alguien ajeno a nuestra condición; vemos reflejadas nuestras propias contradicciones. Lejos de toda iluminación a posteriori, leer a compañeros plantear y responder a inquietudes compartidas, aun sin conocerlos en profundidad, afianza todavía más la complicidad y solidaridad informal e internacional. La teoría evoluciona lentamente, pero el empirismo es una fuente de evolución, crítica y contradicción constantes.
No se debe entender esto como un llamado –de hecho, de llamado no tiene nada- al romanticismo ni al fetiche, lejos de nosotros deben quedar los mártires, los héroes y los “grandes revolucionarios”. Desprecio los modelos a seguir y las identificaciones. Las experiencias de los otros tienen un fin práctico, ajeno al utilitarismo.
El 19 de noviembre, aproximadamente a las 7:00 am, desperté al ensordecedor descuadre de la puerta de entrada y al grito de “policía”. No alcanzaron a pasar muchos segundos para que un paco del GOPE me esposara y me llevara cerca de la puerta, aunque no sin antes decirme la razón: “estas detenido por colocación de artefacto explosivo”, seguido de una poco interesante lectura de derechos. Quiero dejar en claro que el hecho del que se me acusa es de la colocación de una bomba en la 12º comisaria de San Miguel, y no en la Escuela de Gendarmería. La razón por la que aclaro esto no es un “descarte” político, sino que, más bien, es para que se tenga una mejor noción de mi caso.
Aunque la imposición de la fuerza y el control sobre el cuerpo son parte esencial en la detención, la efectividad del trabajo policiaco deriva de la instrumentalización de su ambiente; la incertidumbre, la tensión y el quiebre de lo cotidiano son elementos que potencian. No fue casualidad, ni aun menos un acto humanitario que, mientras ellos hacían un rastreo inicial por mi casa, fuese exhibido constantemente a mi familia.
El orgullo y convicción de posicionarnos como entidades revolucionarias forja en nosotros una dignidad inquebrantable y que no flaquea, no son elementos que se desempolven para ser utilizados como armas, formar parte de una praxis constante en nuestro actuar. Ahora ,no existe un manual del comportamiento revolucionario ,ni una imagen a la que a la que responder, la apología al combatiente viril e inmutable cae en idealizaciones despreciablemente románticas, cada uno debería actuar conforme a lo que piense coherentemente y sus propias concepciones de lo práctico. Declararse revolucionario/antiautoritario implica ser una entidad autónoma capaz de dar pasos por sí misma y que no se mire por características definidas ni discursos aprendidos. Así como la dominación no es solo física/material, la individualidad y la negación de la autoridad no son solo estructurales, son una praxis constante en nuestras relaciones, decisiones y mentalidad.
Estuve sentado un largo rato en el piso de mi casa ,observando el desfile de overoles blancos, las fotografías y la caza de elementos “sospechosos” del LABOCAR, quienes respondían a las recomendaciones de Raúl Guzmán (fiscal jefe en la fiscalía metropolitana sur). No había mucho que hacer más que observar la situación y terminar de despertarme.
Apareció el jefe a cargo de la operación con una sonrisa burlesca y arrogante, me comento: “el Kevin exploto”. No le creí, la verdad ni lo mire, era un comentario/táctica sabia más que recurrente aunque no por eso no sentí rabia e ira. No sé si hablar de indignación, en él nada me sorprendió, pero el descaro en su instrumentalización era desagradable. Esta más que clara su moral artificial.
Solo pude ver el tamaño del operativo cuando me trasladaron a la 14º comisaria de San Bernardo, pequeño comparado con otros pero ridículamente ostentoso.
Ya en la comisaria, y a pesar del aislamiento pude ver a mi compañero/hermano Kevin con una sonrisa tranquilizante, en pocas palabras supe que todo estaba “bien”.
El resto, aunque importante para mí, no vale la pena comentar.
(Edición de la tan manoseada agresión a Corbalán:
No hizo falta que escribiera ni una palabra para que cada medio contrainformativo u “oficial”, contara/inventara su propia historia del hecho. No fue tanto, ni tan poco como muchos decían, lo único real es el castigo: 30 días sin visita. Ahora que los románticos se hagan cargo de sus decepciones. De la prensa, ya lo comente, exposición como castigo y el eterno intento de reducción. De la carta del bastardo, nada que me interese, no contribuiré al cahuín y, ya saben, “al fascismo no se le conversa…”)
Un saludo fraterno a todos los que aun detrás de los muros permanecen irreductibles. A Nataly Casanova, Enrique Guzmán, Juan Flores, Marcelo Villarroel, Fredy Fuentevilla, Juan Aliste, Hans Niemeyer, Tamara Sol, Ignacio Muñoz, Nicolás Rojas, Kevin Garrido, Natalia Collao y Javier Pino.
A los que resisten al otro lado del mar; Mónica Caballero, Francisco Solar, Gabriel Pombo da Silva, Claudio Lavazza.
A todos aquellos que forjan su complicidad en ataque, con sus actos –cualquiera sean- sacuden la monotonía y nos hacen sentir en compañía.
A tantos presos “comunes”…
Joaquín García
C.A.S – S.M.S
Delirio entre febrero y marzo del 2016