Ya han pasado cinco meses desde que volví a habitar las celdas de la Sección Máxima Seguridad del C.A.S y creo que es necesario referirme tanto a lo personal como al escenario carcelario. Las razones para no escribir antes son, obviamente, personales; pero más que nada son debido a la creencia -a pesar de ser un convencido de que el compartir experiencias genera lazos impagables- de que la plataforma virtual y su conjunto de comunicados se aleja mucho de lo real y se acerca a una idea abstracta del día a día carcelario e individual. ¿Irreductible? Sí, exista o no un vaivén emocional, ni la convicción ni la mente flaquean, pero esa asquerosa idea del mártir de acero tras los barrotes debe caer. Por el suicidio de la imagen y el fetiche, por la real complicidad destructora.
«El pesimismo es el opio de los intelectuales, el optimismo pertenece a los imbéciles. Un realismo fanático y soñador, la conciencia de que no cabemos en este mundo, los valores que defenderemos en cada momento, más el calor cómplice de los que queremos y estimamos».
Hace cinco meses, un poco de la detención:
El 7 de Septiembre, aproximadamente a las cinco de la tarde y a poco más de dos meses del quebrantamiento del arresto domiciliario total dictado por el aparato jurídico, me detuvieron al subir a un bus rural con dirección a algún lugar. Subo, saludo al conductor, avanzo, un metro, una mano en mi pecho, «bájate», «manos atrás de la cabeza», a piso, cara contra el suelo, miro a la izquierda, el mar, su brisa, el olor a tierra y vegetación; un fugaz momento pero con absoluta conciencia de lo que se iba, ahora serían remplazados por el olor a poett y cloro, el chaleco amarillo y el sutil pero hostigante olor a saliva del calabozo. A pesar del significado personal, la detención no tuvo nada de espectacular y no escribiría sobre ella si no quisiera aclarar un punto; la propagandística idea periodística sobre un supuesto «control preventivo» ¡como si de azar se tratase! La enfermiza obsesión por la vigilancia y el control tienen que reafirmarse constantemente en el ciudadano paranoico, qué mejor momento que la captura del «terrorista prófugo».
¿Valió la pena? Imposible responder con un simple «sí», a veces tan seco, vacío y autocomplaciente, hay muchas más cosas que poner en la balanza. Pero es innegable que cada experiencia en busca de la libertad vale la pena; hacerse cargo de la existencia con todas sus victorias, sus derrotas, sus alegrías y sus penas, son aquellas experiencias impagables que el sometido nunca podrá conocer. No se trata de preguntarse si valió la pena intentarlo, pensarlo así me condenaría a ser un eterno perdedor, es el primer paso a toda acción el que es valorable, el que -tal vez más espiritual que materialmente- siempre será una ganancia.
«La pluma y la pistola están del mismo metal hechas
la nueva guerrilla urbana depende mucho menos de los medios
operativos y mucho más de nuestra decisión a atacar al poder».
Eco-extremismo y Anarquía
Comparto las palabras que en su momento expresaron los compañeros de la Célula Revolucionaria Paulino Scarfó / FAI-FRI, el ataque tiene moral y ésta responde, obviamente, al código de valores y objetivo que se plantee cada célula revolucionaria, sus motivos y la contribución hacia el avance de las teorías y prácticas antagonistas. Desde este punto de vista es que creo que la crítica hacia otras corrientes no puede hacerse de ninguna forma comparativa, y me refiero específicamente al eco-extremismo, porque existe hoy una tendencia, a lo mejor un poco recelosa, hacia estos últimos, como de quien ha traicionado sus inicios y ha superado el umbral de lo que «nosotros no haríamos». Y la verdad es que poco y nada importa cuál es la raíz de esta corriente y los individuos que la componen, es de suma importancia preocuparse por el ahora y asumir que existe una diferencia irreconciliable entre los distintos pensamientos (objetivos – motivos – valores). Quiero dejar en claro que no me estoy refiriendo a lo que cada individuo pueda hacer con su vida o qué tanto pueda éste pulular entre ideas y objetivos prácticos, no podría hablar sobre los inexistentes «deberes» de una idea inamovible. Si escribo esto es, sin tapujos, sobre lo genérico. En cuanto exista una crítica paternalista, existirá una acusación, con razón de purismo. Asumir de lo anterior que las críticas tienen que ser eliminadas de nuestras expresiones es un error; la crítica, como axioma esencial de todo pensamiento y acción revolucionarios, debe ser severa y constante. Analizo, critico, me posiciono y avanzo, por la evolución de la conciencia individual y colectiva.
A modo de paréntesis: Tengo claro que cuando se habla de moral y valores a muchos les duele la wata, sobretodo a los hijos de la réplica, los mismos que eliminan palabras de su vocabulario para cumplir con quién sabe cuál requisito Negador, y así no perder puntos de nihilismo (1). Entonces, para aclarar, que reconozca la existencia de valores y moral no significa que éstas estén talladas en piedra, están sujetas a cuestión por la misma coyuntura. Y si existen pilares en mi pensamiento y mi sentir es porque así lo he elegido.
Hablando de coyuntura, aplaudo el ataque hacia Óscar Landerretche, como objetivo simbólico y práctico. Admiro y saludo (2) la energía de todos quienes se hacen cargo de sus pensamientos y aniquilan el letargo de la paz social. Los que reclaman una inminente ofensiva estatal tienen que cuestionarse; estrategias existen, es obvio, pero esperar alguna clase de compasión por parte del Poder es no asumir los costos de la confrontación. Detesto hasta la tirria (3) el discurso eco-extremista, me distancio completamente de sus razones, su misticismo y las apologías a personificaciones absurdas. Rechazar la masa y sus valores es lógico y consecuente, pero asumir como propios todos los valores contra-hegemónicos sólo por serlo, es una estupidez.
Mucho puedo distanciarme de los ITS-Chile, pero es inevitable sentir rabia al leer la mierda de la prensa oficial, «alternativa», y de «izquierda». Sin pretender caerle bien a la masa, ni esperando la aprobación de nadie: ante el amarillismo y la difamación, fuego.
«Quien no quiere ver lo elevado de un hombre fija su vista de un modo tanto más penetrante en aquello que en él es bajo y superficial -y con ello se delata».
-Friedrich Nietzsche.
¡Viva la extraña conjugación anarco-nihilista!
Si la praxis nihilista tropezara con la anarquía, bienvenida sea.
(1) ismo, sufijo prohibido
(2) tranquilos, sé que no les interesa
(3) véase (2)
Joaquín García Chanks
C.A.S – S.M.S
Fines de enero del 2017