Prisiones italianas: Declaración de lxs compañerxs bajo el proceso de apelación en la Operación Renata

Traducción recibida el 23/02/2021:

¿En qué condiciones, en qué sentido de la historia se desarrollará más adelante? Estas preguntas son insolubles. Aquello que nosotros sabemos desde ahora es que la vida será menos inhumana cuanto mayor sea la capacidad individual de pensar y actuar.
-Simone Weil

Han pasado dos años desde la operación que ha llevado a nuestras detenciones y desde que, meses después, hemos escrito negro sobre blanco lo que teníamos que decir al respecto. A la fecha de hoy, cinco de nosotros se encuentran sometidos a medidas cautelares, pendientes del proceso de apelación, medidas que ni siquiera vienen contadas a los efectos de la ejecución de la pena. Una «obligación de residencia» que en la realidad de los hechos aparece como una especie de «confinamiento» encontrándonos divididos y esparcidos en varias partes de la península. Sin embargo, es mucho más digno de mención lo que ha sucedido mientras tanto. Podemos decir sin demasiados rodeos que el mundo (todavía aquello de ahí fuera, para algunos y algunas de nosotrxs, pero por lo que parece no solo para nosotrxs) se haya vuelto literalmente patas arriba. La epidemia de la Covid19 nos ha arrojado en la cara no solo cuáles pueden ser las consecuencias de la organización social capitalista (con la devastación de la naturaleza, dos siglos de guerra industrial al planeta que habitamos, irresponsabilidad científica en busca de soluciones para un beneficio cada vez mayor) , pero también cuál podría ser la respuesta de los Estados para hacer reentrar a los potenciales disidentes en aquellas mismas lógicas de resignación que han permitido encontrarnos en este dos mil veintiuno.

Así ha llegado el encogimiento de hombros de la «sociedad democrática» ante las masacres del Estado en las cárceles, que, encontrándose entre las comodidades de este lado del muro, ha dejado sofocar los gritos de aquellos detenidos que por primero han levantado la cabeza. Aquellos gritos de desesperación han encontrado una sociedad capaz de «aceptar» la rutina diaria del toque de queda, una sociedad capaz de adaptarse a esa misma lógica de la encarcelación. Esto debemos constatar: de aquí, de la costumbre a una normalidad cada vez más espantosa, nace esa indiferencia, transformándose poco a poco en la incapacidad de un espíritu crítico también para todo lo demás: de un cuidarnos unxs a otrxs, de una solidaridad concreta, hecha «ilícita» y «criminal» sin duda por las operaciones represivas, pero quizás más aún por la resignación a ver la Verdad sólo en las consignas del Estado (cómo olvidar las banderas en los balcones, el «distantes pero unidos», el «todos estamos en el mismo barco» y finalmente la confianza en la Ciencia como único «dios salvador «). Como un tirar la toalla sobre el choque real y de clase, la digitalización del mundo, presentándose como una fuga de una realidad que «es mejor no ver», sólo puede acelerar este proceso de desapego del mundo. Son mensajes de nuestro tiempo que debemos empezar a ver con claridad.

Pero además de intentar ver con claridad, estamos entre aquellos que intentan mirar lejos para encontrar la fuerza de luchar aquí, porque el terreno internacionalista es aquello que da el sentido a todas las luchas por la libertad. Y ciertamente no se nos ha escapado que en muchas partes del mundo cientos de miles de oprimidos luchan contra las medidas de contención que tienen todo del militar y poco del sanitario, contra las sistémicas violencias de la policía, contra regímenes cada vez más autoritarios.

Quizás sea por eso que la gran cantidad de operaciones policiales que se han llevado a cabo contra lxs anarquistas en estos dos años muestran medidas y estrategias cada vez más represivas. Detenciones claramente preventivas para evitar que se «sople sobre el fuego» del malcontento social, acusaciones de terrorismo a quien ha resistido a una paliza en la cárcel, la infame acusación de masacre como nueva arma represiva para enterrar a compañeros y compañeras bajo decenas de años de prisión (como las duras condenas de la operación Scripta Manent y el juicio en curso a Juan).

Pero esto debe ser leído en el presente que estamos atravesando. Si, por ejemplo, viene definido «complotista» (cuando no además, anulado el significado histórico del término, marcado con la categoría de «negacionista») cualquiera que no acepte el paquete preparado por el Estado en cualquier frente, imponiendo la vía única del silencio-asenso, no es de extrañar que un grupo de anarquistas sean acusados ​​de «instigación a delinquir» o juzgados por «asociación subversiva» por haber, entre otras cosas, evidenciado (porque no se trata de quién sabe qué teorías innovadoras, basta abrir la ventana) cómo y por qué las responsabilidades de la organización social capitalista sean las verdaderas causas del nacimiento y propagación de esta como de otras epidemias, de las guerras, de la explotación.

Lo leemos también entre los papeles que nos llevan a la apelación por la operación Renata: donde una revista anarquista se convierte en el espacio para «los fines declarados de la asociación» -como una premisa ciertamente útil para la acusación de «terrorismo» – ya que se afirma la obviedad del hecho de que un proceso revolucionario no puede «excluir también formas de lucha violenta». Los señores, con la obstinada obstinación de querer incluir al anarquismo en las lógicas jerárquicas del proceso penal, intentan culpar a quienes expresan aquello que es obvio que… «tarde o temprano alguien acabará creyéndolo»: si no sería el trágico intento de aumentar los años de prisión resultaría por lo menos grotesco.

Como era de prever, la declaración escrita en ocasión del proceso de primer grado – «A los corazones ardientes», que sigue esta premisa – no ha tardado en llegar sobre los escritorios de varias Procuras. Pero nosotrxs ciertamente no buscamos justicia donde no se puede encontrar, y somos conscientes de que es sobre todo la desproporción de las relaciones de fuerza metidas en campo a conceder terreno a la fanfarronería represiva del Estado. Solo cuando las luchas logran ganar espacio se hacen más claros los roles de la sociedad en la cual vivimos, incluso aquellos de la farsa jurídica, y se hacen menos eficaces las armas de la represión. Por esto creemos que este dos mil veintiuno es también el fruto de un espíritu revolucionario inconsistente y silenciado, si no completamente incapaz de imaginarse. Pero también sabemos que hay caminos (im) posibles que pueden cambiar las cosas. Bakunin escribía en los albores de la Comuna de París: «es buscando lo imposible que el hombre siempre ha logrado lo posible». Lo sabemos nosotrxs como lo saben todxs lxs anarquistas que en cada esquina del mundo ahora se encuentran tras las rejas.

A ellxs enviamos nuestro saludo, nuestra complicidad, la ferviente solidaridad que nos anima en la acción. Lo hacemos hoy como lo recordaremos mañana si nos encontraremos nuevamente dentro entre las estrechas paredes de una celda.

Sí, seguiremos siendo testarudxs porque sabemos que es sólo con este espíritu que podremos mirar hacia adelante, para seguir luchando por la libertad, utilizando los medios que consideremos más adecuados y conscientes de tener de frente un enemigo que, espontáneamente, no hará ningún paso atrás. El latido que sentimos nunca podrá ser percibido por el juicio de una organización social hija del lucro y de la competición. Miramos más allá para ver con claridad. Pero para esto no será suficiente dirigir la mirada a nuestras manos y a nuestras mentes.

Se necesita dirigirlo sobre todo a nuestros corazones.

Nuestros corazones ardientes.

Trento, 22 de febrero de 2021
Stecco, Agnese, Rupert, Sasha, Poza, Nico y Giulio

Fuente.