Traducción recibida el 17/02/2022:
¿Qué cosa hace realizable el proyecto de una sociedad green-digital ?
Energía y extractivismo. Nada tan diferente de aquello de lo cual siempre ha dependido toda «revolución industrial» hasta ahora. La principal diferencia está en la lista de los materiales extraídos a los cuales se deben añadir los preciosos metales raros, indispensables para producir baterías o circuitos electrónicos. En este contexto, Europa se encuentra a ser casi totalmente dependiente del mercado internacional, lo que podría poner en peligro la codiciada transición ecológica, así como la estabilidad de las economías nacionales. Los contratiempos debidos al reciente período de la epidemia de Covid, o por los daños causados por el cambio climático, han mermado la confiabilidad de muchos sectores productivos, principalmente a causa de la lentitud en el suministro de los mencionados materiales o de componentes electrónicos como los semiconductores. Esto implica elecciones estratégicas impostergables ya que la espada de Damocles de la obsolescencia programada no garantiza largos tiempos de maniobra. Es necesario volver a extraer estos materiales en suelo europeo después de años de deslocalización del trabajo sucio a otros países, China sobre todo. En consecuencia, las minas se abrirán nuevamente en Europa junto con las relativas plantas de procesamiento y elaboración de los materiales.
Italia en este contexto no se queda atrás. Justo en la península se encuentran los mayores yacimientos europeos de titanio en Liguria y de antimonio en Toscana. Si para el primero es evidente el interés mostrado por la Compañía Europea por el
Titanio, que en poco tiempo enviará próximamente a sus técnicos a vigilar una amplia zona cercana al monte Beigua, el segundo parece por el momento no codiciado tras la renuncia a la extracción en el 2013 por parte de la empresa canadiense Adroit Resources. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que alguien más intente meter sus manos? Probablemente poco.
Italia tiene un récord europeo en cuanto a algunas actividades extractivas, del mármol al cemento, de la grava a la arena. Poco importa una mina más o una menos y más, desde el momento que el valor de las puesta en juego es asombroso (para los que lo ganan, obviamente).
Pero, ¿qué queda de esos lugares y de quienes allí viven, después de que los gigantes mecánicos han comenzado a triturar el suelo? Montañas destripadas, paisajes devastados, aguas y terrenos contaminados, tumores y enfermedades provocadas por la contaminación.
Todo esto es suficiente para hacer de un determinado territorio el buque insignia de la sostenibilidad ambiental, pero ¿para quién no hace nada con esta querida sostenibilidad? ¿Qué podría hacer quien no encuentra esta perspectiva particularmente interesante?
Podría volver aquellos territorios hostiles hasta que las raíces del tecno-mundo no los hayan colonizado por completo. Podría entrar en las obras ubicadas en lugares aislados, con el favor de la oscuridad, como ha ocurrido dos veces en los últimos seis meses en varias graveras cerca de Munich (Baviera), donde el incendio de maquinas se estima que haya provocado, en ambos casos, no menos de un millón de euros de daños. Podría tomársela con los soportes energéticos que alimentan los procesos de extracción y procesamiento. En definitiva, las posibilidades de tirar un zueco entre los verdes engranajes de la industria high-tech podría ser muchas, basta con encontrar la imaginación y la convicción para ponerlas en práctica.
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Fuente:
//infernourbano.altervista.org/e-uscito-dardi-n6-foglio-anarchico-aperiodico/