Recibido originalmente en italiano (en pdf) el 14/10/2021:
Traducción recibida el 29/10/2021:
«Me gusta subrayar que en todos los casos más graves las instituciones se han mostrado compactas: magistrados, prefectos, cuestores y todas las fuerzas del orden han intervenido sin dudarlo haciendo aún más fuerte el rostro del Estado frente a los actos delincuenciales que se estaban consumando». Las palabras con las cuales el exministro de Justicia Alfonso Bonafede ha reivindicado en el parlamento la matanza en las cárceles de marzo de 2020, se pueden en realidad aplicar a todo aquello que ha sucedido en estos dos años.
Millones de personas han podido finalmente observar el verdadero rostro del Estado. Primero nos han encerrado en casa por tres meses, luego ha sido el turno del toque de queda nocturno, del cierre regionalizado, del así llamado semi-encierro (aquel en el cual podíamos salir de casa, sí, pero solo por ir al trabajo). Finalmente hemos llegado al tan codiciado «Reinicio».
La recuperación económica, cueste lo que cueste, no es ciertamente un «retorno» de la libertad y de la felicidad para los individuos, sino la afirmación de una total abnegación en la confrontación de las necesidades del mercado. Hay una hilo rojo que conecta episodios dramáticos como la masacre de Mottarone, las seis muertes diarias en el trabajo, los ataques a los porteadores en huelga y la imposición del pase verde a todos los trabajadores: este hilo rojo se llama reinicio de la economía capitalista. Lo sola cosa en la cual están interesados es que la economía no se detenga de nuevo, que no haya brotes en las empresas. La máquina no debe pararse más, y si hace falta se cortan los frenos. La máquina no debe reducir la velocidad, si hace falta nos invertirá.
Son los mismos grandes señores de Confindustria (1) que en febrero de 2020 han hecho presión para mantener abiertas las fábricas, que menospreciaban la gravedad del virus, que junto con los alcaldes democráticos de Milán y Bérgamo decían que no podíamos parar. Los mismos que hoy nos quieren imponer el pase verde. ¿Qué dignidad tienen estos señores para llamarnos irresponsables, para decirnos, ellos a nosotros, que somos los «negacionistas»?
El pase verde no tiene nada que ver con la crisis sanitaria. En realidad tampoco tiene nada que ver ni siquiera con las vacunas (cualquier cosa pensemos). No es verdad que el pase verde sirva para forzar a la población hacia la campaña de vacunación. Es exactamente lo contrario: es este precisamente un pretexto para obligarnos a descargar el pase verde. El mal escondido objetivo del gobierno es aquello de explotar la pandemia para una inédita forma de cambio autoritario.
En estos años los patrones han conseguido todo: han continuado produciendo, pretendiendo que nos quedasemos en casa cuando no teníamos que ir a trabajar para ellos; han obtenido el desbloqueo de los despidos, imponiendo a Mario Draghi, ya siniestro burócrata del BCE y masacrador de Grecia, a jefe del gobierno; nos están matando de hambre con los aumentos de las facturas y del combustible, forma indirecta de recortar nuestros salarios. Ante esta crisis estructural, la única respuesta que el Estado puede dar es la exacerbación de la represión, el fortalecimiento del control social.
¡A esto sirve el pase verde!
El pase verde no es una medida temporal: en sus planes, es una herramienta de control destinada a permanecer. Frente a este odioso dispositivo no podemos permitirnos compromisos o vias de medio (como los tampones gratuitos). El problema no es conseguir el pase verde aún preservando nuestra fantomatica «libertad de elección». Va saboteado con todos los medios este infame instrumento de control.
A este endurecimiento de la represión respondemos endureciendo la lucha. Muchos lo han entendido, saliendo a las calles sin líderes y burócratas colaboracionistas del régimen. No sabemos como terminará esta lucha, sin embargo, sabemos que para millones de explotados lo que ha pasado desde hace dos años a esta parte ha representado una especie de pérdida de la inocencia. En muchos han visto el verdadero rostro del Estado. Son los propios analistas del régimen a mostrarse preocupados por la pérdida de confianza en la confrontación de las instituciones, de la política, de la policía, de los sindicatos. Que esta brecha se vuelva incolmable, que a sentirse sitiados desde hoy sean ellos. Que la desconfianza se convierta en conflicto.
Al comienzo de la emergencia nos han dicho que «nada volverá a ser como antes». Es la sola cosa sobre la cual no nos han mentido: para vosotros patrones y gobernantes, nada será como antes. No reclamamos derechos, ardemos de anarquía.
NOS VEMOS EN LAS CALLES
Nota:
(1) los patrones