El lunes, 27 de febrero, activistas asociadxs al amplio movimiento social contra el aumento de la tarifa de los medios de transporte fueron intimidadxs por las autoridades persecutorias de Río de Janeiro. Lxs activistas que extendieron a través de internet un vídeo que propagaba las ideas de la desobediencia civil y la revuelta como medios legítimos de auto-defensa del pueblo contra la violación continua de sus vidas por parte del Estado brasileño y la mafia capitalista que controla, entre tantas otras cosas, el sistema de transportes “públicos”, fueron llamados a presentarse en el 76ª comisaría de policía de Río de Janeiro. Lo que parece que ha molestado a los cerdos de uniforme, fue el hecho de que en el vídeo, se citaban también imágenes de la Revolta das Barcas (revuelta de los barcos), que tuvo lugar el 22 de mayo de 1959, y durante la cual el pueblo prendió fuego a las instalaciones de los servicios hidro-viarios de la ciudad de Niterói, en el estado de Rio de Janeiro. En el mismo contexto, la policía ha comenzado una investigación sobre los actos contra el aumento de la tarifa del sistema de transporte hidro-viario, que continuarán con una manifestación más, el 1 de marzo.
El mes pasado, en la zona de la Central do Brasil, en la ciudad de Río de Janeiro, la guardia municipal amenazó a activistas que repartían folletos con que iba a confiscarles el material porque, “según la ley orgánica de Río de Janeiro, el reparto de folletos es un crimen”. Hablando de leyes, ya está en el horno la Ley de la Copa, que prohíbe las huelgas durante 3 meses, prevee desde 15 hasta 30 años de prisión por “causar pánico por razones ideológicas”, de 1 hasta 4 años de prisión por “violar, bloquear o dificultar el acceso a página web, sistema de informática o banco de dados utilizados por la organización de los eventos”, entre otras cosas lindezas (el proyecto de ley entero se puede encontrar aquí, en portugués).
Está claro que todo esto no es un caso aislado de “arbitrariedad” que supera las líneas puestas por la democracia, sino una realidad diaria en la que se expresa la cara más real de la democracia burguesa. Las violaciones de, los denominados, “derechos humanos”, como la hostia que recibió una estudiante de la universidad de São Paulo, durante la operación represiva del desalojo del rectorado ocupado, el 8 de noviembre de 2011, son meros ejemplos de innumerables casos (registrados o no) del terrorismo de Estado aplicado al pueblo brasileño. Según palabras propias de la joven agredida:
“Uno de los policías me sujetó por el cuello, me golpeó la cabeza contra el suelo varias veces, por la parte del cuero cabelludo, para no dejar hematomas. Mientras tanto, pasó por allí un reportero del diario O Globo, el primero en llegar al sitio. Cuando le vi pensé que él sería mi salvación: comencé a gritar y a decir lo que estaba pasando. El reportero miró con el mayor desprecio y se marchó de allí sin más.”
Al saldo del terrorismo de Estado de los últimos días hay que añadir dos actos más de desalojo (directo e indirecto). La mañana del lunes, 27 de febrero, otro incendio misterioso alcanzó la Favela da Presidente Wilson, en São Paulo, donde el fuego especulador consumió 30 hogares más y las pocas pertenencias de sus residentes. Una semana antes, el 20 de febrero, la prefectura de la ciudad de Curitiba, en el estado de Paraná, ordenó la demolición de 70 chabolas en el área de Bolsão Sabará, en la zona industrial. Masivas fuerzas de la guardia municipal desalojaron el terreno donde permanecían 213 familias, mientras que vehículos policiales y fuerzas armadas represivas patrullan el lugar desde entonces para garantizar que la gente que sigue presente cerca del terreno desocupado no lo vuelva a ocupar.
Lo que todavía extraña en varios comunicados de organizaciones y movimientos sociales que denuncian los crímenes del Poder económico y político en Brasil, es su insistencia en declaraciones pro-democráticas y pacíficas. Esta táctica de declaraciones de victimización, junto con la continua retórica de violaciones de los “derechos humanos”, sea por las organizaciones no gubernamentales o por las fuerzas reformistas, no sirve más que para el fortalecimiento de la propaganda mediática, y la demostración perpetua de la paz social.
Sin embargo, las voces de rebeldía que proponen el levantamiento popular y autónomo, y la auto-defensa activa mediante el uso de violencia revolucionaria, aunque fragmentadas y marginalizadas, han comenzado a surgir. La lucha radical contra la masacre premeditada de la Copa de 2014, de los juegos Olímpicos de 2016, de la devastación de la selva amazónica, y del genocidio social se debe apoyar a nivel internacional. El pasado reciente ha demostrado que las llamas de la revuelta, pueden y deben ser encendidas en los territorios controlados por el Estado brasileño. Los obreros que quemaron la hidroeléctrica de Jirau, en Rondonia, en marzo de 2011, muestran el camino.
¡A incitar la contra-violencia de lxs oprimidxs!
¡Anarquía, desestabilización, acción directa, insurrección!