El viernes, 17 de enero, se llevó a cabo la audiencia preliminar de la operación Osadía [Ardire]. Contra todas las expectativas, la fiscal Comodi pidió el «no ha lugar a proceder» para la acusación del 270bis (“asociación subversiva con fines terroristas”). El juez aceptó la solicitud y quedó sólo el cargo de imputación por el delito específico (daños) para tres de lxs acusadxs.
Más allá del obvio suspiro de alivio de todxs ante la idea de haberse quitado de encima largos años de juicio con todo lo que ello implicaría, aunque al día siguiente continuaba -después de los festejos de la noche- tanta amargura, rabia y un profundo sentimiento de frustración al ver cómo las vidas de las personas se puedan distorsionar, manipular, encerrar y arrojar como pienso a la mezquindad de los que viven a costa de lxs demás sin pagar nunca, sin tener que enfrentarse a la responsabilidad de sus acciones.
La «señora» fiscal dijo el viernes que ella no quería hacer gastar el dinero de los contribuyentes para montar otro «circo» (en palabras textuales) que después otros jueces -a pesar de sus esfuerzos- habrían echado abajo.
Circo. Un circo que les ha costado un año de vida a algunxs, incluso más, a otrxs. Sí, exactamente un circo, un espectáculo, un teatro de lo grotesco, de la miseria, de la mezquindad, de la parte más traicionera, malvada, sucia, mediocre, baja de una mujer que se ha prestado a cualquier petición, deseo, capricho de sus «ROS» (Grupo Operativo Especial de los carabinieri)- verdaderos titiriteros de toda la historia- sin tener la más remota idea, muchas veces, de qué estaba haciendo.
Es difícil sonreír hoy. Muy difícil quitarse de encima la fea sensación de que en cualquier momento puedan hacer de tu vida lo que consideren más oportuno para sus programas políticos, para su gestión del orden, para sus carreras, para dirigir la atención de las cabezas, poco pensantes, de la mayoría.
Así te llaman terrorista.
Te encierran como el peor enemigo y peligro para la sociedad.
Te imputan un papel y un modo de actuar que en realidad siempre ha sido de quien tiene en las manos el poder de las armas, de la policía, de los ejércitos, del voto, del gobierno, de la prensa, del poder judicial.
De quién tiene el Poder para disponer de la vida de la personas, de decidir que en una tierra ya no se deba vivir como siempre se ha hecho, sino que se deba hacer pasar un monstruo de vías y alta velocidad.
De quien tiene el poder para transformar el sentido de las palabras y el sentido de la justicia (la verdadera, la que crea la distinción entre lo que es justo y lo que es injusto, no la escrita en los códigos) ese poder que, con su mil manos, con una destruye, con otra castiga y encierra y con otra, además, difama y transforma el sentido de la realidad. Ese poder que permite dar más valor a una ventana rota que a la vida de una persona, que protege a los que matan a las personas encerradas en la cárcel, que te espía la vida hasta bajo la ropa interior, que impunemente cambia, distorsiona, rompe la vida de las personas, que en la guerra constante que lleva contra quien está bajo su control no permite ninguna réplica, ninguna oposición.
Así, hoy, los terroristas del último minuto son la compañera y los compañeros arrestadxs en Turín. Hoy la etiqueta es para ellxs. Incómodxs, fastidiosxs, difíciles de manejar, tercxs como todos aquellxs que se obstinan a no ceder al TAV, y que lo hacen con todos los medios que estiman necesarios para la lucha, para la defensa de su tierra y de sus vidas.
Hoy, algunos se han quitado de encima, porque así ha sido decidido, la palabra terrorista. Otros la tienen sobre sus espaldas. A estxs, toda la solidaridad y cercanía.
En cuanto a los acontecimientos de Perugia, con la esperanza de que se hayan terminado de una vez por todas y que se hayan terminado los delirios de los ROS y de la fiscalía, no más que correrse un tupido velo, esperando que cubra el hedor a podrido que aún emana y que seguirá emanando por mucho tiempo.