Recibido originalmente en italiano el 22/11/2021:
Traducción recibida el 26/11/2021:
Nota previa: Aquello que sigue es un texto que Anna, detenida en la cárcel de Rebibbia por la investigación Scripta Manent, ha escrito en ocasión de una jornada dedicada a Marilù realizada en Roma a finales de octubre.
Hay personas que son un puerto seguro en el cual atracar. Marilù tenía todas las características, aunque si espinosa e irónica en la discusión y en ciertas cínicas anécdotas de las miserias del movimiento, sabia ser acogedora, siempre y en todo caso, sin miedo y dificultad. En su decir y decirse, fuera de la retórica de ciertos escritos suyos que se demoran en una cierta satisfacción hagiográfica en el pintar retratos de compañeros y episodios de los años 80, daba lo mejor en la concreción cotidiana, con la sencillez de quien han conocido y vivido las más variadas experiencias. Así afloraban la onda revolucionaria y los tiempos de resaca y los compañeros de una vida de militancia (término ahora un poco retro, pero denso de significado en sus labios): de los viejos partisanos anarquistas de Carrara descritos en forma antiretórica, en el acto de desenterrar sus desmoronados tesoros para ayudar a los jóvenes de AR [1], a los «compañeritos» de las ocupaciones romanas de los años ’90 de apoyar en las ocupaciones; de Horst Fantazzini [2] en los escasos períodos de libertad entre una prisión y otra, ávido de vida y de aventuras, a Gianfranco Faina [3], intelectual en lucha y en fuga; Fernando del Grosso, Partisano del Abruzzo del cual contaba el no darse paz hasta cuando no alcanzaría a todos los responsables de la muerte de sus hermanos asesinados por los nazi-fascistas. El todo mezclado entre recuerdos de un viaje a Nicaragua para apoyar la lucha y las historias contadas sobre el tendero de un mercadillo del Bangladesh debajo de su casa de ayudar con sus problemas de irregular en la metrópoli, los carteles de Casa Pound [4] debajo de los pórticos de Plaza Vittorio de arrancar («y si nadie me ayuda, voy yo sola», ¡y de verdad que iba!) y las instancias en el coro de las cantadoras de las tradiciones populares y de lucha[5], los zapatos de flamenco exhibidos con orgullo y las medicinas para las cardiopatías «olvidadas» en el cajón, su presencia en cualquier manifestación, tomándose juego de la mirada de consternación de los guardias al ver a esta señora con el abrigo color camello y los zapatos a medio tacón rodeada de jóvenes punk, la misma sonrisa con la cual susurraba, hace veinte años en las calles de Génova, «se va juntos» cogiendo bajo el brazo a los compañeros que veía pesados por las mochilas «demasiado» cargadas.
La misma densidad de experiencia estratificada capturaba de inmediato la atención de quien cruzaba por primera vez el umbral de la antigua casa de la Plaza Vittorio, también esta de vivida y arrugada nobleza, entre el market del bangladés y las tiendas chinas, abierta día y noche para los compañeros. En las paredes se alternaban los retratos al óleo de una corrugada antepasada del ochocientos (Marilù procedía de una noble y «fascistisima» familia de Ferrara de la cual era la hija refractaria) y los carteles de lucha contra las cárceles especiales; las fotos de los compañeros muertos y los manteles de encaje desplegados para acomodar a aquellos vivos, las semillas de melocotón talladas en forma de anillo «regalo de Horst cuando estaba en la cárcel» y la «agenda» con los números de teléfono escritos a bolígrafo en el muro («así cuando vengan en el próximo registro, aunque si me quitan la agenda los tengo»), detrás del pesante cuadro que encerraba la así llamada noble corrugada.
Se entendía que no había ningún estereotipo de movimiento aplicable, valían sin embargo siempre la solidaridad y los lazos indestructibles, a pesar de las cárceles y los naufragios ideales; valía el orgullo, en el narrar las experiencias de lucha suyas y de sus compañeros, el orgullo de narrar una cosa bien hecha, un trabajo llevado a termine hasta el final.
En este sentido sobre todo ha sido iluminante y luminosa en el desvelar, en forma fiabesca casi, la dureza de los golpes recibidos y la belleza de la resistencia, liberando a quien venía en contacto con ella de la zaborra que nos llevamos encima, para viajar ligeros.
Se habría burlado también de la infame presencia de la policía, hasta en la ocasión del último saludo a ella, última anécdota de una anarquista vigilada de viva y de muerta, casi que un funeral pudiera ser una manifestación sediciosa. ¿O quizás, en estos tiempos oscuros, están considerados los muertos más vivos que los vivos?
Anna, prisión de Rebibbia
Fuente:
//ilrovescio.info/2021/11/23/scritto-di-anna-dal-carcere-in-occasione-di-una-giornata-dedicata-a-marilu/
Notas:
[1] Acción Revolucionaria. Grupo anarquista italiano de los años ’80-’90 del siglo pasado, actuaban en toda la península.
[2] En una de sus vidas atracaba bancos, y como no le gustaba el tema de herir a nadie que no se lo mereciera, un día, en uno de esos atracos que hacía, una trabajadora de un banco se desmayo, el al día siguiente le envió un ramo de flores y le auguraba una rápida recuperación, esta anécdota se hizo pública en la prensa y a raíz de ella cada vez que el compañero atracaba un banco y lo reconocían, la prensa lo llamaba el ladrón gentil. Fue un luchador toda su vida, tanto dentro de las cárceles como fuera de ellas. Se profesaba anarquista y colaboraba con el movimiento anarquista dentro y fuera de las cárceles. En ocasión del último atraco que hizo y por el cual fue detenido, mientras se estaba duchando en la cárcel le dio un ataque y murió en la ducha de la cárcel, murió como siempre había vivido, como un rebelde, y ese es uno de los legados que nos deja, otro es un libro autobiográfico: «ormai e’ fatta»: ya esta conseguido.
+ info: //www.horstfantazzini.net/el_mundo.htm
[3] Uno de los fundadores y militante de A.R.
+ aprofondimiento:
//sovversivivaldinoto.altervista.org/gianfranco-faina-un-comunista-libertario/
[4] Los fascistas que ocupan casas en Italia
[5] Coros que suelen participar en las manifestaciones, concentraciones, etc, del movimiento. Las canciones varían desde las de la guerra del ’36 en el estado español hasta las canciones partisanas italianas, pasando por las canciones populares a través de la historia italiana de la lucha de clases. En Italia existen varios de esos coros activos.