Traducción recibida el 21/03/2021:
El texto que sigue es la intervención del anarquista encarcelado Alfredo Cospito al debate sobre la lucha contra la tecnología nuclear celebrado durante la iniciativa «Vosotros le dais veinte años, nosotros le damos la palabra», en el Circolaccio Anarchico de Spoleto el 20 de marzo de 2021.
Después de ver la película sobre la tragedia de Chernobyl, se me ha pedido de hacer una intervención.
¿Qué decir?
Los últimos nueve años de mi vida los he pasado encerrado en una celda porque, junto con un compañero mío, he disparado contra uno de los mayores responsables de la tecnología nuclear de Italia en esa época. Lo hemos hecho porque no queríamos que sucediera aquí lo que habéis visto suceder en esta película. Muy simplista como motivación, pero así ha sido.
¿Ha valido la pena?
Me gusta pensar que nuestra acción, por cuanto aislada, ha tenido su peso. La única cosa cierta es que acciones de este tipo nunca serán en algún modo recuperables por parte del sistema. Pueden ser demonizadas pero nunca recuperables y mucho menos borradas porque ponen un aut-aut al poder, y desde mi punto de vista esto es más que suficiente para jugarse todo, la libertad y hasta la vida.
¡Sí! Al final de todo, ha valido la pena.
No queríamos matar, sino solo herir para erigir un muro infranqueable delante del cinismo tecnológico y asesino de científicos y políticos sin escrúpulos: «Mas adelante no se va, no traeréis tecnología nuclear a Italia, de lo contrario nos opondremos por todos los medios».
Hace nueve años, cuando golpeemos, la posibilidad de un regreso de la tecnología nuclear en Italia parecía reaparecer con fuerza. Recientemente había estado Fukushima, en «nuestro» país años y años de lucha parecían estar en riesgo de ser borrados [1], y esto sucedía en total silencio. En esa época y todavía hoy, Italia, a través de Ansaldo Nucleare, contribuyó a la construcción de centrales nucleares en países como Rumanía y Albania [2]. Poco antes de nuestra acción, un accidente durante las obras de construcción en una de estas obras había causado la muerte de dos trabajadores. En Italia nadie hablaba de ello, salvo esxs pocxs utópistas ecologistas – y lxs anarquistas – que temían un regreso de las centrales en «nuestro» territorio, muchos partidos apoyaban esta perspectiva de pesadilla. Por supuesto que no me hago la ilusión de que nuestro gesto bloqueara el regreso de la tecnología nuclear en Italia, pero un poco de miedo se lo hemos dado. Nuestro aporte, por cuanto limitado, lo hemos dado y ha tenido su peso, y no creo que haya sido tan insignificante como nos han querido hacernos creer.
Hoy el Estado italiano debe, por fuerza de cosas, «deshacerse» de los desechos nucleares de las antiguas plantas de energía en desuso escondiendo 78.000 metros cúbicos de desechos radiactivos bajo la alfombra en Piamonte, Cerdeña, Toscana, Lacio, Puglia, Basilicata, Sicilia. Haciéndo pasar la cosa como «desechos» de escorias de baja intensidad de radioactividad, producto de placas y otros materiales médicos de desecho, pero en realidad tratando de pasar por debajo de la mesa sobre todo la «eliminación» de radiactividad mucho más peligrosa, desechos de las viejas centrales.
Quiero ser claro, la solución no puede ser aquella de sacar nuestros desechos fuera de Italia, tal vez como ya se hizo en el pasado en África, utilizando a los países más pobres como basurero para nuestra mierda nuclear. Un movimiento «ecologista» que de hecho impulsa esto es un «ecologismo» burgués y infame. Aquellos que se oponen a los depósitos porque el valor de su propiedad va a caer nunca tendrán mi confianza. Son ese tipo de personas que han hecho entrar la política más siniestra en el movimiento contra el TAV [3]. Siempre dispuestos a vender las luchas, a desvincularse de las acciones. No podemos hacer leva sobre ciertos instintos burgueses, ni podríamos hacer como que no vemos cuándo los alcaldes, las instituciones locales de estos países, pedirán compensaciones o se quejarán por sus propiedades, por sus negocios, por sus pérdidas económicas. Tener a que ver de nuevo con tales personajes sería desastroso. Un antiguo refrán hebreo decía: «El ser humano es el único animal que logra tropezar dos veces con la misma piedra». Tratemos de no repetir los mismos errores, veinte años de lucha contra el TAV habrán también enseñado algo.
Sería estúpido y contraproducente buscar nosotros las «soluciones», los paliativos para hacer la tecnología más aceptable, «ecológica». Estamos tanto en contra de los depósitos nucleares como en contra de las turbinas eólicas, no existen en este campo las medias tintas. La única solución real y definitiva a los residuos nucleares es luchar por todos los medios para que las centrales nucleare cierren en todas partes. No podemos girar entorno, es una cuestión de vida o de muerte. El planeta se está muriendo, solo hay una cosa por hacer: destruir desde dentro la sociedad tecnológica y capitalista en la que nos vemos obligados a vivir. Es inútil escapar, es hipócrita labrarse un pequeño paraíso en la tierra, aun no queriendo se convierte en cómplices, es criminal buscar paliativos, iludirse que la tecnología puede volverse «ecológica». No es el número de participantes en una manifestación que nos dará resultados, sino la fuerza y la radicalidad de nuestras acciones. Esta es una de nuestras peculiaridades, como anarquistas miramos a lo cualitativo, no tanto a la cantidad de personas detrás de una pancarta, sino a la calidad de las acciones, de nuestra vida. La gente llegará pero dependerá de nuestra coherencia y honestidad de propósito y también de nuestra proyectualidad revolucionaria. El primer obstáculo que encontramos en este ámbito es siempre el mismo, la ecología indiferente burguesa.
Con esto no quiero argumentar que debemos aislarnos, cierto que peleamos al lado de las personas que están directamente involucradas por estos depósitos, participamos en las manifestaciones, a las concentraciones pero no sacrificamos nuestro punto de vista a la «realidad», al compromiso. Tratamos de ser siempre críticos con quien tenemos a nuestro lado y sobre todo no limitamos nuestras acciones en nombre de una supuesta incomprensibilidad por parte de la gente.
Participamos a las asambleas populares (si las habrá) pero no mistificamos nuestro verdadero fin, la destrucción de la sociedad tecnológica, la construcción de una sociedad libre del Estado.
Recordémonos también que actuando al margen de las decisiones asamblearias no le hacemos ningún mal a la comunidad en lucha, simplemente expresamos nuestro ser anarquistas.
No nos disociemos en nombre de una lucha común de las acciones violentas que sucederán, si alguna vez sucederán, incluso si no las compartimos. Renunciamos a los falsos beneficios (comodidad) que esta sociedad podrida nos «regala», tratemos de ser coherentes.
Creo que estos son los pocos enseñamientos que las luchas «sociales» ecologistas nos han dado en las últimas décadas.
Quizás otra oportunidad se nos presenta en el horizonte, una ocasión que no se debe perder, estoy firmemente convencido de que bastaría con no repetir los errores habituales para ir al encuentro de inesperados resultados.
Todo este soliloquio mío se podría condensar en un concepto muy simple: «multiformidad de las acciones sin preconceptos ni limites».
Acabemos con la paranoia sobre las vanguardias, sobre la espectacularización de las acciones, cada unx actúe como quiera, todo se armonizará en un «unicum» y, sobre todo, disociémonos de las disociaciones.
Seguramente me habré salido «fuera del tema», creo que de todos modos entre vosotrxs habrá anarquistas. El mío es el discurso de un anarquista dirigido principalmente a lxs anarquistas, pero espero que haya sido recogido por todxs, incluso si representa un punto de vista «particular».
Aquello que es cierto es que los problemas que hemos enfrentado hoy conciernen a todxs, a la vida de todxs.
Me gustaría mucho participar en el debate allí con vosotrxs, pero por fuerza mayor me resulta imposible.
Un saludo anarquista y revolucionario,
Alfredo Cospito
Prisión de Ferrara
Notas:
[1] Entre otras protestas, además de abatir torres eléctricas, en los años ’70 del siglo pasado en Italia se realizo un referéndum sobre esa posibilidad y lxs italianxs dijeron no al nuclear.
[2] Mientras en Italia lo tenían prohibido (tras el referéndum), Ansaldo Nuclear, vendía material nuclear y gestionaba varias centrales nucleares en el este de Europa
[3] Tren de Alta Velocidad